Capítulo 3

4.8K 277 54
                                    

Samantha Landers

Estábamos a unos quince minutos de iniciar la clase y el profesor aún no había llegado. Cami se encontraba con el grupo de las populares, actualizándose acerca de los chismes veraniegos de cada una de las integrantes. Así era ella, pasaba sus veranos conmigo, alejada de todos, y luego regresaba para ponerse al día. Ella amaba la atención, era normal, y me sorprendía enormemente su fuerte personalidad, cuando yo, en sus zapatos, habría sido más retraída de lo que ya era.

—¡Samantha, cariño! —me saludó Ruth, una chica de color con un cuerpo curvilíneo que la hacía ver sumamente deseable ante los ojos hormonales de los chicos—, ¿qué tal esas vacaciones?

—No me quejó —le sonreí—, ¿tú qué tal, Ruth?

Cami no dejaba de observarnos con su pícara sonrisa cargada de diversión. Observándola fijamente, podía adivinar lo que estaba pensando. Seguro era acerca de Ruth y su reciente conquista, porque Melody, a su lado, la fulminaba con la mirada. Melody era rubia de ojos azules, no tenía el cuerpo escultural de Ruth, estaba un poco rellenita, pero era mucho más coqueta y elegante.

—Oh, pues, aburrida —suspiró—. Tampoco es que tuve novedades, con eso de que la gentuza —miró a Melody por encima de su hombro— andan divulgando cosas que no les incumben.

—¡Oh!, qué pena eso —sonreí—, pero ya ves cómo son las cosas aquí.

—Sí, pero no me doy mala vida por eso, querida. —Se acercó un poco más a mí—. Quería preguntarte: ¿qué harás este fin de semana?

—Lo pasará conmigo, obviamente —la interrumpió Camila, interponiéndose entre nosotras—. Y ya sabes que no me gusta compartirla, ya mucho tengo con que se junte con el grupito de nerds que tenemos aquí.

—Sí, pero ella no es tu mascota, Di Salvo —le retó Ruth. Yo las miraba divertida, me sentía como el atún que incitaba a dos gatas hambrientas a pelear.

—No, pero es M-Í-A —espetó—, ¿sí captas?

Ruth soltó un bufido y se fue a su asiento. El profesor estaba ingresando al aula. Cami se volvió para mirarme y le regalé una sonrisa; me la devolvió y fue a su asiento en la parte trasera del salón.

Good morning, students —saludó el profesor.

Good morning, teacher —saludamos nosotros.

—Este año tendremos con nosotros a un nuevo alumno. Por favor, ingrese al aula y preséntese con sus compañeros —indicó.

Un joven irrumpió dentro del salón. Era alto, de piel canela y ojos color ámbar. Todos los varones debían llevar el cabello corto, así que no podía decir mucho de sus peinados; igual, su cabello parecía ser de color castaño oscuro. Sus músculos estaban bien pronunciados, se notaba que hacía mucho ejercicio. Esperaba que también ejercitara sus neuronas y no fuese como la pila de aspirantes a fisicoculturistas que teníamos en el salón. Ellos eran huecos elevados al infinito.

—Buenos días —sonrió, y escuché muchos suspiros por parte de las chicas—, me llamo Aarón Noriega, tengo 16 años y vengo del Colegio Santa Bárbara.

—¿Qué lo trajo por acá, señorito Aarón? —preguntó el profesor.

—Me he mudado cerca de aquí y, por mis calificaciones, me aceptaron —respondió encogiéndose de hombros.

—Está bien, tome asiento al lado de Landers. Samantha —me llamó y levanté mi rostro—, es ella. —Me señaló.

El chico nuevo me sonrió y ocupó el lugar que estaba vacío a mi lado. Seguro que Sofí, una de mis amigas, se molestaría cuando llegase y viera su asiento ocupado. Sonreí por lo bajo y saqué mi libreta de apuntes. Las dos clases de la mañana transcurrieron sin ningún problema. En la hora del receso, Aarón trató de entablar conversación conmigo.

Matiz - Un amor marginadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora