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  Resulta que escapar a la mitad de la noche con nada más que tu chaqueta de aviador no era la mejor idea, especialmente si seguías siendo un niño pequeño que le temía a la oscuridad y sólo quería de regreso a su hermana mayor.

  Nico lo aprendió a la mala.

  Apretó los dientes más fuerte, jalando la chaqueta un poquito más hacia arriba, intentando cubrir su cuello de la poca nieve que ya empezaba a caer. 

  La noche era más fría ya que no tenía una cabaña en donde hacer un fuerte de almohadas con su mejor amigo, decidió, pero rápidamente empujó ese pensamiento fuera de su cabeza. 

  Ya no podía regresar al Cam... orfanato, ni aunque quisiera. Había salido corriendo sin siquiera mirar atrás y ya se encontraba muy lejos como para saber por dónde había llegado, en primer lugar, así que solo le quedaba caminar.

  Seguía tiritando y la nieve no daba señales de parar pronto, así que hizo lo sabio y se echó contra la esquina de un edificio, escondiendo la cabeza en las rodillas y dejando caer las lágrimas que había mantenido durante todo ese tiempo.

—Hey, ¿estás solo?—una mano se posó en su cabellera antes de que una chica de cabello castaño y rizado con unos cautivantes ojos dorados le ofreciera una sonrisa—. Ven conmigo, mamá estará encantada.

  Recordó todas esas veces que le habían dicho que no hablara con extraños, que no fuera con ninguno. Todas las veces que Bianca le había advertido ser cuidadoso. 

  Pero ella poseía una sonrisa tan bonita y se veía tan amigable, además de que sostenía una taza de algo caliente en la mano y se la estaba ofreciendo.

—Soy Hazel—dijo una vez que Nico se había levantado y comenzaba a seguirla, dando traguitos al chocolate—, un gusto en conocerte... uh...

—Nico—ofreció él, enterrando la barbilla en el pecho.

—Nico—casi podía oír la sonrisa de la chica—. Bueno, seremos buenos amigos.

  Eso sonaba a promesa.

Suspiros Espectrales ||Solangelo|| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora