[3]

993 118 16
                                    

  Dejó que la puerta se cerrara detrás de él sin el más mínimo cuidado, sus pasos sonando huecos mientras caminaba fuera de la Casa Grande.

  Pronto, la madera se convirtió en pasto y el edificio de mármol quedó detrás, dejándolo con solo un puñado de lugares a los que acudir si quería estar solo.

  Estaban las habitaciones, más bien como pequeñas cabañas en las que se asignaban grupos para que en ellas los niños durmieran y pudieran guardar sus pertenencias. La más habitada, según recordaba Will, era la cabaña de Hermes, donde su mejor amigo Cecil residía. También estaba la cabaña de Hécate, hogar de su cómplice Lou Ellen, y más allá recordaba la cabaña de Ares, donde Clarisse La Rue de vez en cuando solicitaba su presencia. 

  Descartó la idea de ir a una de las cabañas, sus amigos probablemente estarían tomando clases y eso significaba que entonces no habría nadie para recibirlo. Todavía podía ir a la cabaña de Apolo, donde Kayla y Austin le guardaban su propia litera en caso de que el doctor Solace se quedara trabajando hasta altas horas de la noche y él no quisiera dormir en el estudio. Increíblemente, eso sucedía mucho más seguido de lo que parecía, dejándole solamente con escasas y rápidas visitas a su casa en los suburbios una vez por semana. Tal vez, si era afortunado, podría ir dos o tres veces. Pero eso era sólo si tenía suerte.

  Soltó un suspiro, cruzándose de brazos mientras seguía admirando las opciones. Podría ir a los edificios en los que se impartían clases, conocidos como el Pasillo de las Masas, grandes estructuras de cemento como sacados de una revista Grecorromana que se elevaban hasta unos quince pisos. Y, si mal no recordaba, había escuchado a Annabeth Chase en más de una ocasión quejarse de como podrían ser mucho más efectivos y aún mantener su esencia. 

  No le apetecía estar entre animales, así que los establos quedaban descalificados. Podría ir a la "Pared de Lava", que más que nada era una estructura para escalar que servía como distracción eficiente en varias ocasiones, pero no tenía ganas de ensuciarse las manos o romperse algo, al menos no con clase en dos horas, así que eso también quedaba descartado.

  Se sentó en el suelo, frunciendo los labios en una fina línea. Podría ir al edificio de Artes y Manualidades, pero la pintura no era lo suyo y no quería interrumpir cualquier clase que estuviera siendo impartida en ese momento, así que votó contra ello. 

  Justo a su lado se hallaban las Canchas de Voleibol, pero no se sentía de ánimos. Si caminaba algo más, podría ir al lago, pero no estaba seguro de si quería arriesgarse a resbalar y terminar empapado. Estaba el Anfiteatro, pero como no había ninguna reunión importante o algo que celebrar estaría más que desolado, era eso o el grupo de Drama de la cabaña de Afrodita lo estaba usando para sus ensayos, y la última vez que tuvo la desgracia de interrumpir una de sus prácticas fue de todo menos grata. El pensamiento lo puso a temblar, memorias de maquillaje y atuendos frente a él asaltándolo y de pronto se volvió a sentir un muñeco de trapo. 

  Si caminaba más podría llegar a las costas de Long Island y sentarse en la orilla, pero no había fuegos artificiales que mirar o alguien con quien entretenerse, así que tampoco tenía mucho chiste, además que el viaje era de unos cuarenta minutos, y no le apetecía recorrer semejante tramo para sólo estar unos diez minutos y después regresar corriendo hasta sus clases de Arquería en la Arena.

  Por su mente cruzó también la escasa opción de ir a la Armería y ayudar a afilar algunas de las espadas con las que se practicaba esgrima, limpiar las flechas o probar los arcos, pero tendría bastante de eso en poco rato, así que tampoco quería sofocarse en técnicas de ataque y defensa en ese instante. 

  Estaba pensando seriamente ir a pasear por los Campos de Fresas, aunque eso le sonara algo infantil. Era eso o salir hacia el bosque y encontrar diversión en el Laberinto o el Puño de Zeus, pero sabía que eso era causa perdida, todos los autodenominados campistas tenían estrictamente prohibido salir si no era por órdenes de su director, el señor D., Quirón, o su padre, el doctor Apolo.

  Resignado a que no tenía nada que perder, y que lo único que podía hacer para escapar de su aburrimiento eran a) ahogarse en el mar de Long Island y esperar ser encontrado pronto; o b) caminar hasta el gran Pino de Thalia, la entrada a ese orfanato en las costas del mar, para ser más específicos y ver cómo pasaba el tiempo. Tal vez, si tenía suerte, podía ver a los chicos que se irían a comprar suministros e ir con ellos. 

  Se levantó de su asiento temporal en el pasto y se sacudió la tierra del pantalón.

  Estaba listo para salir disparado hacia el gran árbol que marcaba la barrera entre ese lugar y el mundo exterior cuando oyó un golpe sordo detrás de él y se volteó justo a tiempo para ver al mismo chico lindo de tez pálida y ojos avellana con la cara plantada en el suelo, las tarjetas que esa mañana había admirado regadas a sus costados.

  Se acercó trotando, el instinto médico de su padre apoderándose de sus sentidos y lo levantó.

—¿Estás bien? ¿Te duele algo? Ven, déjame revisarte—con algo de cuidado empezó a analizar las extremidades del chico, y al notar que estaba sin rasguños sonrió—. Vaya, parece que no pasó nada.

  Y por toda respuesta, el pelinegro se tiró nuevamente al piso para empezar a recolectar sus tarjetas.

  Will frunció el ceño, pero de igual manera se incoó también y comenzó a apilar esos papelitos en sus manos, se sorprendió al ver que eran bastantes, probablemente la colección completa. Y mientras recogía un par logró leer la leyenda en la parte de atrás de cada una de las tarjetas.

"Mitomagia"

><><><><><><

Es un orfanato al que le dicen campamento para intentar encubrir el hecho de que está construido específicamente para tratar con niños sin padres y algún tipo de enfermedad mental... sólo aclaro.

Las amo. <3

Suspiros Espectrales ||Solangelo|| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora