Seamos lo mejor que el mundo haya visto

635 8 0
                                    

"Te veo a la salida. En la esquina de la plaza como siempre"

El mensaje de mi mejor amigo seguía rondando por mi mente. Hoy era el día que me había citado y estaba esperandolo en la dichosa esquina. Siempre vamos ahí después de la escuela ya que fue el lugar donde nos conocimos.

-¡Hola! -levanté mi vista del libro dirigiéndola a un chico de cabello marrón y preciosos ojos grises-. Disculpa que me acerque sin siquiera conocerte, pero no pude evitarlo. ¿Estás leyendo Percy Jackson?

-Sí. Es mi saga favorita. La he releído un millón de veces.

Me sorprendió que conociera la saga. No parecía ese tipo de chico. Más bien tenía pinta de jugar todos los deportes a la perfección y hacerlo todo el día.

-¡Claro! También es mi favorita. ¿Cuál es tu libro favorito de todos? El mío es La Batalla del Laberinto.

-La Casa de Hades. El hecho de que Percy y Annabeth estén en el Tártaro, Bob haya vuelto a aparecer, Nico expresando sus sentimientos y un montón de cosas más me hacen amarlo.

-Entiendo. Pero en La Batalla del Laberinto está el primer beso entre Annabeth y Percy, eso fue épico. ¿Te molesta si me siento?

-No, adelante.

Me hice a un lado así entrábamos los dos. El chico se sentó y me hizo una pregunta.

-Y, chica que le gusta Percy Jackson, ¿cómo te llamas?

-Claire. ¿Y tú, chico que le gusta Percy Jackson?

-Bonito nombre. El mío es Zac.

Estrechamos las manos y reímos por la situación. Seguimos conversando por horas aquella tarde de verano hasta que tuvo que irse. Me pasó su Facebook y yo el mío, así nos mantedríamos en contacto.

Así fue como conocí al chico que se volvió incondicional para mí.

Cuando empezó el año escolar, nos llevamos la sorpresa de que estábamos en la misma clase. Yo me cambié de escuela porque la anterior estaba muy lejos de mi casa, y allí se encontraba Zac.

No nos habíamos vuelto a ver desde aquél día, sin embargo hablamos mucho por Facebook.

Desde aquel día, no había una sola cosa que no hiciéramos juntos.

Siempre se muestra con una sonrisa y está alegre todo el tiempo. Me hacía acordar a Leo Valdez, mi personaje favorito.

Pero estos últimos días se ha mostrado diferente. Se ha mostrado un poco distante, algo lo trae preocupado y se le nota en su cara. Lo conozco muy bien para darme cuenta de ello.

Estuve toda la semana preguntándole si estaba bien, si había hecho algo que hubiese gustado o algo que me diera una respuesta, pero seguí obteniendo lo mismo. Nada. Tan sólo sonreía y decía que estaba todo en orden. Por supuesto no le creía.

Fuimos mejores amigos apenas nos conocimos el año anterior. Él era gracioso pero no grosero, lo cual me agrada, ya que no se encuentran muchos chicos así.

Todos decían que él estaba perdidamente enamorado de mí, pero yo lo único que hacía era desmentirlo y decir que éramos sólo amigos, lo cual era cierto.

No voy a decir que no era lindo porque estaría mintiendo. Además su belleza física, era una bella persona por dentro. Era dulce y atento, gracioso y extremadamente divertido en todo sentido. No le iba nada mal en los estudios, era bastante inteligente a decir verdad, pero si se esfrozara más estoy segura que sería un alumno destacado.

A pesar de todas sus virtudes, nunca lo pude ver como algo más que un amigo.

Miré hacia el cielo el cual se encontraba despejado, dejando ver el celeste de su color. Si bien se podía apreciar el Sol, era una tarde muy fría. Me abracé a mí misma tratando de darme un poco de calor.

-¿Tienes frío, Claire?

Zac se acercó a nuestro banco y parado enfrente a mí hizo la pregunta mencionada.

-Un poco, pero estoy bien, gracias. Ven, siéntate -me hice a un lado y dejé que él se sentara.

Su cabello estaba despeinado, como siempre, dejando un par de mechones en su cara impidiéndole ver bien. Los ojos se mostraban inundados en sus pensamientos, distantes al mundo.

-Bien -me acomodé de tal forma en el banco para quedar frente a él y mirarlo a los ojos. Giró su cabeza al escucharme y posó sus ojos en mí -. Te noto distante y no puedes negar que sea así. Hace semanas te muestras de esta forma. Empiezas a preocuparme. ¿Me vas a decir qué te pasa?

Su mirada se mantuvo firme sobre la mía para después clavarla en el piso. Algo le estaba sucediendo y no me iría de allí sin que me lo dijera.

Suspiró y volvió sus ojos a mi dirección. Se acomodó de la misma forma que yo lo hice y comenzó.

-Sí. Sé que estoy raro, pero es porque he estado muy pensativo estos días. Esa fue la razón por la que te cité aquí hoy, para contarte.

》Sé que te hago recordar a Leo por mi sentido del humor, y por eso voy a tomarlo a él como ejemplo. Antes de conocer a Calypso, él se sentía perdido, sin un lugar donde sentirse seguro. En ella encontró un confort increíble que lo hizo sentir bien, como nunca lo había hecho. Él se terminó enamorando de ella.

Bajó su mirada otra vez. Ya veía a qué venía esto. Estaba enamorado de mí, como todos decían, y me lo iba a confesar.

No sabía qué hacer, qué decir. Él no me gustaba en lo más mínimo, sólo lo quería como amigo. Quería dejarlo en claro para que no se ilusionara, pero tampoco quería lastimarlo.

-Yo... podría decir que me parezco en ese aspecto. Antes de haberte conocido, me sentía perdido. No sentía que encajara en ningún lado. En la escuela era el chico raro que prefería leer antes de practicar deportes. El chico que no hablaba nunca, excepto con sus amigos.

》Cuando te vi en esta plaza aquel día, me sorprendí de ver a una chica tan guapa como tú leyendo. Tenías pinta de maquillarte para ir a la escuela, leer revistas de moda y hablar con amigas hasta tarde por teléfono. Pero cuando te vi sosteniendo el libro, perdida en las palabras, todas esas inseguridades se fueron. Nunca me sentí inseguro contigo, podía mostrarme tal cual como era. Por eso me terminé enamorando de ti -se acercó a mí y sentí el impulso de apartarme, pero me mantuve por él, por sus sentimientos -. Me enamoré de tu personalidad, de tus cambios de humor. De la forma que tus ojos se hacen pequeños cuando sonríes. De las pecas en tus cachetes. De la forma que me pierdo en tus oscuros ojos, aquellos que me hicieron quedarme despierto muchas noches. De la forma que frunces los labios cuando dibujas o haces alguna actividad que requiera paciencia. De tu entusiasmo al hablar de las cosas que más de gustan. De tu cabello despeinado las 24 horas del día los 7 días de la semana. Me enamoré de tus defectos y tus virtudes. Me enamoré como nunca más lo he hecho.

-¡Ya bsala, amigo! -expresó un chico a nuestras espaldas.

Ambos giramos al ver al extraño, quien se vio claramente avergonzado y se fue.

-¿Lo conoces?

-No, para nada -reí. Al menos sirvió para calmar un poco mis nervios.

-Seamos la mejor cosa que el mundo haya visto, juntos -sostuvo mi mano con la suya y posó sus labios sobre ella -. ¿Qué te parece?

Bajé mi mirada incapaz de mirarlo a los ojos. No sabía qué diablos hacer. Sentí como él se incorporaba en el asiento y soltaba mi mano. Imité lo que hizo él y nos quedamos viendo al frente sin decir nada. Él hundido en sus pensamientos y yo en los míos.

-Oye... que nada cambie entre nosotros, ¿sí? Me gustaría seguir manteniendo la amistad.

-Claro.

Se acercó a mí y posó sus labios sobre mi frente mientras cerraba los ojos, como solía hacerlo. Me miró con los ojos llorosos y se marchó con el corazón roto.

Me sentía fatal por partirle su corazón, pero hubiera sido peor estar con él sin sentir algo, ¿no?

Cuentos para el caféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora