Cafetería

624 8 0
                                    

El olor a café inundaba la habitación. El ruido de las máquinas y el bullicio de las personas que se encontraban allí no la dejaban ni oír sus pensamientos. Pero parecía no importarle.

Sentada en su típica mesa de madera en el centro, con un arreglo floral y el mantel pastel que combinaba con el resto del local, se quedó observando al mesero que se acercaba a ella.

-¿Qué va a pedir, señorita? -dijo mientras esbozaba una sonrisa dejando ver sus blancos dientes. Tenía la voz más dulce que jamás había escuchado.

-Un café con dos donas.

-Enseguida sale.

Mantuvo su mirada en sus ojos verdes hasta que dio media vuelta y se fue. Ese sería el último encuentro de sus miradas por un rato.

Siempre era así. Cada domigo ella se dirigía al café solo para observarlo y enamorarse más de él. Muchas veces había intentado olvidarlo, era un amor que nunca funcionaría. Ella tenía 14 años y él 33. Él nunca se fijaría en una niña como ella.

Suspiró y observó la ventana donde personas caminaban y parejas tomadas de las manos. Siempre soñó que esas parejas fueran ella y él, sin importar la edad ni lo que dijeran las demás personas.

El ruido de los zapatos de su amado sonaban en el piso de madera. Sus fuertes brazos sostenían la bandeja con su café y donas. Las mangas de su camisa blanca estaban remangadas hasta los codos, por lo que le permitía ver sus tatuajes. Se quedó observandolos un rato más inundada en los dibujos.

-Aquí tiene.

Levantó la vista a sus ojos, que la observaban divertidos. De seguro había notado su mirada en sus tatuajes.

Agachó la cabeza avergonzada mientras sentía sus mejillas arder. Quería desaparecer de allí.

Una risa provino de él y lo observó. Ya lo había escuchado reír con sus compañeros, pero que lo hiciera frente a ella era mejor. Podía observar como se le formaban arrugas en los costados de sus ojos mientras que estos se achicaban.

-Estabas observando mis tatuajes, ¿no?

-En efecto.

No sabía de dónde habían salido esas palabras. Habían sido tan espontáneas que lograba ocultar su nerviosismo.

-No te tienes que avergonzar. A las personas lea suele gustar hacerlo. Observa este -flexionó el brazo para que ella pudiera verlo mejor -. Es una jaula abierta y representa la libertad. Mi padre fue a la cárcel por un crímen que nunca cometió, eso marcó a mis hermanos y a mí mucho, enseñándonos a valorar la libertad tal y como es. Por eso decidí hacermelo.

¿Acaso podía enamorarse más de él en este instante? Se lo imaginaba un chico profundo, pero no tanto como lo había demostrado con aquellas palabras.

-¿Y tú qué me dices? ¿Te gustaría hacerte algún tatuaje? Si es que no tienes, claro -se sorprendió por el hecho de que él siguiera la conversación.

-Sí, me gustaría hacerme uno, pero aún no sé cuál. No ha pasado nada tan importante en mi vida como para tatuarmelo, pero algún día lo haré.

-Me parece bien. Mi novia era igual que tú, pero cuando formalizamos nuestra relación, decidimos hacernos este tatuaje -flexionó el otro brazo y le mostró una estrella con una frase adentro. Era bonito, pero su mente flotaba en sus palabras; "mi novia". Era predecible que un chico como él tuviera novia, pero no estaba preparada para aceptarlo. Había dado un paso enorme al hablar con él, pero esas dos palabras lo habían arruinado todo -. La frase dice "Get strange with", y el resto de la frase la completa ella con "the stars together", en una estrella justo como el mío. Romántico, ¿no?

Asentí con mi cabeza incapaz de pronunciar una palabra gracias al nudo que se había formado en mi garganta.

-Será mejor que me vaya. Tu café se enfriará y yo voy a obtener un sermón de parte de mi jefe -hizo una mueca extraña y reí.

Me dispuse a tomarme el café y comerme las donas así podría irme lo más rápido posible de allí. Hoy no me quedaría más rato de lo debido, y tampoco creo que vuelva a este lugar jamás.

Una vez terminado todo, lo llamé con una seña para que me trajera la cuenta y poderme marchar de aquel sitio.

-Nos vemos. Espera -dijo y me detuvo por el brazo para que no me moviera -, ¿cuál es tu nombre? Hemos hablado tanto y has venido tanto por aquí y nunca te hice una pregunta tan sencilla.

Si hoy fuese otro día estaría saltando de alegría por el hecho de que él supiera su nombre, pero no tenía los ánimos suficientes.

-Lucy, mi nombre es Lucy.

-Encantado, mi nombre es Liam.

Esbozó una pequeña sonrisa y se dirigió la puerta. Una chica de cabellos negros y con unos ojos de igual color entró casi corriendo llevándola por delante. Extendió su brazo hacia el de ella y rió nerviosa en forma de disculpa. En el instante que su brazo tuvo contacto con el suyo, pudo observar un tatuaje. Era tal y como se lo había descripto Liam.

Su corazón se vino abajo al igual que su ánimo. Escuchó risitas y giró la cabeza en dirección a ellas. Liam y la chica estaban abrazados mientras él la balanceaba de un lado a otro. Las miradas de todas las personas allí sentadas estaban en ellos, y por un momento deseó que esa chica fuese ella.

Salió del local. No podía seguir viendo aquella escena. Las lágrmias amenazaban con salir asímismo como las gotas del cielo.

Cuentos para el caféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora