#Parte 1: Pelea

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El sol se había escondido hacía ya rato. Ahora la ciudad solo estaba iluminada por la luz blanca de las farolas, demasiado cercanas entre sí como para poder dejar un hueco de oscuridad en las calles.Lejos de toda esa luminosidad, subidos en el tejado de un bloque de pisos, se podía distinguir la figura de dos personas.

Una de ellas era la de una chica, que se encontraba sentada en cuclillas, en posición felina, con las manos sujetas entre sus piernas para no perder el equilibrio. Iba completamente vestida denegro, salvo por un pañuelo rojo que le cubría la nariz y la boca,dejando a la vista sus ojos oscuros. Lo llevaba atado en la nuca y el viento lo mecía ligeramente a la vez que a su largo y fino cabello negro. Su mirada no se dirigía a ningún sitio en particular, tan solo se perdía en dirección a los últimos peatones que caminaban por la noche, disfrutando de la sensación de poder ver sin ser vista.

A su lado, de pie y con las manos en los bolsillos de su sudadera,estaba un chico muy alto. Al igual que ella iba completamente vestido de negro, pero este llevaba una sudadera con la capucha puesta. Su cara estaba cubierta por una máscara azul marino sin facciones,completamente lisa, con unos únicos orificios en el lugar que deberían estar sus ojos, los cuales quedaban completamente en las sombras. Parecía que una sustancia oscura salía de esos agujeros,atribuyéndole una expresión triste.

-¿Es la hora? -preguntó la primera sin mirar al chico. Tenía una voz fría y demasiado grave como para tratarse de la de una chica.

-Todavía no. Ya queda poco, tienen que estar a punto de irse adormir.

La voz débil pero audible del chico se escuchaba amortiguada por la máscara.

-¿Me recuerdas cuántos son? -pidió ella.

-Según me ha dicho Lya son solo tres: un niño pequeño y sus padres.

* * *

Dentro, en el piso más alto de todos, una chica salía furiosa de la sala de estar. Caminaba con energía, tratando de que sus padres y su hermano pequeño escucharan sus pisadas.

Estaba cansada de que le dijeran que todo le salía mal, de que a ella le regañaran por todo mientras que su hermano podía hacer todo lo que quería. No solo eran sus padres, toda su familia prefería más al pequeño. Incluso sus propios amigos,cuando los llevaba a casa, la ignoraban y centraban su atención en él cuando se acercaba. "Oh, qué mono", "qué suerte tienes de tener un hermanito así". Bla, bla, bla... "Estúpidos...no saben lo insoportable que es capaz de llegar a ser" pensaba ella. "Claro, ellos no tienen que pasar las veinticuatro horas con él".

-Pau... -dijo una voz aguda detrás de ella.

Ella, que ya casi había llegado a la puerta de su habitación, se giró. Era su hermano, tan exageradamente bueno y adorable como siempre. Al igual que ella, tenía los ojos de color verde claro y el pelo cobrizo, solo que él lo llevaba mucho más corto y sus mechones ondulados apenas llegaban a taparle las orejas.

-¿Qué quieres ahora? - le dijo ella sin esconder ni un poco cual era su estado de ánimo.

-¿Te has cabreado conmigo? -preguntó él inocentemente.

Tenía tan solo cinco años. Ya se había puesto su pijama azul marino con el dibujo de un osito. Le quedaba algo grande,dándole un aspecto desaliñado. A ella le dolía reconocerlo, pero estaba increíblemente adorable. Casi llegaba a poder empatizar con sus amigos cuando le preferían a él. Eso la enfurecía más.

Paula soltó un gruñido como respuesta y volvió a darle la espalda. Su pelo largo y ondulado, algo despeinado, acompañó ese movimiento.

-¿Cómo no me voy a enfadar contigo, estúpido? ¿Note das cuenta de lo insoportable que eres? -dijo, mirando en otra dirección porque sabía que no sería capaz de soportar su reacción al escuchar esas palabras de ella-. Estoy harta de ti, de papá y de mamá, de que todo lo que hagas mal termine siendo culpa mía -vaciló por un momento antes de seguir, pero finalmente lo soltó-. Por mí podéis iros todos a la mierda.

Después de decir aquellas cosas y de dejar a su hermano impactado, se metió en su cuarto y volvió a cerrar de un portazo, aunque esta vez no tenía apenas fuerza y se obligó a hacerlo para que sus palabras sonaran creíbles.

Al quedarse sola y a oscuras, su enfado pasó a convertirse en tristeza en menos de lo que tardó en pestañear.Apoyó su espalda en la puerta y se dejó caer por su propio peso hasta que estuvo sentada en el suelo. Abrazó sus piernas y cuando tenía la cabeza entre sus rodillas comenzó a llorar. Casi había llegado a decir que por ella podían morir todos, que no le importaban. No quería pensar esas cosas, ella los quería mucho a todos. Incluso llegó a sospechar que la parte de la culpa la tenía ella por ser así, que a lo mejor lo que pasaba es que vivía en unos constantes celos por su hermano.

* * *

En el tejado seguían esperando ellos dos. No les importaba, ya estaban acostumbrados a la larga espera antes de entraren acción. Sobre todo ella, que era mucho más veterana. Tenían que ser pacientes, a cada segundo que pasaba el tiempo de espera se reducía. Ese pensamiento ayudaba un poco.

De repente la luz que salía por las ventanas del último piso se apagó. Quienquiera que quedara despierto en esa habitación se había marchado ya. Ellos sabían lo que eso significaba: la noche había empezado.

-Haz la señal -dijo el chico al cabo de un rato. Ella,que seguía en cuclillas sin mover ni un solo músculo desde que llegaron, asintió y se levantó lentamente. Su compañera Lya debería de haberla visto bien. Así, de pie, la chica parecía mucho más alta que cuando estaba en cuclillas. Casi superaba en altura a su acompañante.

Siguieron esperando, esta vez sentados en el borde del tejado con los pies colgando, hasta que escucharon unos golpes en el cristal del piso de abajo. Esa era la señal para ellos. La chica se giró hacia su compañero y él hizo lo mismo. No podía ver su expresión debajo de la máscara azul pero sabía que él quería transmitirle un "vamos allá".

Ella saltó del tejado con la agilidad de un gato y cayó algo más abajo, justo en el balcón, con las rodillas algo dobladas. Empujó el ventanal con las dos manos y agradeció que se abriera sin mucha dificultad, no le apetecía tener que romper ventanas. Desde ahí podía ver el salón de la casa a oscuras, Axel no se había equivocado en nada. Ella se giró y con un gesto con la mano le indicó a su compañero que bajara. Él imitó su salto, pero con movimientos algo más torpes. Cuando este cayó casi con la misma elegancia, ella sonrió bajo su pañuelo rojo, un gesto que parecía casi imposible provenir de ella.

-Me gusta ese salto. Has mejorado.

Nota de autora.

Espero que os haya gustado esta primera parte :3Este primer capitulo lleva escrito como un año y me ha apetecido retomar la historia. Ya tengo el segundo capítulo escrito, lo subiré el domingo que viene si esta parte llega a 5 votos. Si no, pues el domingo que le sigue y si todavía no ha llegado (T-T) ya veré yo cuando lo subo.

Muchas gracias por leerme, no olvides dejar tu opinión ^^

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