#Parte 3: Pérdida.

115 18 8
                                    

El murmullo de un televisor sacó a Paula de su sueño.  Abrió los ojos lentamente, arrugando la frente al sentir el intenso brillo de una bombilla quemar sus pupilas adormiladas. Cuando por fin se acostumbró a la luz no supo donde estaba.

Se encontraba sentada en una habitación donde no recordaba haber estado antes. Estaba maniatada y un trozo de cinta adhesiva tapaba su boca. Hiciera el gesto que hiciera, no podía soltarse. La sala era amplia y rectangular, con un techo bastante alto y sin ventanas a la vista. Las paredes eran de un deprimente color gris y el suelo estaba cubierto por baldosas blancas. Ella estaba de espaldas a una pared. En la de enfrente había un armario gris con bolsas de tela negra encima, que quedaban en sombras. En mitad de la habitación, pegada a una pared, se podía ver encendida una pequeña televisión de tubo subida a una caja de madera, y en la pared de enfrente un sofá de color verde oscuro desentonaba entre el resto de muebles de colores apagados, pero parecía muy cómodo. Las únicas salidas parecían ser una puerta blanca con un enorme cristal translúcido, casi opaco, que estaba tapada por el sofá; y una escalera de mano en la pared de su derecha, que parecía llevar tanto hacia arriba como hacia abajo. Una extraña chica veía la televisión sentada en el suelo.

A Paula le causó algo de impresión darse cuenta de que estaba allí. La chica estaba tan quieta que casi la había confundido con un mueble más. Tenía el sofá detrás, pero parecía preferir el suelo, desde donde levantaba la cabeza para mirar la televisión fijamente, a una distancia no muy recomendable. Era difícil adivinar la edad que podía tener, pero cuando Paula vio el oso de peluche que sostenía en su regazo, que no era mucho más pequeño que la chica, imaginó que debía de rondar los diez.

No necesitó fijarse mucho para llegar a la conclusión de que era muy rara. Tenía el pelo teñido de un color rosa pastel, que se iba degradando desde un tono suave en las raíces hasta las puntas, que eran casi blancas. Su piel era de de un tono muy claro y apagado, como si hubiera vivido encerrada en esa habitación desde que nació y nunca le hubiera dado el sol. Llevaba un pijama blanco con lunares azules y rosas, y los pies calzados por unos calcetines también de el mismo color que su pelo. La mano del brazo que no usaba para sujetar el peluche, la misma que estaba en el lado que Paula no podía ver, estaba en su oreja, como si llamara por teléfono. Por su cara, supo que aunque se le estuviera cayendo la baba no se daría cuenta de nada. 

La chica, al sentir que la observaban, bajó la mano de su oreja, dejando de hacer lo que fuera que estuviera haciendo, y pasó de mirar fijamente la televisión para prestarle atención a ella. Ahora su cara mostraba una sonrisa completamente fuera de lugar.

-¡Anda!, si te has despertado -dijo. Su voz era increíblemente aguda-. Justo ahora están hablando de ti en la tele. ¡Eres famosa!

No supo de lo que hablaba hasta que prestó atención a lo que decían en el televisor:

"... tres cadáveres esta misma mañana en una de las casas de nuestra ciudad y la hija mayor, Paula, de dieciséis años, se encuentra desaparecida. Los vecinos nos informan de que la noche anterior escucharon extraños ruidos, que asociaron con una pelea doméstica sin importancia, sin llegar a sospechar que tendrían lugar estos trágicos sucesos. Esperamos que..."

A partir de ese punto no pudo seguir escuchando. Demasiados recuerdos atravesaron su mente en muy poco tiempo. La pelea que tuvo con sus padres, los extraños ruidos que escuchó de camino a la cocina, la puerta de la entrada abierta... La realidad le golpeó de frente con toda su furia. De pronto se sintió muy cansada y le faltaron fuerzas para mantener su propia cabeza, que dejó caer hasta que estuvo apontocada en la pared. Los únicos pensamientos que tenían cabida en su mente eran que eso no le podía estar pasando a ella, que no había hecho nada para merecerlo, que no estaba preparada para afrontar los hechos, que debía de estar en una pesadilla de la que pronto despertaría. Pero, para su desgracia, ese momento era muy real.

Reconoció la voz de la periodista. Esas eran justo las mismas noticias que ponía todos los fines de semana con su familia, mientras desayunaban. Solía ver todas las desgracias que le pasaba a otra gente dentro de una burbuja de seguridad que parecía que nunca explotaría. Una bola de sabor amargo en su garganta le hacía imposible respirar y cuando quiso darse cuenta sus mejillas estaban empapadas en lágrimas, a las que se pegaban mechones despeinados de su ondulado cabello cobrizo.

La chica pelirrosa seguía mirándola desde su sitio, con su sonrisa invertida en una mueca de compasión.


Nota de autora:

No me puedo creer que la parte 2 pudiera llegar de verdad a los 10 votos *-* No sabéis cuanto os quiero, Sr.Lectores ❤ Os besaría la frente a todos (?) Valeno. En fin~ Lo prometido es deuda. Me ha costado un poco pero aquí tenéis a tiempo un nuevo capítulo de Insane ^^ (por cierto, en todo que se me ocurra algo mejor cambio el título). Espero que os esté gustando el giro que está dando la historia, ya veréis como todo tiene sentido.

Con los días de exámenes que vienen necesito algo de tiempo urgente para escribir, así que creo que me voy a dar unas vacaciones de navidad y subiré la siguiente parte para año nuevo. Peeero si esta parte llega a 15 votos esta semana (y ahora sí que me estoy flipando con el número de votos) subiré el capítulo 4 para el domingo 25 (Anda, justo navidad ^^).

Muchas gracias por leerme!!! (ᵔᴗᵔ)

InsaneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora