Click!

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Para ser mi primer día de clases en México no estuvo nada mal, pues André se encargó de eliminar cualquier posibilidad de aburrimiento hoy, aunque también me asustó un poco cuando cayó de la bicicleta, maldito idiota.
Me hizo sentir bien, me hizo sonreír. Aunque sé que no lo conozco algo pasó, hubo un click entre nosotros desde que lo miré en la mañana.
No lo sé pero sea lo que sea me alegra mucho haber pasado el día con él, sólo espero que mi madre no se dé cuenta de que me salí de clases.
Bajo del taxi dando las gracias al señor conductor e introduzco la llave, ésta gira sin problemas en la puerta de mi casa, la empujo para entrar rezándole a Dios que mi madre esté ocupada en algún lugar para evitarme las incomodas preguntas que las madres entrometidas hacen a sus hijos después de su primer día de clases. Examino la sala de estar con la mirada, cuidadosamente, hasta que la veo ahí sentada en el comedor con unos anteojos revisando unos papeles. Carajo, me está viendo con semblante interrogante sin soltar una taza que posiblemente contenga té, ya que ella odia el café.
- Léa, llegaste. ¿Qué tal tu día? - lo que me temía, preguntas estúpidas.
- Bien, iré a dormir. - respondo dirigiéndome hacia las escalera para refugiarme en mi habitación. Y justo cuando estoy en el segundo piso escucho el teléfono sonar y con ello a mi madre caminar a prisa tosca a contestar. Me quedo un momento paralizada esperando que no sea una llamada que me afecte.
- Hola... - levanta el teléfono - sí soy la señora Cavellec, ¿en qué puedo ayudarle?... ¿qué? ¿Léa Cavellec?... pero... - es ahí cuando escucho mi nombre y confirmo que es una llamada que me afectará - Claro muchas gracias, esto se arregla hoy. - escucho a mi madre terminar al fin la llamada.
- ¡Léa! ¡Baja ahora! - Mierda, suelto mi mochila en el suelo y me quito el gorro de la cabeza tirándolo por igual. Bajo las escaleras temerosa y me coloco frente a mi madre que está parada con los brazos cruzados sobre su pecho y una expresión seria en la cara.
- Sí, madre. - me mira un momento y suspira unas tres veces antes de hablar.
- ¿Tienes algo que decirme?
- ¿Por qué preguntas si es obvio que la sabes? - me pongo a la defensiva.
- ¿Por qué te saliste hoy de la universidad? - suelta enfadada.
- ¿De verdad te importa? - digo fijando mi mirada al suelo.
- Dime porqué. - se acerca dos pasos hacia mí.
- Me aburrí. - digo casi en un susurro.
- ¿Cómo dices?
- ¡Me aburrí! ¡Me aburrí! - grito girando mi mirada contra la suya.
- ¡Léa tienes 18 años y es tu responsabilidad asistir a tus clases de la universidad! - me grita acercándose poco a poco y cada vez más a mí. Doy un gran soplo de aire y me alejo de ella hacia las escaleras.
- Madre te diré algo. - comienzo hablando tranquilamente - hoy me siento bien, cosa que no pasa desde hace mucho tiempo, hoy recordé que respiro, recordé que puedo sentir, hoy hubo un click dentro de mi patética alma. - digo con una inconsciente sonrisa estúpida.
- ¿Cómo dices? - pregunta mi madre confundida.
- Sólo no me cagues el día, sólo eso te pido ¿de acuerdo? - le doy la espalda y sin interrupciones me voy al fin a mi habitación no sin antes recoger mi gorro y mi mochila.
Después de poner seguro a la puerta me quito mis Vans y me acerco a la gran ventana, tomo una silla y me pongo a observar lo que mis ojos pueden alcanzar. Es tarde y el cielo se pinta de color naranja. Antes de hoy ver los colores del atardecer me ponían triste y me hacían sentir vacía, me hacían extrañar a Bastien, pero hoy no me pasa eso, no es común mi cambio drástico pero justo ahora quiero sonreír al cielo si es que mi querido Bastien me ve desde arriba. Saco mi cabeza por la ventana y es lo que planeo hacer, miro hacia las pocas nubes blancas y cierro los ojos con una pequeña y satisfecha sonrisa.
- Bass, hoy estoy bien. - es lo que sale de mi boca a modo de susurro, y abro mis ojos.
Debo estar loca, no conozco al idiota de André, en la mañana que lo vi por primera vez no sabía exactamente qué sensación tuve, hasta ahora que me encuentro en serenidad con el cielo, eso que sentí se llama esperanza, tal vez es estúpido pero eso significó para mi, de algún modo extraño, bastante para mi realidad pero eso sentí.
Después de un momento escucho la camioneta de mi padre llegar y me aseguro de que es él al mirar el portón abriéndose al frente de la casa. Enseguida entra y cuando baja de la camioneta me mira sonriente, a lo que respondo igual.
- ¡Hola linda! Te ves feliz, ¿de qué me pierdo eh? - suelto una risita boba al pensar que al menos él está de buen humor, no como mi madre.
- ¡Nada! ¡Solo que hoy fue divertido! - le digo.
- Qué bien Léa, ven baja, ya llegó tu motocicleta.
Oh por Dios este día no puede estar mejor, ¡mi preciosa motocicleta!
Salgo casi volando de mi habitación y bajo las escaleras ágilmente hasta llegar a patio donde él se encuentra. Y ahí está mi preciosa junto a mi padre y las llaves en su mano derecha.
Yo sólo me sonrío triunfante.
- Vamos toma. - dice dándome las llaves - pero ten mucho cuidado ya sabes. Tomo las llaves y le doy un abrazo a mi padre.
- Gracias. - le digo antes de montarme en ella y salir de casa.
Cuando estoy afuera saco mi iPhone de uno de los bolsillos de mis jeans y me coloco los audífonos, I'm So Sorry de Imagine Dragons comienza a sonar de una manera genial y mi deseo por probar la velocidad me invade desesperadamente, pronto me doy cuenta de que voy descalza y le doy poca importancia porque mi momento de emoción justo ahora tiene un sabor especial. Inmediatamente arranco y controlo la motocicleta como si fuéramos un solo elemento. Voy a una velocidad constante y agradable escuchando buena música hasta que una llamada interrumpe mi reproductor, pienso que puede ser mi padre así me estaciono un momento en la banqueta más próxima a mí. Saco mi iPhone y veo que es un número desconocido, aún así termino contestando.
- ¿Sí? - me limito a decir.
- Acento extranjero, soy un jodido Dios, acerté. - una sonrisa se forma en mi rostro al reconocer la voz de André.
- ¿Cómo carajos conseguiste mi número? - respondo riendo.
- Tuve que regresar a la universidad y colarme en la dirección para conseguirlo.
- Eres un acosador, ¿lo sabes? - digo sin dejar de reír.
- Pero qué dices, son cosas que uno hace por... los ¿nuevo amigos?
- Sí claro, qué lindura.
- Eso no es todo preciosa, también logré librar a mi bebé de las garras de esa maldita araña. Eh ¿qué tal?
- Creo que es genial.
- Exacto, así que decidí llamarte y decirte pues... no sé... ¿te parece dar una vuelta en moto por la ciudad? - yo me río más y comienzo a sentirme estúpida por no parar de hacerlo.
- Claro que me parece, estoy justo ahora montada en mi motocicleta en una calle del centro.
- ¿Montada eh? - escucho que ahora él ríe.
- André no seas idiota...
- Está bien, está bien, te alcanzo en donde estés, mándame tu ubicación y enseguida voy.
- De acuerdo, pero apúrate o voy a aburrirme.
- Claro, preciosa. - es lo último que dice antes de colgar. Y rápidamente le envío mi ubicación. Miro a mi al rededor y me doy cuenta de que el cielo comienza a oscurecer, me da frío en los pies de repente y comienzo a arrepentirme de no haber subido a mi habitación por mis vans, ah Léa eres tan tonta.
Cinco minutos después de admirar el tráfico veo la chaqueta negra de galán ridículo de André y en su cara se forma una sexi sonrisa al cruzarse con mis ojos, se acomoda al lado de mi sin dejar de mirarme y siento como me ruborizo un poco.
- ¿Qué pasa? ¿Por qué... no dejas de sonreír? - le digo girando mi vista hacia otra parte que no sean sus oscuros ojos.
- Nada, es solo que jamás pensé que una chica descalza se viera tan bien montada en una motocicleta. - se ríe un poco y mira al frente.
- Ah eso, es que me dieron ganas de salir así... sabes... lo sé es estúpido. Carajo.
- No tranquila, tranquila, qué original. - suelta una risa algo burlona.
- Bueno, ya. ¿A dónde vamos?
- Conozco un lugar en el que no hay autos y es perfecto para ir sin cuidado con la moto. ¿Vamos?
- Suena genial. - me limito a decir y él sonríe. Comienza a avanzar y yo hago lo mismo detrás de él. Creo que eso de andar tras él sobre dos ruedas hoy se me hizo bastante común.
Después de unos veinte minutos llegamos a un lugar solitario, la carretera está vacía y a las orillas hay tierra y piedras, de un lado hay un mirador, nos estacionamos ahí, al acercarme y poner atención a mi alrededor me doy cuenta de que desde ahí se ven las luces de la ciudad, no tan lejos pero se aprecian bien.
- ¿Qué te parece, eh? - André rompe el silencio y se recarga en mi moto, yo sigo arriba de ella.
- Es... un lugar vacío. - él ríe un poco.
- Yo diría que es tranquilo. - me mira a los ojos - vengo aquí cuando necesito tranquilidad. No había traído a nadie hasta ahora.
- ¿Debo sentirme especial por eso? - le digo dándole un suave golpe en el brazo.
- No, creo que no, pero me hace sentir especial a mi traerte aquí. - dice un poco serio y yo me quedo un poco sorprendida - es extraño Léa, pero eres la primer persona que conozco que al instante me da - piensa un momento - confianza. - termina al fin y eso último me hace recordar a lo mismo que pienso de él.
- Te entiendo. - le digo.
- ¿De verdad? - se cruza de brazos sin retirar su mirada de mi.
- Sí, de algún modo. - claro que sí, pero no sé cómo explicarle así que dejémoslo así.
- Concuerdo. - me responde con una sonrisa a lo que reaccionó de la misma manera.
Me bajo de la motocicleta y me acerco a la orilla del mirador, me pierdo en el paisaje y siento como André se acerca al lado de mi.
- Bien, Léa, ¿por qué México?
- Mi padre es mexicano.
- ¿Por eso hablas tan bien el español eh?
- Sí, mi padre fue adoptado por una familia francesa, él aprendió los dos idiomas y cuando llegué a su vida se encargó de que aprendiera igual, y mi madre aprendió español gracias a eso. -
- ¿Así que una parte de ti es mexicana?
- Si, eso es. - le digo sonriendo.
- Pero vivías en Lyon, ¿cómo es que terminaste aquí?
- Mi padre quiso volver, además en Lyon yo ya no tengo nada. - el recuerdo de Bastien viene a mi mente pero decido ignorarlo, hoy estoy bien y no quiero tristeza que lo arruine.
André solo asiente tratando de comprender lo que digo, mira al suelo y rápidamente me mira otra vez.
- Léa sube a tu motocicleta. - me dice algo alarmado y yo me confundo.
- ¿Qué? ¿Por qué?
- Léa no tienes nada en los pies y el suelo está frío, es mejor que te acompañe a tu casa. - dice en tono serio y yo suelto una carcajada. - Léa no estoy jugando.
- Bien, bien, tranquilo. - digo con dificultosa respiración y hago lo que dice.
Conducimos una vez más por donde venimos y el tiempo de regreso se me pasa volando, tanto que siento una punzada de decepción en mi estómago. Al llegar a mi calle le digo a André que me siga hasta el portón de mi casa, ya estando ahí me dispongo a despedirme de él.
- Aquí es, bueno... - él me sigue atravesando con su oscura mirada.
- Te veo mañana Léa. - dice al fin con una leve sonrisa.
- Sí, claro, idiota. - él ríe un poco y lo veo alejarse tomando más velocidad a medida que avanza.
Yo cruzo el portón, dejo la moto en el garaje y entro en la casa, no sé qué hora es pero me están dando ganas de dormir. Subo las escaleras y veo a mi padre parado en las escaleras.
- Léa. - me llama.
- Hola. - contesto mientras subo.
- Me dijo tu madre que faltaste a unas clases. - carajo ya lo había olvidado.
- Sí pero... - hace una señal con la mano para que no hable.
- Léa no justifico lo que haces, no sé cómo ser excelente padre, no sé si te consiento o no, solo espero no equivocarme al confiar en ti, espero no equivocarme al pensar que esto es nuevo para ti y que allá en Francia las cosas no fueron muy bien. - se acerca a mi y toca mi hombro. - hija quiero que sepas que me importas y que puedes decirme lo que sientes. - sus palabras son breves y precisas, además me tranquilizan, él no enloquece como mi madre y sabe hacerme entender lo que quiere decir, me acerco a él y lo abrazo, pronto se me hace un nudo en la garganta porque se esfuerza por comprenderme.
- Lo sé, no faltaré otra vez, voy a esforzarme. - es lo último que puedo decir por mi voz cortada.
- Está bien, ve a dormir anda. - lo suelto, le sonrío y me dirijo a mi habitación.
Cuando estoy dentro decido darme un baño, para después irme a dormir ansiosa de esperar el día siguiente.

Saudades desde BrasilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora