Capítulo 10.

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Después del beso, salí corriendo. Podía sonar a que era una cobarde pero es que Isaac me había besado en medio de todo el mundo. ¿Por qué había hecho eso?

Ay, qué vergüenza.

¡Y encima delante de Darcy! Había pasado completamente del hermano de mi amiga y lo había dejado solo, a saber qué pensaba de mí.

Pero había otro problema. Las clases de francés. ¡La maldita tutoría! Debería no haber aceptado, mucho menos sabiendo que implicaba estar con un Allen en la misma habitación durante más tiempo del que mis hormonas podían aguantar. Pero ya lo había hecho, le había dado mi palabra al director por lo que tendría que afrontarlo.

Me dirigí hacia la biblioteca rezando para que, mágicamente, Isaac hubiera decidido no venir. Pero allí estaba. Había apoyado su espalda en la pared y tenía una postura y expresión desenfadadas, como si no hubiera besado a alguien unos minutos antes.

Su pelo castaño estaba desordenado, algunos atrevidos y rebeldes mechones caían sobre su frente. Sus ojos estaban fijos en un punto exacto del suelo, aunque en verdad parecía que estaba sumido en sus pensamientos. Su cuerpo mostraba la seguridad que tenía en sí mismo, sólo había que fijarse en la posición, parecía un dios griego en todo su esplendor. Y este dios griego era peligroso. Peligroso para mi salud mental.

Anduve hacia él convenciéndome para no salir corriendo en la dirección contraria y me quedé parada cuando sus ojos azules se clavaron en los míos de una forma muy intensa. Tan intensa que empecé a sentir más calor, y no tenía nada que ver con la calefacción del instituto.

-  Hola - dije como una estúpida.

En realidad, ¿qué le podría haber dicho?

"Hola. Perdón por huir después del beso, ¿lo repetimos?"

No, definitivamente no iba a decirle eso por lo que me quedé callada mientras sentía su mirada recorriendo mi cuerpo.

-  ¿Empezamos?

-  Claro - respondió, y su voz ronca envió calambres a todo mi ser.

Iba a ser complicado eso de limitarme a ser su tutora de francés.

Había estado explicándole los verbos franceses y él parecía estar prestándome atención, hasta que se me cayó el bolígrafo al suelo y ambos fuimos directos a recogerlo. Nuestras caras quedaron a pocos centímetros y mi respiración se disparó, podía ver las motas de un azul más oscuro en sus ojos desde esa distancia.  Aguanté la respiración sin saber qué hacer hasta que sentí como Isaac se aproximaba y rozaba mis labios con los suyos con delicadeza, despacio, casi como una veneración. Sus manos enmarcaron mi cara y sus pulgares comenzaron a acariciar mis mejillas de forma coordinada.

El beso pasó de ser dulce a sentir como la lengua de Isaac pedía acceso a mi boca. Y, aunque al principio me resistí, acabé agarrándome a sus hombros mientras las puntas de nuestras lenguas se tocaban. Las yemas de mis dedos cosquillearon cuando toqué su cabello castaño enredando mis dedos entre sus mechones. Me sentía tan pérdida que había olvidado dónde estaba y que nos podrían descubrir perfectamente. Pero es que sencillamente me daba igual, sólo existían los labios de Isaac moviéndose sobre los míos de una forma tan mágica que no sabía cómo parar, desde luego que no quería pero si nos veían así, las cosas se complicarían y yo me metería en líos con mis padres. Algo que desde luego no quería por nada del mundo.

Posé mis manos sobre su pecho y lo alejé de mí sintiéndome vacía al hacerlo.

-  Nos pueden ver - fue lo único que susurré antes de volver a mirar al libro de francés que estaba abierto encima de la mesa.

Se quedó unos segundos en silencio hasta que sus palabras me dejaron en el sitio, petrificada.

-  Sabes que tenemos que hablar, ¿verdad?

Sabía que teníamos que hablar y de qué exactamente pero eso no significaba que no estuviera nerviosa, no sabía si quería tratar el tema de sus "habilidades" en ese momento.

-  Lo que te enseñé el otro día es por lo que he huido de muchas ciudades. No puede saberlo nadie y, cuando lo descubren, inmediatamente mi madre, mis hermanos y yo nos mudamos sin dejar rastro.

-  Entonces, ¿cambiáis de nombre para estar más seguros? ¿Oí bien cuando tú madre te llamó Landon?

Era una pregunta que había rondado por mi cabeza más que las demás. El por qué de que su madre lo llamara por otro nombre. Era imposible que se hubiera confundido y llamado a su propio hijo con otro nombre completamente distinto por lo que, ¿cuál era la razón?

-  Sí, cambiamos de nombre cada vez que nos mudamos. Landon es mi nombre real y a mi madre se le escapó cuando estabas en nuestra casa porque ella nos llama por nuestros verdaderos nombres a solas.

Asentí asimilando lo que había dicho y pensé otra vez en cuando había surgido una llama de su mano. Había temblado de miedo.
-  No te haré daño -  dije Isaac, es decir, Landon como si hubiera oído mis pensamientos -. Lo que menos quiero es hacerte daño, Dakota. Haría cualquier cosa para que estuvieras a salvo.

Lo miré a los ojos, sus palabras sonaban sinceras y su mirada me decía que confiara en él aunque todavía despertara en mí una extraña sospecha y un sentimiento de peligro.

-  Sólo quiero estar contigo - susurró y sentí como sus brazos me rodeaban atrayéndome hacia su cuerpo. Mis manos se apoyaron sobre sus brazos y mi cuerpo quedó encajado con el suyo -, pero si tú no sientes lo mismo, yo...

No sabía cómo decirlo, no me salían las palabras "me gustas" de la boca por mucho que quería decirlas. Era muy mala expresándome en momentos como ese por lo que me acerqué y rocé nuestros labios sonriendo con timidez.

-  Landon - susurré al volver a mirar a sus ojos.

- ¿Si?

-  ¿Puedes teletrasportarte?

Él se rió ante mi pregunta y me besó en la frente rodeándome más fuerte con sus brazos. Apoyé la cabeza sobre su pecho y me sentí más tranquila mientras escuchaba los latidos de su corazón.

Él era peligroso, pero yo ya había caído en el peligro y estaba empezando a gustarme la sensación.

The Allen's [SL5] #PremiosGomitas2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora