Capítulo 3

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Fragmento de "Rebeldes"
2014

Desperté sintiendo como los rayos de sol atravesaban los vidrios de la ventana e instantáneamente recordé lo que había pasado. Tal vez todo fue un sueño. Abrí lentamente mis párpados y quedé maravillada. Grandes ventanales cubrían la mayor parte de las paredes a mi alrededor. El techo era en forma de cúpula y algo que me hizo recordar a las pinturas de Miguel Ángel estaba pintado en él. Había tres grandes puertas de madera, tal vez del mismo alto que las ventanas. Las paredes estaban pintadas con diseños florales en rosa y blanco. Dos sillones rosa para una persona a cada lado de una pequeña mesa tallada de aspecto antiguo. Estaba acostaba sobre una gran cama dosel con postes tallados, sábanas blancas y una gran cantidad de almohadas. 
Definitivamente si fue un sueño, sigo soñando fue lo primero que cruzó por mi mente, hasta que mi mirada se posó sobre un gran espejo con un marco dorado. Era el espejo de mi abuela. Me levanté de la cama y caminé hacia el espejo. Realmente era el mismo espejo. Miré mi reflejo. Mi ropa había cambiado. Ya no tenía aquel gran vestido, ni un corset. Ahora tenía algo parecido a un camisón corto y unos pantalones por las rodillas. Parecía algo cansada y tenía un gran golpe en mi frente. Pellizqué mi brazo probando mi suerte, tal vez ahora si despierto, pero nada pasó. Tengo que salir de aquí.

Había tres puertas exactamente iguales entre sí. Intenté con la puerta a mi derecha, las otras dos estaban a mi izquierda. Abrí la puerta y afortunadamente acerté. Un gran pasillo con grandes columnas de mármol y una larga alfombra roja, estaba del otro lado.

Las paredes del pasillo estaban llenas de cuadros de personas que no conocía. ¿Dónde estoy? Era un sueño hecho realidad para cualquier apasionado de la historia. Pero definitivamente no era el mio en este momento. Siempre odié esa época. Cuando mi profesor de secundaria dio ese tema simplemente no presté atención a la clase.

Necesitaba encontrar a alguien que me ayudara a salir de aquí y volver a casa. Caminé descalza por aquellos pasillos que parecían interminables intentando encontrar a alguien. Pero aquello parecía desierto. Llegué a una gran sala de estar y por la ventana vi personas caminando por un sendero entre las flores. Fui hasta otro pasillo con la intención de encontrar una salida y me encontré con una escalera. Bajé por ella y de nuevo estaba en otra gran sala de estar. Esto parece un laberinto. Atravesé la habitación y fui hasta una gran ventana. No me voy a arriesgar a perderme en este inmenso castillo. La abrí y salí por ella hacia afuera. Aterricé afortunadamente sobre mis pies, pero dolieron cuando intenté enderezarme. Estaba más alto de lo que creí, no debí salir por la ventana. Al perecer las personas que estaban caminando notaron mi salto ya que se voltearon a verme.

Ahí estaba mi supuesta madre y a lo lejos se notaba que estaba furiosa. Le dijo algo a una mujer que estaba a su lado y ella salió corriendo empujando a dos chicos a los cuales no pude verles muy bien sus caras. Cuando noté que se acercaba a mi, corrí en dirección opuesta hasta que me tropecé con una mujer que estaba arrodillada en el pasto arreglando las flores que estaban alrededor del castillo. Me levanté del suelo y el dolor se apoderó de mi otra vez.

-Perdón, de verdad no te vi -dije sinceramente.

-No se preocupe, su alteza, lo importante es que usted no se haya hecho daño -dijo ella con voz amable. Conocía esa voz. Ella siguió con su cabeza gacha y volvió a lo que estaba haciendo.

Esa voz la había escuchado más de un millón de veces. Era la misma que me decía que todo estaría bien cuando era niña. La misma que intentaba consolarme cada vez que lloraba. Miles de recuerdos pasaron por mi mente.

-¿Mamá? -dije a punto de sollozar.

Ella levantó su cabeza y pude verlo. Era ella. Me arrodillé a su lado, la abracé y comencé a llorar. Ella me devolvió el abrazo.

-No vuelvas a dejarme, te extrañé mucho, mamá. Por favor no vuelvas a dejarme sola -dije entre sollozos.

Ella me siguió abrazando pero no dijo nada. De pronto alguien me separó bruscamente de ella. Un guardia me agarró de la cintura y tiró de mí. A lo lejos venía caminado tranquilamente mi supuesta madre. Intenté librarme del agarre del guardia que me tenía sujeta pero fue en vano.

-Déjame ir -grité.

-Llévala a su habitación, Emilia la estará esperando -dijo ella con un aire de superioridad-, luego hablaremos seriamente sobre esto -dijo esta vez mirándome.

El guardia hizo un gesto con la cabeza y emprendió marcha. Hicimos todo el camino a la inversa hasta mi habitación y me dejó allí. Había una muchacha de mi misma edad con cabello rubio atado en un rígido moño. Llevaba un vestido algo sucio de polvo y no era nada comparado con los que había visto la otra noche.

-Necesito que elija un vestido para ponerse hoy, su Alteza -otra voz conocida.

-¿Emma? -dije y ella levantó su cabeza. Si era Emma. -Amiga, no sabes lo que me alegra verte. Dime por favor que esto es un sueño. -Fui hasta ella y la abracé. Ella se quedó quieta y me alejé.

-Ahora si no te molesta -continué al ver que ella no diría nada- necesito que me golpees.

Ella abrió sus ojos como platos- ¿Golpearla, su alteza? ¿Por qué querría usted que la golpeara?

-Porque necesito salir de este sueño antes de que olvide que es solo un sueño. -No quería romper a llorar de nuevo. Toqué una pared. Todo se sentía tan real y ya sabía que aquí podía sentir dolor. Es un sueño tan extraño que no parece un sueño. Alejé ese pensamiento. Esto tenía que ser un sueño, sino cómo más sería posible. Debo estar volviéndome loca.

-Su alteza, no quiero contradecirla pero esto no es un sueño. Hemos hecho lo mismo, a la misma hora, todos los días desde que cumplió los dieciséis años. -dijo cortésmente. Pero no importó cuan sutilmente lo dijera. El resultado sería siempre el mismo.

Intenté dar un paso hacia ella pero me tambaleé y me ayudó a caminar hacia la gran cama dosel. Me recosté sobre la cama. Me sentía tan débil que ni siquiera podía sostenerme a mi misma.

-Iré a buscar al doctor -dijo y salió corriendo de la habitación. Dejándome completamente sola.

Lentamente me levanté de mi cama y me dirigí hacia el espejo de mi abuela. Lo poco que podía recordar de ella era las historias que me contaba sobre castillos. Todas sus aventuras en ellos, aunque nunca creí que fueran ciertos. Pero no podía recordar más. Ni siquiera recordaba bien como era físicamente, ni a mi abuelo. Después de la muerte de ambos mi madre trató de explicarme por que se habían ido. Dijo que a mi abuelo le había dado un ataque cardíaco y que mi abuela de la tristeza murió junto a él. Pero cuando fui más grande me enteré que mi abuela tenía esquizofrenia, que ella había ahorcado a mi abuelo en uno de sus ataques y que cuando volvió a la realidad, se dio cuenta de lo que había hecho, y decidió suicidarse. Mi madre me contó sobre esa enfermedad y que se pueden heredar. No quiero terminar como mi abuela. Toqué el vidrio, pero no pasó nada. Puse mi oído sobre el vidrio, pero no escuché nada. Tengo que despertar.

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