Un día en el zoo

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El camino no fue largo, ya que el zoo está en el pueblo vecino. No hay mucha gente, debido a un tiempo algo caprichoso. Regina había informado sobre sus dudas de permanecer secos por mucho tiempo, pero Emma finalmente la había empujado a continuar, poco importa las gotas, pero al ver la gran nube gris en el horizonte, Regina no tiene ni que hablar, solo una mirada hacia Emma, testimoniando un «se lo dije», basta a la joven para comprender que se había equivocado y que seguramente tendrían sobre ellos la tormenta del siglo.

Pero Henry había apoyado a Emma, pretextando que la lluvia no molestaría a los animales, entonces por qué ellos... Y finalmente, Regina había bajado los brazos, como viene siendo habitual desde hace unas semanas con él.

Y es bajo la amenaza de una tormenta que ellos entran en el zoo. Henry quiere en seguida ir a ver a los pájaros, mientras que Emma, verdadera niña en un zoo, esperaban con impaciencia a los felinos.

E: «¿Los pájaros, eh?»

R: «Siempre ha querido volar...»

Las dos mujeres esperan en el exterior de la pajarera, mientras Henry contempla los pájaros tropicales y otros...

E: «Es muy infantil eso...querer volar»

R: «Sobre todo cuando salta desde lo alto de las escaleras, con cojines amarrados a la espalda y al pecho, batiendo los brazos...»

E: «¡Qué! ¿Hizo eso?»

R: «A los siete años. Resultado: un brazo roto y moratones en las rodillas... Y no había sino dos metros»

E: ¡Ay...!»

R: «Después de eso, su pasión por el vuelo cesó... Y se hundió en los libros dejando volar su imaginación...»

E: «Menos arriesgado...»

R: «Efectivamente»

E: «¿Tiene sed? Yo sí. ¿Le traigo algo?»

Regina frunce el ceño, divertida:

R. «Una soda, por favor»

E: «¡Marchando!»

Ella salta del banco y camina rápidamente hacia una pequeña caravana. Y cuando Regina está mirando hacia la pajarera a la búsqueda de su hijo, Emma regresa con dos sodas en la mano y un algodón de azúcar.

R: «¿Qué es eso...?»

E: «¡Es un algodón de azúcar para Henry!» dice ella con una sonrisa casi infantil

R: «Mi hijo no come golosinas. Eso solo es azúcar concentrado y coloreado, no gracias. He cuidado de sus dientes hasta ahora, así que, queda fuera de discusión que usted lo arruine todo»

E: «Pero solo es un algodón de azúcar...»

R: «¿Tiene la intención de hacer esto toda la semana?»

E: «¿Qué?»

R: «Contradecirme delante de mi hijo. Hacerme pasar por la mala: la que prohíbe los caramelos, la que le impide hacer tonterías... Ya me cuesta mantener a mi hijo a mi lado, se aleja hacia usted y no puedo hacer nada porque cualquier cosa que haga, nunca es suficiente para él, nunca es demasiado guay comparándolo con usted, nunca lo suficiente gentil o sincero... Estoy siendo constantemente comparada y rebajada...»

Emma nota los temblores en la voz de la joven, y, por primera vez, siente que no miente, al contrario, ella cree sinceramente en todo lo que dice.

E: «Lo siento... No es mi objetivo, se lo juro»

Apariencia de vacacionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora