Ottanta cinque

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-¿Qué desea, joven?-dijo una señora de aspecto bondadoso que no pasaba los sesenta años. Tenía una gran sonrisa, Julio salió de la nube de pensamientos que lo aturdía y la miró sonriendo.

-Ah, si. Este... un café y un pastel de ¿chocolate?-le pidió.-Puede tomarse su tiempo.-dio una pequeña sonrisa y se arrecostó en el vidrio cuándo la señora se fue.

Que recuerdos le pasaban por la cabeza, eran simplemente maravillosos. Primero, no le gustaba mucho el lugar, porque a parte odiaba cantar y peor si lo vieran. Para Julio era vergonzoso, pero, para Kenzie era divertido... y Marcelo, ueno Marcelo es un caso especial. Le encantaba todo lo que hacía De la Torre, sin embargo, a veces le aburría ir allí después de clases.

Estar en ese lugar traía buenos y malos momentos. Aunque quisiera volverse para su casa no podía, tenía hambre y tenía que saber algo de Kenzie. Ya que sino, no se lo perdonaría nunca. Él y su carácter testarudo alejaban gente; cuánto odiaba hacer eso.

Odiaba que Daniel lo hubiera dejado pensando, ¿Era mala persona?, Julio no era cruel con nadie, Dawson era cruel con él. Y dejaría de serlo; aparte de que está progresando. ¿Come ahora no?

Y entonces, vino su pedido que lo despertó de su trance. Murmuró por lo bajo y esbozó una pequeña sonrisa.

[...]

Pasaron unos veinte y tantos minutos, pidió la cuenta y se marchó del lugar en silencio, después de haber dicho un corto "gracias".

Ahora por lo que había estado merodeando por la calle, encontrar a Kenziebeth. La quería, la había aprendido a querer al ver la preocupación que ella tenía por él, tal vez no era tan malo eso de las cartas, no estaría mal leerlas. No podía seguir caminando sin rumbo, tenía que tener un objetivo. Después de pensar con el frío cubriéndole la cabeza y las manos, pensó en ir a la casa de Kenzie; tal vez se había quedado sin pila. Por eso no contestaba ningún mensaje o llamada, eso era lo que más pensaba que era probable en ese momento.

Fue dirigiendo sus pasos hacia la casa de Beth, como la llamaba en algunas ocasiones Marcelo. Al entrar por el pequeño pero floreado jardín que brotaba perfume aún estando demasiado oscuro, se paró frente a la puerta. Hace tanto tiempo que no había estado de pie ahí.

Tocó la puerta y esperó, nada. No se le ocurrió tocar el timbre y se sintió estúpido después de verlo. Lo presionó esperando que alguien saliera, nada. Quizá estaban durmiendo, era mejor no molestar.

Estaba por irse cuándo la empleada de la casa de la familia de la Torre, le abrió la puerta.

-¿Muchacho?-preguntó dirigiéndose a él-¿Que hace tan tarde aquí afuera?.

-Vine a buscar a Kenziebeth, ¿está? Ay, pero es tarde, no podré verla-dijo el pelinegro.

-No esta aquí, ¿joven...?-Julio le dio su nombre-Julio, Kenzie está hospitalizada, no sé lo que le pasó, ya sabes, soy el personal nada más.

-¿Qué...?-se quedó atónito, no le salían palabras.-¿En que hospital?.

-San Diego, ¿lo conoces?-asintió.-Ya anda a tu casa, joven Dawson.-le dijo-Hace frío y no conseguirás nada aquí parado afuera.

Hizo caso y se fue a su casa.

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Esto me duele demasiado, pobre Dawson. Capítulo dedicado, el segundo creo ay no c :''v

Para Ikván, por mandarme inspiración y ayudarme en todo, hasta a ponerme feliz :v

Cartas al pelinegro [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora