Capítulo cuatro

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Capítulo cuatro.

  Veamos. Mañana domingo diez de febrero es el cumpleaños de Derek. No puedo regalarle nada que tenga que ver con un instrumento musical porque sé que tiene muchísimos y no tiene sentido darle otro más. Ayer viernes viajó a Brístol temprano para pasar el día con Anne y Emma, no entendía por qué no quedarse más tiempo, pero luego explicó que quiere pasar su víspera de cumpleaños y el día entero conmigo. No pude ni quise negarme.

  Como no tenía idea de qué regalarle, hice algo arriesgado y estúpido el jueves apenas salí del colegio. Nate me acompañó y me dijo que no debería de haberlo hecho, pero lo hecho hecho está y no hay vuelta atrás. Sé que tal vez a Derek le parezca tonto, inadecuado e innecesario y tengo certeza de que lo es, solo que mi explicación y «excusa»  suena totalmente creíble y entendible para mí. Nadie más que Nate y yo lo sabemos y espero que siga así... 

  Pedí ayuda a Gina —el ama de llaves— para acomodar el piso de Derek. Nada de luces, solo velas. Sí, el departamento está en su mayoría lleno de velas que comenzaré a prender una vez que sepa que él está en su camino hacia aquí. Gina ha preparado le cena y lo único que tengo que hacer es calentarla, está demás decir que soy inútil en lo que se refiere a la cocina.

  Nate me va a ayudar también, ya habló con Derek y le indicó que tiene que ir a su casa antes de venir aquí, darse una ducha y ponerse algo algo más formal de que lo puede llegar a usar. Si me preguntan, estoy nerviosa como también estoy completamente segura de mí misma. Esta noche será especial, porque pretendo que Derek se de cuenta de todo lo que confío en él, todo lo que lo quiero y todo el tiempo que pretendo estar a su lado. 

  A las siete de la tarde ya estoy lista, bañada, peinada, vestida y maquillada. Me puse un vestido blanco al cuerpo con encaje crema que deja mis brazos descubiertos, llega por la mitad de mis muslos y combina a la perfección con los zapatos de taco alto color crema. Lo bueno de que Derek sea tan alto, es que aún hasta usando esta barbaridad de zapatos sigo estando a media cabeza abajo. Recogí mi cabello en un rodete alto, despeinado pero al mismo tiempo con estilo. No me maquillé mucho, solo un poco de delineador líquido sobre mis párpados y máscara para pestañas. 

  El mensaje de Nate avisándome que Derek recién llega a su casa lo recibo cuando yo estoy terminando de encender todas las velas. Menos mal... Los nervios crecen dentro de mi cada vez más rápido y cada vez son más difíciles de controlar, pero tengo que mantener la compostura. Cuando Nate me informa que Derek está en camino, coloco una pulsera blanca ancha en mi muñeca  y con eso, estoy lista. La comida ya está calentada y servida, las velas están todas encendidas y mis dos/tres regalos están listos también. Es la primera vez que hago algo así por alguien y, aunque los nervios me carcomen, no puedo evitar estar feliz de que Derek sea la causa.

  Siento la puerta abrirse y cerrarse y escondo mis manos detrás de mi espalda para evitar que vea como las estoy retorciendo. Hace su aparición y me quedo sin aliento. Lleva una camisa blanca con las mangas arremangadas en los codos, pantalones negros —pero no de vestir— y vans negras en los pies. Sus ojos encuentran los míos y sonrío instantáneamente, de repente olvidando qué son los nervios. Derek se acerca con paso lento, su sonrisa reflejando la mía. Sus ojos pasan de los míos a sus alrededores, las velas, la barra de desayuno donde está servida la cena y de vuelta a mi, recorriendo desde mi pies hasta mi cabeza con lentitud. 

  Cuando está a unos centímetros de mi, su exquisito olor me invade y puedo ver que sus rizos aún están húmedos por la ducha.

  —Hola. —susurra con suavidad.

  —Hola. —saludo de la misma manera. 

  —Estás muy bonita, Lorelay. —murmura escaneando mi cuerpo otra vez.

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