II

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Desperté un par de horas más tarde, aunque debido al cansancio provocado por el cumpleaños de Merry sólo parecieron minutos. Eddie se hallaba inquieto, como solía serlo cuando al no ser capaz de conciliar el sueño.

­—¿Estás bien? —Quise saber, al tiempo en que giraba sobre el colchón para mirarlo. Él parecía particularmente exhausto. Suspiró.

— Si, preciosa. Vuelve a dormir.

—¿Qué sucede? — inquirí una vez más, reticente a hacerle caso. Él negó con la cabeza y acarició mi rostro a fin de relajarme, justo antes de que yo sostuviera su mano y entrelazara nuestros dedos. La expresión en mi rostro denotaba que estaba esperando su respuesta y que no me dejaría vencer hasta que la hubiese conseguido. Eddie tardó un par de minutos en hablar.

—Es Hannah. Ha estado llamando durante todo el día. —Dijo, haciendo referencia a su ex esposa. Pensé que era lo más lógico, teniendo en cuenta que era el día del cumpleaños de su hija—. Se ha molestado mucho ya que Merry no mostró demasiado interés en hablar con ella. Apenas si le respondió.

—¿Y a ti qué es lo que te preocupa? —Apoye mi cabeza sobre su hombro, tan cubierto de pecas como el resto de su cuerpo. Guardaba cierta tibieza en la piel que me reconfortó— ¿Crees que Merry no quiere a su madre?

—Creo que Merry te quiere a ti como madre —suspiró—, y no la culpo. Eres increíble con ella. Cada vez que te veo junto a mi hija afirmo nuevamente que hice lo correcto al dejar a Hannah por ti. — agregó sin contemplarme, mientras acariciaba con parsimonia mi cadera haciendo caso omiso de la tela de mi piyama. Opté por no responderle; me resultaba inevitable sentir cierta vergüenza al oírlo hablar de aquella manera. Me despertaba un sentimiento de culpa que, a mi modo de verlo, tenía gran razón de ser—. Y creo que Merry ha comenzado a notar lo mismo.

—Merry sabe quién es su madre.

—Sí, pero eso no implica que no sienta preferencia por ti. A Hannah rara vez quiere verla. Dice que no juega con ella, que no le presta atención —masculló sin pretender ocultar el hastío que lo embargaba—. Y Hannah en lugar de enmendar su comportamiento se vuelve cada vez más intolerable, pretendiendo dejar en claro que la actitud de Merry se debe a mí, que yo le incentivo la indiferencia que siente hacia ella.

— ¿Tienes miedo de que te quiten la custodia? — Cuando levanté la vista, Eddie evadió mi mirada y comprendí que estaba en lo cierto. Era aquel el verdadero motivo que lo mantenía en vela.

— Hannah no tiene límites. —Reafirmó entonces mi teoría con esa simple frase. —Pensar que cuando la conocí creí que era distinta a todas... Es increíble que haya podido equivocarme tanto. Con ella y su abogado, que solía ser el mío antes de que pretendieran destruirme. —Lo observé significativamente y él no tardo en entender aquello que permanecía en mi mente—. No me mires así, ya sé que esta guerra la comencé yo. Pero, ¿cómo crees que sería capaz —comenzó, al tiempo en que se posicionaba dócilmente sobre mí y me besaba con dulzura— de no enamorarme de tu preciosa sonrisa?— dijo, antes de comenzar a hacerme cosquillas.

— Basta ya, Eddie. —No logré detenerlo, mas él pronto dejó de pretender hacerme reír, a pesar de que aún le sonriera.

— Qué lindos hoyuelos tienes. —dijo, besando mi mejilla. Sostuvo el peso de su cuerpo apoyando una mano sobre la almohada mientras que con la otra acariciaba suavemente mi rostro, contemplándome de una manera absorta. Cuando me miraba así sabía que a pesar de estar a tan sólo centímetros, Eddie se hallaba lejos de mí. No me esforcé por recuperar su atención sino por evitar sonrojarme. Si bien hacía ya cuatro años que estábamos juntos, aún sopesaba la posibilidad de sentirme por el resto de mi vida como si me hallara vagando en el instante previo al maravilloso primer beso, reviviendo inexorablemente aquella sensación durante cada instante que pasara próxima a él—. No sé si alguna vez te lo he dicho: apenas te vi supe que serías un problema.

Dulce niña mía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora