1.

62 4 0
                                    

-¡Huye! ¡Sal por la ventana!

En ese momento me estremezco. Cojo mi cuchillo y me lo guardo en la parte de atrás del pantalón. Salto por la ventana y empiezo a correr. Sin rumbo. A ningún sitio.
Esta mañana alguien le dijo a mis padres que venían. ¿Quiénes venían? No lo sé. Mis padres se lo contaron a Jack, mi hermano. Han estado toda la mañana nerviosos. Y a mí no me han contado nada.

He dejado atrás mi casa hace un tiempo. Ya no corro. Estoy cerca del manantial. Voy a parar a beber.
Huele a lavanda y a romero. Me acerco a un arbusto y cojo una ramita de cada. Me las guardo en el bolsillo de la camisa.
Algo me atrapa. Algo me agarra por la cintura y me tapa la boca. Intento gritar pero no puedo. Me tiene bloqueada. No logro mover los brazos, también me los tiene sujetos.
Me empotra contra un árbol. Me da la vuelta y puedo verle la cara. Es un chico joven de cabello negro. Nunca antes le había visto. Sus ojos azules se clavan en los míos.

-Te voy a soltar. Pero no grites, por favor -me suelta.

Saco el cuchillo y le apunto. Se echa un poco hacia atrás.

-No voy a hacerte nada -dice-. Solo quiero ayudarte.

-¿Ayudarme a qué? Estoy bien.

-No deberías andar sola por el bosque. Pueden cogerte en cualquier momento.

-¿Quién? -grito-. Bueno, ¿sabes?, me da igual.

Me separo del árbol. Voy dando pasos hacia atrás sin perder al chico de vista. Él se va acercando a mí. En el último paso que doy, caigo rodando por una rampa. Llena de espigas, piedras y ortigas. No puedo frenar.

Despierto en un lugar el cual no había visto nunca antes. Un cuarto bastante oscuro. Estoy tumbada en una cama muy dura y arropada con dos mantas.
Ya no tengo puesta la ropa que llevaba antes. Esta me queda grande.
Me miro los brazos y las piernas. Están cubiertos por pequeños cortes que escuecen.
Me palpo la parte de atrás del pantalón -donde antes llevaba mi cuchillo- y ya no está. Me levanto de la cama dando un bote.
Ando sigilosamente siguiendo una luz que parece provenir del pasillo.
Me adentro en él y descubro que la luz viene del salón o cocina.
Me acerco con mucho cuidado. Y ahí está. El chico de antes. Sentado a la mesa comiendo algo que parece ser un panecillo. Levanta la mirada. Me mira con una expresión extraña.

-Oh. Te has despertado. ¿Quieres tomar algo? -me ofrece.

-Agua.

Me acerco a la mesa. Me hace un gesto para que me siente. Él se levanta y saca de un armario una vasija y un vaso de barro. Lo llena de agua y me lo entrega.

-Gracias -digo. No me atrevo a beberlo. Pienso que tiene veneno o algo. No me fío.

Al final me atrevo a beber. No ocurre nada. ¿Qué me pensaba que iba a ocurrir? ¿Por qué iba a hacerme daño si me acaba de conocer?

-¿Qué hago aquí? -digo rompiendo el silencio incómodo que se ha formado.

-Te caíste. Te ayudé. Te traje a mi casa y te curé. Estabas inconsciente así que te cambié de ropa y te metí en la cama -dice sin más. Noto cómo el rubor se muestra en mi cara.

-¿Dónde está mi cuchillo?

Se vuelve a levantar. Abre otro armario y saca mi cuchillo. Me lo entrega. Está limpio. Me lo guardo donde anteriormente lo llevaba.
Noto cómo me rugen las tripas. Miro el panecillo que todavía se está comiendo. Vuelve a posar su mirada en mí.

-¿Quieres? -dice señalándolo.

Asiento. Se levanta de nuevo y de un armario distinto saca un panecillo que estaba guardado en una bolsa de tela. Me lo da.

-Gracias -digo de nuevo.

-¿Cómo te llamas? -me pregunta tras un largo silencio.

-Dana. ¿Y tú?

-Max -lo dice y se me queda mirando como si intentara averiguar más cosas sobre mí a través de mis ojos.

Aparto la mirada. Eso me pone demasiado nerviosa. Continúo comiendo. Él sigue mirándome.

-¿Cuántos años tienes? -le pregunto. Ni siquiera pienso en cómo debo formular esa pregunta. Sale de mi boca sin más.

-No sé. Creo que veintidós...

-¿Cómo no lo vas a saber? -exclamo.

-Hace mucho que perdí la cuenta... ¿En qué año estamos?

-En 1503 -él se queda dubitativo unos segundos.

-Entonces, sí. Tengo veintidós, ¿tú, cuántos?

-Dieciocho -digo tras pensar si debo decírselo o no.

Me termino el panecillo. Tengo que reconocer que estaba muy bueno. Bebo un trago de agua y me preparo para preguntarle lo que está pasando.

-¿Por qué me cogiste de esa manera en el bosque?

-Para que no gritaras. Estaba seguro de que lo ibas a hacer si me acercaba de repente a ti.

-¿Qué te hizo pensar así? -pregunto molesta.

-No sé. Todas sois así -esas palabras me han molestado. Yo no soy, ni mucho menos, como el resto de chicas.

-¿Y qué querías?

-Es que... Bueno, había visto que volvían a llegar al bosque...

-¿Quiénes?

-Los encargados del rey. Entonces... Vi que estabas por ahí husmeando y supe que algo te pasaba. A las niñas no las dejan salir solas.

-¡No soy una niña! -digo dando un golpe en la mesa.

-¿Qué hacías sola por el bosque?

-Pues alguien, que me figuro que será alguno de los que tú dices, ha venido a mi casa. Y mis padres y mi hermano me han dicho que me vaya.

Su cara ha cambiado de expresión. Ahora muestra tristeza e intenta esquivar mi mirada.

-¿Qué ocurre? -le pregunto.

-Se los van a llevar.

-¿A quiénes?

-¡A tu familia! Igual que hicieron con la mía...

Se me ha hecho un nudo en la garganta. No me salen las palabras que debería decir en este momento. Por un momento siento que tengo ganas de vomitar.

-Lo siento... No lo sabía -consigo decir-. ¿Adónde se los llevan?

Perdón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora