Capítulo 9

2 1 0
                                    

Me levanté de buen humor. Mojé mis párpados con agua fría para deshincharlos. Al ir al comedor, veo a mi hermana llorando desconsoladamente. Y a mi papá. Nati vino corriendo a mi encuentro y me abrazó.
-¿Quién se murió?- pregunté tratando de alivianar el asunto. Nunca imaginé lo que pasó.
-Mamá.
-¡¿Qué?!
Me resbalé del abrazo de mi hermana. Caí sentada en el suelo. No reaccionaba. Lo único que en mí se movía eran mis pulmones, mi corazón y mis lagrimales, que despedían agua descontrolados. En ese momento pensé que era imposible. Pero hasta mi papá lloraba. ¿Qué iba a hacer yo? Lo bueno es que, según mi papá, mi hermana había heredado la casa de Santa Fe, y yo el departamento que usaba para venir acá. Que estaba en su testamento. ¿Por qué mi mamá tenía el testamento listo?
Mañana sería su funeral. Mi papá se fue a trabajar luego de consolarnos un rato. Tocan timbre. Mi hermana abre y entran corriendo Ana y Franco. Ana cerró la puerta y comenzó a consolar a mi hermana. Franco me ayudó a pararme y me llevó a la pieza, donde seguí llorando. No podía creerlo. Era imposible que pase ésto. Las palabras no salían. Yo sólo me estaba quieta y lloraba. Franco me traía vasos de agua para hidratarme. No trataba de calmarme. Me dejaba llorar y se lo agradecía. Me quedé dormida. Me asombré al ver a Franco todavía conmigo. Estaba dormido con su mano en mi espalda. Y yo con mi cabeza en su pecho, cuya remera estaba empapada en llanto. Me senté y él, soñoliento, se sentó.
-¿Qué hora es?-pregunté.
-Tres y media de la mañana.
Asentí, pero no lo miraba. Seguía como bloqueada.
Mi mami, una de mis mejores amigas, ¿por qué mierda tuvo que morir?
Franco me acunó entre sus brazos y me decía que, si yo quería, iba a ayudarme a ver qué pasó, y que me iba a acompañar al velorio y que no me iba a dejar sola. Asentí contra su pecho.

En el velorio, todos llorábamos. Había un tipo que yo no conocía. No era ninguno de sus amantes. En el ataúd cerrado, estaba el cuerpo destruido de mi mamá. Había chocado en una ruta mientras llovía. Por lo menos no sufrió.
Me acerqué con Franco agarrado de mi mano, hacia el hombre extraño.
-Hola, ¿quién es?-pregunté.
-Hola, doctor Pérez. ¿Usted, señorita?
-¿Doctor?
-Era el psiquiatra de Sofía.-¿mi mamá, yendo al psiquiatra?
-¿Y usted?-volvió a inquirir el hombre.
-Sabrina.
-¡Ahh! La famosa Sabrina. Lamento muchísimo tu pérdida.
-¿Famosa?
-Tu mamá hablaba mucho de vos. No tanto de tu hermana, pero de vos sí. Decía que eras una muchachita preciosa. Que eras la única cosa por la que vivía.
-Necesito que me cuente lo más que pueda sobre mi mamá, por favor.-supliqué.
A pesar de ser secreto profesional, el hombre me contó algo.
-Tu mamá estaba deprimida, literalmente. Sufría de depresión. Y no quería tomar los medicamentos, porque tenía miedo de que vos los veas. Y en las sesiones en las cuales hablaba sobre vos, era en las que más lloraba. Que sufrías,que no podía hacer nada, que haría cualquier cosa por verte feliz, y cualquier cosa para que estés con un tal Franco.-lo miro y estaba extrañado. El psiquiatra lo miró y sonrió al ver que era él.
-Básicamente, creía que era una pésima madre, porque no tenía buena relación con tu hermana, y se culpaba por tu sufrimiento y por no poder enmendarlo. Y que extrañaba a su ex marido y que lo amaba, pero su baja autoestima la llevó a serle infiel.-le agradecí al tipo y fui a buscar a mi hermana. Le conté todo y me dijo:
-¿Y si mamá se suicidó?
Era una posibilidad. Me parecía extraño que tenga su testamento.
La semana que viene no iría al colegio. Mi papá llevó dos certificados de enfermedad para justificar las faltas. Ana y Franco hicieron lo mismo y se quedaron con nosotros toda la semana. No besaba a Franco desde el día anterior al fallecimiento de mi mamá. El pobre ni se quejaba. Se bancaba verme llorar y me repetía que todo va a estar bien, que llore todo lo que quiera. Al mes, en octubre, ya había dejado de llorar. Literalmente, un mes llorando. Y en un par de recreos en los que los recuerdos me asaltaban, hundía la cara en el pecho de Franco para que el resto del grupo no me viera llorar, mientras trataba de calmarme. Y cuando llegaba a mi casa, lloraba a mares. Recién en octubre pude lograr no llorar, con muchísimo esfuerzo, pero pude. Se acercaba el fin de año escolar. Bueno, no tanto. Pero algo así. Volví a ser la de antes, pero Franco seguía sin tocarme. Sólo me consolaba. Un día, vino a mi casa luego del colegio. Mi hermana y Ana se fueron rápido al cine. Franco y yo fuimos a la habitación. Me quité los zapatos y las medias e hizo lo mismo. Sorprendiéndolo, me senté sobre él y nos traté de dar vuelta. Digo traté porque rodé de más y terminamos en el piso. Nos empezamos a reír y volvimos a subir a la cama. Esta vez solo me senté sobre él. Comencé a besarlo mientras su erección crecía ante mi roce sobre su entrepierna. Se separó y me preguntó:
-¿Segura?
Sonreí y seguí besándolo. Él, feroz, al entender que estaba segurísima, arrancó el edredón y nos tumbó quedando él arriba. Me sacó la camisa y casi se arranca la suya de lo rápido que se la sacó. Desabroché sus pantalones y se los bajé con el boxer hasta la rodilla. Se puso el condón y, como estaba desesperado, corrió mi tanga a un lado y me la clavó de una estocada. Grité y comenzó nuestro baile. Terminé yo sentada sobre él y, entre gemidos y jadeos, le dije:
-Te extrañé tanto, mi amor.
Pareció gustarle, porque me agarró de las caderas y me empaló con fuerza en él. Acabamos juntos, y, ya totalmente desnudos, me acosté sobre su pecho mientras me acariciaba el pelo. Sentía su respiración agitada y eso me gustaba.
-¿Y si tomo pastillas? Así dejamos de usar forros.-propuse.
-No, loca. No quiero que te metas cosas en el cuerpo.-dijo cariñosamente. Asentí y me quedé quieta, disfrutando este momento. No quería arruinarlo.
Esa noche, al volver mi papá, durante la cena, sacó dos cajitas de terciopelo rojo. Nos dio una a mi hermana, y otra a mí. Marina sonreía sin parar.
Al abrir la caja, los ojos se me llenaron de lágrimas.
Era un dije, con una foto grabada. En la foto estábamos mi hermana de unos 2 años, yo de bebé, ambas sonriendo, y mi madre sosteniéndonos a las dos mientras reía con una carcajada.
Fui a a abrazar a mi papá con mi hermana, que tenía el mismo dije.
-Agradézcanle a Mari, que fue su idea.-dijo mi papá.
Fuimos a abrazarla y nos ayudó a ponerlos en nuestros collares.
Al día siguiente, le conté a Franco del collar. Y comencé a recordar todo. Y que por mi culpa mi mamá estaba triste. Por haberle mostrado tanto mi dolor, ella sufría. Me sentí tan culpable. Besé a Franco y le dije que lo amaba. Me miro extrañado y me dijo que él también. Se fue al baño y cerré la puerta de mi habitación.
Al irse, salí al balcón. Me quedé mirando el vacío.
Ahí iba a estar yo en unos segundos. Empezaron a aporrear la puerta. Escuchaba los gritos de Franco, Ana y Nati. Decidí escribir una nota rápida y volví al balcón.
"Quiero ir con mi mamá, y quiero dejar de estar viva sin ella. Los amo." escribí en el papel. Oí un sonido de madera desplomándose. Me paré en la baranda del balcón. Unos brazos me agarraron y me arrojaron dentro de mi cuarto. Franco. Cerró la puerta del balcón. Se arrodilló frente a mí y me levantó para abrazarme.
-¿Por qué te quisiste matar, Sabrina?-dijo mi hermana con mi nota en la mano. Me separé de Franco. Aún desde el suelo, dije:
-No quiero vivir sin mamá. Y fue mi culpa por contarle lo que me pasaba. Pensaba que era mala madre.
Ana sacó a Natalia de mi habitación. Franco me miraba compasivo, luego cambie su mirada de un bife. Ahora me miraba furioso y sorprendido. Apoyó su mano en el lugar del golpe.
-¿Qué te pasa?-dijo.
-No me tenías que frenar.
-Sí, tenía.
-Rompiste mi puerta.
-La habías cerrado.
-¿No pensaste que fue para que no entren?
-Sí. Por eso entré. Vos nunca cerrás la puerta.
-Pude haber estado haciendo otra cosa.
-No sé. Por suerte entré.
-No quería que me pararan. ¿No puedo ni decidir si seguir con mi vida o no?
Sonrió y me abrazó. Su mejilla seguía roja. Le pedí perdón y le sacó importancia. Comencé a ir al psicólogo luego de mi intento de suicidio. El 25 de noviembre terminé las clases. Me sorprendió no haberme llevado ninguna.
El 26, Franco pasó a buscarme. Me dejaron irme con él ya que el psicólogo recomendó unas vacaciones lejos de mi casa habitual. Como mi papá no tenía tiempo, me dio mucho dinero y, medio desconfiado, me dejó ir con Franco. No sabía dónde, solo me dijo que arme una valija como para un mes o menos.
Pidió un taxi y me llevó hasta el antiguo departamento. Sonreí al entrar. ¡Qué lindos recuerdos! Franco fue rápido a dejar las valijas, prendió el aire acondicionado y, ubicándose detrás de mí, comenzó a besar mi cuello. Sonreí aún más y eché la cabeza atrás, sobre su hombro. Agarré sus manos y las puse sobre mis pechos para que los masajee. Sacó una de sus manos y comenzó a acariciar mi cintura bajo la remera.
Me di vuelta y me besó con furia.
Nos separamos y se quedó mirándome.
-¿Qué pasaaaa?- le pregunté sonriendo.
-Nada, es que sos tan hermosa.-dice, y abrazándome, concluye- Nunca más trates de suicidarte, por favor.
Se lo prometí y fuimos al cuarto.
Nos desnudamos y lo hicimos. Una vez más. Y otra. Y otra. Nos quedamos acostados abrazándonos. Cuando nuestras respiraciones se regularon, decidimos comer milanesas.
Puso "Unchained Melody" de los Righteous Brothers. La dulce canción inundó el departamento. Me agarró por la cintura, me dio una vuelta y comenzamos a bailar abrazados. Yo no sé bailar. Franco sí. Y me avergonzó. Pero estaba contenta. Era un momento lindo. Muy lindo.
Me tiré al sofá y comenzó a hacerme cosquillas.
Luego comenzamos a ver otra película. Abrazados. En la película, el novio de la protagonista es asesinado.
Me imaginé cómo estaría yo si Franco muriera. Lo miré. Temí que le suceda como a mi mamá. Volví a ver la película. Yo estaría destrozada si sucediera.
¿Y él? ¿Y si también hubiese estado destrozado si yo saltaba aquel día? Me incorporé. ¡Qué idiota fui! Franco me miró asustado. Me cubrí la cara con las manos. ¡Qué imbécil! Franco sacó las manos de mi cara y las sostuvo con ls suyas.
-¿Qué pas...
-Perdón.-dije abrazándolo de súbito. Pobre, ni yo me entiendo.
-¿Por qué?
-Por haber intentado matarme el mes pasado. Yo estaría hecha mierda si a vos te pasara algo y...y no pensé en qué ibas a sentir vos si yo saltaba.-me abrazó fuerte. Me dijo que no me quería perder.
Ese día, desayunamos en una cafetería de por ahí. Vi que entraba un grupo de chicos y vi a uno en particular. Captó mi atención porque sentía que lo conocía. Ahí me acordé. Era Mariano, un amigo al que no veía desde que fui a Santa Fe. Me vió y vino a nuestra mesa.
-¿Sabri? ¡Boluda, estás re cambiada!
Se agachó para saludarme, pero apoyó sus labios en mi mejilla deliberadamente. Le dijo a sus amigos que en un rato iba. Agarró una silla de otra mesa y se sentó a mi lado. Franco lo miraba de forma desconfiada mientras bebía su café.
Mariano me puso un mechón de pelo atrás de la oreja y me acarició la línea de la mandíbula y la barbilla con el pulgar.
-¿Y qué onda la familia?- preguntó inocentemente.
-Eh, bueno, se separaron mis viejos a principio de año, vine a vivir con mi papá y Nati. Y mi mamá se murió hace un mes, aproximadamente.
Su gesto se descompuso. Comenzó a acariciarme la mejilla mientras repetía" perdón". Sonreí, sacándole importancia. Traté de no pensar en eso. Me dió un beso en la comisura de la boca.
-Me voy, che. Ya te saqué mucho tiempo con tu amigo.
-Soy el novio.-repuso Franco, volviéndose hacia él. Mariano sólo sonrió.
-¿Vos? Chabón, tenés facha pero terrible cara de virgo, ¿me vas a chamuyar que sos el novio?-dijo. Franco se paró frente a él, que le llevaba un par de centímetros. Me levanté y me interpuse en el medio.
-Tomate el palo y no jodás, idiota.-le soltó Franco. Mariano iba a golpearlo, así que le dije:
-Marian, andate.
Se fue mirando a Franco de forma desafiante. Él se volvió a sentar. No hablamos lo que quedó del desayuno. Él porque parecía enojado, y yo porque quería que él hable primero. Hasta que llegamos al departamento, ninguno habló. Hasta que me cansé y dije:
-¿Se puede saber qué te pasa?
-¿Para qué? Podés preguntarle a tu amigo, así se saca las ganas de seguir tocándote el pelo y haciéndose el pelotudo dándote un beso casi en la boca.
-¿Qué tiene?
Estaba fijándose algo en una lata, y, apoyándola fuertemete, se dió vuelta de forma violenta y me dijo:
-Que es un pelotudo más que te quiere caer.
-¿Qué hice yo enton...
-Nunca dije que fuera con vos. Es con "Marian".
Sonó su celular. Atendió y comenzó a agarrarse la cabeza con agobio.
Al cortar, agarró su campera y se dirigía a la puerta.
-¿Qué pasó?
-Al parecer, mi mamá no sabía de la amante de mi papá.
-Voy con vos.-anuncié.
-No, quedate que va a ser un quilombo.
-Me importa un carajo.
Resopló y me hizo una seña con la cabeza para que salga.

EllaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora