Ocho (Final)

184 35 25
                                    

Como todas las noches, Nayeon había ido al bosque a encontrarse con Hoseok. Se había sentado bajo el viejo árbol de Acacias, el cual debía empezar a florecer dentro de poco, y lo había esperado por un largo rato. Sin embargo, se había quedado dormida. Estar con Hoseok le había hecho recuperar su capacidad de dormir. Ahora, sintiéndose orgullosa de lo que había conseguido, Nayeon podía decir que había superado su miedo a la oscuridad por completo. 

-Nayeonnie.- murmuró una voz mientras la sacudía con delicadeza. De a poco, la chica fue abriendo sus ojos para encontrarse con el rostro sonriente del chico que le gustaba.

-Hobi.- saludó. -Lo siento, me quedé dormida y no te llamé.- 

-No te preocupes.- respondió él. -¿Has superado tu miedo, verdad?-

Avergonzada, ella asintió. Nayeon no quería contarle acerca de su progreso. Quería seguir yendo a visitarlo todas las noches, quería dormir en sus piernas y sentir sus caricias en su cabello y parte de su rostro. De alguna manera u otra, superar su miedo implicaba alejarse de él.

-Lamento no habértelo dicho.- volvió a disculparse. -Es solo que tenía miedo.- 

-¿Miedo de qué?-

-De perderte.- soltó ella. Una lágrima resbaló por su mejilla y Hoseok la limpió con suavidad. -No quería alejarme de ti porque te quiero.- 

-Yo también te quiero.- le dijo. 

-No en ese sentido.- se quejó ella, creyendo que el chico había malinterpretado sus palabras. -Me gustas, Hoseok. Me gustas mucho.- 

-Tú también me gustas, pequeña.- 

Ambos se miraron y sonrieron, sin creer la suerte que tenían. Lentamente, Hoseok se fue acercando al rostro de Nayeon. Sus labios se unieron en un beso delicado, completamente dulce y lleno de aprecio. El chico puso sus manos en la cintura de la joven, y ésta puso las suyas en su pecho. 

Cuando el aliento comenzaba a faltarles, los dos sintieron una sensación extraña. Hoseok se sintió ligero, más de lo que alguna vez se había sentido. Nayeon, por su parte, sintió algo extraño bajo la palma de sus manos, como si el chico delante de ella se desvaneciera bajo su tacto. Se separaron extrañados y se miraron el uno al otro. El cuerpo de Hoseok se encontraba cubierto por una luz blanca, casi enceguecedora. Efectivamente, el joven se estaba desvaneciendo. 

-¿Qué está pasando?- preguntó ella asustada. 

-Cumplí con mi misión.- respondió él. No quería separarse de la chica, pero sabía que el momento había llegado. 

-¿A qué te refieres?- 

-No soy, por así decirlo, un humano.- respondió mientras tomaba entre sus manos las de la joven. -¿Recuerdas que una vez te dije que algo me ataba a este lugar?- 

Comenzando a comprender lo que pasaba, Nayeon asintió. 

-Bajo este mismo árbol cometí suicidio. Mi vida no era la mejor y llegó un punto en que no pude soportarlo más. Estar contigo me trajo recuerdos de mi vieja vida, al igual que sentimientos.- rió él. Sin darse cuenta, ambos habían comenzado a llorar. -Sin embargo, al morir quedé atrapado aquí; con una misión que concretar. Cuando me preguntaste si creía en el destino no supe que contestar: no creía que fuera mi destino morir como lo hice ni vivir lo que viví, pero sabía que tú formabas parte de él. Mi misión para poder salir de aquí era ayudarte, Nayeonnie, y ahora que la he concretado debo irme. Lamento haberte mentido todo este tiempo.- 

-Está bien. No debes disculparte por haber tenido miedo.- respondió ella. -Te quiero, Hoseok. No importa lo que seas.- 

-Ven aquí.- dijo él. Tiró de ella con delicadeza y la apretó en un abrazo, el cual se volvía cada vez más difícil de soportar. -También te quiero, no lo olvides.- 

Con el tiempo, Hoseok terminó de desvanecerse. El cuerpo de Nayeon fue cayendo hacia el suelo, sin algo en lo que sostenerse. Sus rodillas golpearon la tierra con fuerza y, sin poder soportar el dolor de la pérdida, enterró su cabeza entre sus manos sudorosas. La ausencia de Hoseok perforó su pecho peor que cualquier tipo de arma blanca y la hizo llorar como nunca lo había hecho. Se lamentó allí durante horas, sin importar la oscuridad o el abrasador silencio. 

Algo cayó con delicadeza sobre su cabello, haciendo que se moviese de la posición en la que se encontraba. Curiosa, tomó el objeto entre sus manos y sonrió. Una preciosa rama cubierta de flores de Acacia Blanca, el mismo árbol en que la historia había sucedido, se encontraba reposando entre sus palmas. 

Fin.

Nyctophobia | Jung HoseokDonde viven las historias. Descúbrelo ahora