Clovis, el representante de las dudas existenciales de los demás.

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20/08/2016
4:56 am

En el campamento se respiraba cansancio y confusión después de dos horas defendiendo el pino de Thalia, los bordes y algunas partes donde se habían colado los monstruos de alguna manera que aún no llegaban a comprender.

–Los capitanes de cada cabaña harán una última inspección además de asistir a una reunión en la casa grande. Los demás vuelvan a sus respectivas cabañas –musitó Quirón moviendo su cola de manera inquieta pero con voz firme. Los campistas asintieron sin decir una sola palabra, todos se encontraban agotados. Los líderes suspiraron sin rechistar las palabras de su mentor a pesar de estar cansados.

–Vuelve a la cabaña, yo me quedaré. Descansa –Nico le dio un beso en la frente a Hazel cuando trató de protestar además de darle un leve empujoncito que la hizo sonreír un poco, sin poder hacer más, se encaminó a descansar casi arrastrando los pies.

–El puño de Zeus está despejado –informaron Annabeth y Piper aún con las armas en mano. Las dos chicas tenían rasguños en el rostro y piernas además de barro en la ropa. Todos estaban igual, algunos con heridas más graves pero ninguna pérdida.

Pollux trotó hacia el círculo que estaban formando en el comedor.

–El pino de Thalia está bien. Sólo un par de marcas en el tronco –se encogió de hombros y se sentó en una banca estirando las piernas.

Quirón observó a los demás capitanes comenzar a aparecer e hizo unas señas para que lo seguieran a la sala de reuniones. Todos entraron y no se molestaron en ocultar el cansancio derrumbándose en las sillas al rededor de la mesa de ping pong.

–A ver cuando vuelven por un amistoso encuentro –se quejó Lou Helen apoyando su mejilla en la fría superficie.

–Mejor que se pudran en el tártaro –gruñó Clarisse estirando su espalda mientras dejaba su lanza sobre la mesa. Se acomodó los guantes sin dedos y se recargó en el respaldo de la silla.

Annabeth se ahorró comentarios. Su cabeza trabajaba a mil por hora intentando averiguar cómo habían entrado varios monstruos y por qué atacaron sin motivo aparente. Muchas teorías, pocas probables y otras dudas asaltaban su cabeza.

Piper le sonrió de lado a Jason intentando tranquilizarlo. El hijo de Zeus aún tenía la mandíbula apretada y sus ojos aún parecían chispear. Si no hubiera sido por lo lejos que estaban, Piper lo hubiera abrazado.

Leo apoyó la frente sobre la mesa cerrando los ojos por el sueño, a su lado la hija de Afrodita le revolvió el cabello intentando despabilarlo, aunque sólo logró que él la mirara con una mueca de exagerado sufrimiento.

–Sé que están agotados, pero necesitamos analizar la situación –Quirón ya tenía su cuerpo de caballo escondido en la silla de ruedas mientras observaba a los semidioses quienes se removieron en sus asientos.

Clarisse se inclinó hacia adelante entrecerrando los ojos.

–¿Analizar? No hay nada que analizar. Al parecer tenemos a una sanguijuela en el campamento que deja entrar a los monstruos. No hay manera de que la barrera haya fallado.

–¿Cómo lo sabes? Algunos parecían entrar como si fuera su casa –protestó Katie apoyando la mejilla en su mano. La hija de Ares apretó la mandíbula.

–¡Tenemos en vellocino, también a Peleo! –respiró hondo y chasqueó la lengua–. No será una broma suya fuera de control, ¿no, hermanitos Stoll? Porque si es así conocerán el filo de mi lanza.

–Clarisse... –Annabeth levantó una ceja en su dirección. Los hijos de Hermes levantaron las manos como si estuvieran demostrando inocencia, negaron con la cabeza.

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