Capítulo 9

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Me levantó en brazos, agarrándome las piernas y rodeándolas por su cintura mientras nuestras bocas seguían unidas, aun sin moverse de la posición en la que se habían juntado por primera vez. Ninguno de los dos abrimos la boca, ni nos separamos en ningún momento. Digamos que estábamos como pegados el uno con el otro.

Niall se tropieza con algún mueble de la casa y emitie un gemido de dolor. Aun así, ninguno de los dos se mueve. Yo estaba con los ojos cerrados, tal vez el hecho de estar en sus brazos, me había dejado inmóvil. Tras un largo recorrido por la casa, noté como Niall flexionaba las rodillas y me depositaba lentamente encima de su cama. Es entonces cuando abrí los ojos.

-Niall, ¿Dónde estás?

-Estoy aquí.

La luz de una lamparita, situada en una mesilla barnizada de color blanco, se encendió. Giré mi cabeza y comencé a seguir con la mirada al chico rubio, hasta que lo tuve de nuevo delante de mi.

Mis piernas colgaban y la otra mitad de mi descansaba en el colchón. Niall sonreía, como no, pero esta vez era diferente. No era una sonrisa de felicidad, ni una sonrisa de esas tontas que te salen cuando el chico de tu instituto que tanto te gusta te dice “ey”.

Sus ojos tampoco eran azules como el cielo, esta vez se habían oscurecido, el azul se había convertido en color del mar, de las profundas mareas del océano.

Se colocó entre mi, empujando mis piernas con las suyas y acortando la distancia que nos separaba. Sus brazos se depositaron en cada lado de mi cabeza, y sus labios se iban acercando cada vez más a mi. Me gustaba tenerlo así, me gustaba sentirle así de cerca. Podía ver la lujuria que desprendían sus facciones.

Antes de que nuestras bocas se rozaran, su mano hizo que mi cabeza cambiara de posición, inclinándola hacia un lado y dándole acceso directo a mi cuello. Su aliento chocaba con mi garganta y desde ahí comenzó a construir un camino de besos húmedos hasta mi oreja.

Pequeños mordiscos hacían mis piernas temblar. No aguantaba más así. Con una mano le empuje le empujé y el me miro extrañado.

-¿Qué? ¿No te gusta?

No le contesté. Subí mis piernas a la cama y me acomodé del todo encima de esta. Ahora sí, mucho mejor.

Le hice una señal con el dedo para que se acercara a mí y eso hizo, quitándose antes los zapatos. Los míos se habían caído por algún lugar del pasillo mientras Niall me llevaba en brazos hasta la habitación.  

Cuando lo volvía a tener encima de mi, no le deje que volviera a poseer mi cuello. Ya me había cansado de este juego. Pase mis brazos por su cabeza, agarré de su cabello y estirándolo con algo de fuerza, le atraje hasta mi boca.

De nuevo bloqueada, sin poder moverme. Pero esta vez por pocos segundos. Niall cogió las riendas y con dulzura, paso su lengua por mi labio inferior haciendo así que mi boca se abriera, dejando vía libre a nuestras lenguas.

Nos estábamos regalando besos de todo tipo. Cortos, suaves, ligeros, eternos, con lengua, sin ella. Cantidad de besos en lo que parecían segundos. A mí me seguía sabiendo a poco.

-No te muevas.- Le advertí en el momento que nos separamos para tomar aire. El me hizo caso y yo, con mis dientes, agarré su labio inferior saboreándolo en mi boca. Le encantó.

Una vez que le solté, me hizo girar colocándose ahora el en mi posición anterior y dejándome a mí arriba. Esto mucho mejor. Ahora su boca se movía con rapidez, casi sin dejarme coger aire entre beso y beso. Su lengua y la mía luchaban por permanecer unidas.

El ambiente entre nosotros era puro fuego. Se podrían ver las hormonas saliendo de nuestros poros y la ropa nos empezaba a sobrar.

Baje mis manos hasta el pliegue final de su camiseta y tiré hacia arriba. Comencé a depositar un rastro de besos por su pecho, acariciándole mientras el costado. Sus manos arrugaban las sabanas, intentando descargar así las ganas contenidas.

HOTEL (PARADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora