Capítulo 4

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(-¿Qué hacéis?-pregunta Amalia, que acaba de aparecer.

-Contar nuestra historia-explica Tori-Nos viene perfecto que hayas aparecido. ¿Por qué no sigues tú? Cuéntales lo que te pasó con Armand después de que encontrásemos a Adamai.

-Claro-exclama la princesa Sadida, sentándose junto a Eva.)

Nunca he estado interesada en lo que hiciera mi hermano, pero esa vez implicaba a Tori, y ella le había llamado traidor. No entré en sus aposentos para restregárselo, como podría haber pensado, sino para averiguar la verdad, y para eso debía dejar mi orgullo a un lado y tragarme las sandeces que soltara Armand antes de que empezara con la auténtica historia.

-¿Armand?-le llamé al entrar en su dormitorio.

-¿Qué haces aquí?-inquirió, me volví hacia el lugar del que procedía la voz.

Mi hermano estaba apoyado en su escritorio, de espaldas y de pie, como si ocultara algo... pero me tragué mi afán por curiosear.

-Me gustaría hablar...-musité, él no tardó en interrumpirme.

-¿De mi fuga? ¿De mis aventuras con esa Yopuka despreciable? Pues olvídate, no quiero hablar.

-¿¡Tan difícil es hablar tranquilamente como los hermanos que somos!?-exclamé.

Armand me miró sorprendido y yo suspiré.

-Vine porque pensé que querrías soltarlo todo, tener a alguien con quien hablar de lo que te pasó, pero veo que me equivocaba...

Me acerqué lentamente a la puerta. Estaba haciendo un movimiento arriesgado, pero con mi hermano cerrándose en banda era difícil entablar con él una conversación. Puse la mano sobre el pomo...

-¡Espera!

Sonreí con picardía y cuando me volví cambié la expresión por la de la hermana comprensible que se suponía que era.

Armand se sentó en su cama y me hizo un gesto para que me sentara a su lado. Lo hice. Mi hermano suspiró.

-Ambos hemos tenido nuestra época de rebeldía adolescente. La única diferencia es que yo me fui solo. Lo primero que me propuse fue llegar a Romien, también llamada la ciudad de los héroes, donde los que buscan una vida llena de aventuras tienen la oportunidad de tenerla. En esos tiempos era ingenuo y creía que podía librarme de todo al llegar allí, pero no fue así. Al entrar en una posada para pasar la noche fuera de casa con dinero robado del tesoro Sadida, oí los rumores de que se ofrecía una buena recompensa por devolverme a casa. Por suerte, las ropas que llevaba no eran precisamente de seda. Pasé esa primera noche pensando en cómo vivir una vida tranquila, sin temor a que me atraparan, y llegué a una conclusión: debía buscar a algún grupo de principiantes y mentirles de alguna manera para unirme a ellos y mantenerles alejados de esas ofertas de recompensa por devolverme al Reino Sadida. Y al parecer, por un milagro del dios Sadida, un grupo de chicos y chicas no mayores de quince años entraron en la posada a desayunar. Ese grupo estaba compuesto por un Feca, un Sacrógrito, una Pandawa, una Osamodas y Tori, la cual pensaba que era una simple Yopuka. No recuerdo cómo empecé a hablar con ellos, a intimar, me di cuenta de que a Yuno, la Pandawa, Zedd, el Sacrógrito, y Lance, el Feca, les caía bien. Tori y Shae, la Osamodas, no acababan de confiar en mí, pero por unanimidad fui aceptado en ese pequeño grupo de caza-recompensas. Al final del día logré convencerles para ir a buscar alguna aventura en Agrest, un pueblo normalmente lleno de problemas. De esa manera quitarían su atención de los carteles de búsqueda. Pasé un par de meses con ellos y logré ganarme su confianza, hasta la de Shae y Tori. Pero fue entonces cuando decidí mandar una carta al Reino Sadida, pidiendo que me dejaran vivir esa vida. Y mientras escribía la carta en mi habitación de la posada, Shae entró. Me preguntó qué escribía e intenté resarcirla de querer saberlo, pero cogió la carta y logró leer lo suficiente para que el brillo de sus rojos ojos desapareciera. Yo me asusté y no se me ocurrió otra cosa que dejarla inconsciente de un golpe y meterla en el armario. La até y amordacé, sin saber qué hacer. Esa tarde se me ofreció la oportunidad de arreglar las cosas ya que Lance, Yuno y Zedd debían ir a una misión, y Tori había ido a una reunión de la cual no conocimos detalle. Saqué a Shae del armario y le quité la mordaza, pero la mantuve atada. Traté de explicarle lo que pasaba pero ella no dejaba de maldecirme. Fue entonces cuando, de repente, entró Tori. No tardó ni un segundo en empezar a gritarme "traidor" y dijo algo de que nunca entregaría a Shae mientras ella pudiera evitarlo. Fue entonces cuando me di cuenta de que Shae era una fugitiva de algún tipo, y Tori la protegía. Empezamos a pelear pero Tori era mucho más fuerte que yo. Estuvo a punto de matarme cuando la guardia Sadida apareció. ¿Quién les había llamado? No lo sé. Solo sé que al ver a Tori sobre mí los guardias fueron a por ella. Podría habérselos quitado de encima pero optó por marcharse. Obviamente no quería problemas con la guardia Sadida. Después de convencer mil y una veces a los soldados de que estaba bien, empezaron a registrar el dormitorio. Cuando encontraron a Shae amarrada bajo mi cama (algo que sucedió durante mi pelea con Tori) hablaron de una recompensa por devolverla al reino Osamodas. Pregunté a qué se referían pero dijeron que era confidencial. Esa fue la última vez que vi a Shae. Al parecer Tori me ha jurado odio eterno desde entonces...

Me quedé pensativa, la historia de Armand tenía mucho sentido pero había algo...

-¿No descubriste más tarde qué pasó con Shae?

Mi hermano negó con la cabeza.

-Creo que solo Tori lo sabía. Aunque hay una cosa que llevaba mucho tiempo pensando... ¿quién había llamado a la guardia Sadida? Por su culpa detuvieron a Shae.

No tardé en deducir algo muy importante.

-No odias a Tori, ¿verdad? Cómo te comportaste fuera eran solo tapaderas.

Armand asintió levemente.

-Porque entiendo cómo se sintió en el momento en el que me vio frente a Shae cuando ella estaba atada.

-Deberías hablar con ella...-murmuré.

Las manos de mi hermano sobre sus rodillas se tensaron.

-¿Tienes miedo de Tori?-inquirí.

-¡No!-exclamó, pero parecía dudar-Sí... tal vez... un poco.

-Yo estaré ahí para apoyarte y lo sabes-traté de tranquilizarle poniendo una mano en su hombro.

-¿De verdad?-Armand estaba sorprendido.

-¡Pues claro! Es lo que hacen los hermanos.

Mi hermano sonrió y, sorprendentemente, me abrazó.

-Gracias- contestó

(-¡Qué bonito!-exclama Pinpan enjugándose las lágrimas- ¡Reconciliación fraternal! ¡Eso es lo que hacen los hermanos normales! No intentar matarte...

-Vuelve a pedirme que sea normal y le digo a Mak que te pique un ojo-replica Tori.

-Discutid luego-interviene Evangelyne-Ahora estamos contando una historia. Y creo que te toca, Tori.)

Cuando Adamai y yo terminamos de hablar decidimos ir en busca de los demás. Mientras nos encaminábamos hacia los jardines Sadida me percaté de la seriedad en el rostro de Adamai.

-Algo te preocupa-deduje.

Él asintió.

-Es lo que me has dicho de que el Selacubo pueda tener la respuesta a la desaparición de los Selatrop. Deberíamos usarlo ahora.

Me detuve y miré a Adamai con reproche.

-Es cierto que deberíamos tener nosotros el Selacubo, y también es cierto que necesitamos saber lo que le ocurrió a los Selatrop, pero usar ahora el Selacubo sería ir en contra de los reyes del Mundo de los Doce.

-Pero Tori, los Selatrop están en algún lugar, lo sé, lo presiento, y sé que tú también-me encogí-No podemos abandonarlos, somos su única esperanza.

Suspiré. Estaba tratando de ser razonable pero me costaba ya que yo misma quería saltarme las normas para salvar a los Selatrop pero...

-Lo siento, Adamai-musité-No puedo ayudarte, pero no te lo impediré. Coge el Selacubo si es lo que quieres, pero no colaboraré.

Me volví para dirigirme de nuevo al castillo Sadida.

-Pero...Tori...

-No, Adamai, pídele ayuda a Yugo, sabrás convencerle pero yo...no puedo hacerlo.

Y diciendo esto volví a entrar en el castillo. Tal vez Adamai pudiera entenderlo, pero lo dudaba, y de todos modos no estaba dispuesta a contarlo. Ya había traicionado a demasiada gente y ganado demasiados enemigos entre algunos miembros de la realeza para hurgar aún más en las antiguas heridas que apenas empezaban a cicatrizar.

Me senté en el borde del balcón en el que vi por primera vez a Adamai y me quedé ahí, contemplando a las gentes del Reino Sadida llevar a cabo sus rutinas. Pero el estar en esa posición, contemplando a la gente silenciosamente, me recordó a Shae... una lágrima cayó por mi mejilla... ¿qué le habría pasado?

-Tori...-musitó una voz a mi espalda.

Me volví de golpe para encontrarme con una persona en la que antes había confiado, pero que había condenado a una de mis mejores amigas, una persona hacia el que el odio que sentía había ido creciendo con los años hasta el punto de querer matarle. Armand.

Wakfu - La Yopuka SelatropDonde viven las historias. Descúbrelo ahora