Diamantes Húmedos

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Esta es una historia que me gusta mucho y que, todavía no sé cómo, me ayudó a ganar un concurso hace un tiempo. Espero que les guste :)

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Estaba lloviendo por segunda vez en la semana y no podía concentrarme en otra cosa en que no sea el ruido de esas gotitas golpeando sobre el techo del auto. No podía dejar de deleitarme con ese hermoso sonido, y no podía pensar en otra cosa porque estaba muy concentrada en escuchar cómo caían esas diminutas gotas, cómo sonaban contra el duro metal, cómo podía ser que den vida, que la regalen sin pedir nada a cambio. No podía pensar porque tenía nada más importante en que pensar que en esas gotitas sin color pero que brillaban aún más que el sol. ¿Cómo podía ser que, siendo ellas tan chiquitas y yo tan grande, puedan hacer cosas tan maravillosas y simples como lo es dar vida y color a las flores, como lo es iluminar las calles cuando todo está oscuro y se pasa sobre ella una pequeña e insignificante luz? Simplemente no lo entendía, y creo que nunca voy a poder hacerlo.
Siempre que llueve me pasa lo mismo, me relajo, pongo la mente en blanco y no puedo hacer más que escuchar a esos pequeños e incoloros diamantes húmedos, pensar en ellos y solamente en ellos. Creo que nunca me concentro más que en ese momento. Lo agradezco, porque puedo pensar en todo sin pensar en algo a la vez. Sin detenerme y sufrir por cosas que no tendrían que lastimarme.
De golpe se ve un destello de luz y, a los pocos segundos, se oye un sonido asemejando al rugido de un león desesperado. Parecía que lo seguía, que intentaba atraparlo, pero no podía y por eso se enojaba e intentaba llamarlo, aunque sabía que ese destello de luz, ese hermoso y delicado destello de luz, nunca estaría entre sus grandes y hermosas patas de felino protector.
Ahora, han pasado los minutos y cada vez el sonido es más tranquilo, más lento y silencioso, como el suspiro de los enamorados, pero mucho más hermoso y cómplice, más relajante y tímido, más silencioso pero, a la vez, más comprensivo.
De repente y con un gran viento, la lluvia vuelve, acompañada de fuerza, de reproches de niños pequeños que no quieren irse a la cama porque prefieren jugar con sus juguetes que dormir. Pero tienen que entender que es hora de irse a descansar ya, que no pueden jugar siempre porque si no se aburrirían y se cansarían; y sus padres no pueden permitirlo porque ellos tampoco dormirían y no podrían trabajar, al día siguiente, y su jefe los multaría. "No me importa" dicen los niños, "a mi tampoco" dicen los padres. Y se desata una pelea entre ellos, una pelea tranquila, un juego de palabras lleno de verdades y preocupaciones, de reproches y aburrimiento. Al fin, logran ponerse de acuerdo y todo vuelve a la normalidad, los padres se toman un té mientras sus hijos juegan unos momentos más con sus preciados juguetes. Luego se van todos a dormir mientras que la lluvia de fondo, les sirve como canción de cuna, hasta que ella también tiene que irse a dormir porque sus padres no quieren que se se canse demasiado y luego ellos tengan que trabajar de más para que pueda volver a jugar con esas gotitas brillantes y hermosas que dan vida y color a la tierra.

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