Un leve gemido se escuchó en la habitación, seguido por un segundo. Al tercero de ellos, la mano de Itachi se colocó sobre la boca de Deidara acallando aquellos ruidos que, pese a gustarle, suponían un grave problema para ambos. El rubio se quedó paralizado unos segundos sin entender por qué aquel moreno le hacía mantener silencio, cuando Pain siempre le había enseñado que cuanto más gritase más excitaría a los hombres. No podía entender nada.
- ¿Acaso quieres que nos pillen? – susurró Itachi mordiendo su oreja – no sabes cuánto me excita escucharte, pero no puedes hacerlo, lo siento.
- ¿Vas a traerme mordazas a partir de ahora? – preguntó divertido Deidara.
- Te sorprenderá lo que te traeré – le sonrió Itachi – pero hoy... tendrás que aguantar.
- Eso será fácil – dijo Deidara – puedo mantenerme callado.
- ¿En serio? – preguntó divertido Itachi – suena a un desafío.
- Es un desafío – sonrió Deidara sin poder evitarlo – nunca nadie me ha hecho gemir de verdad. Es fácil para mí fingir.
- ¿Así que fingías hasta ahora? – preguntó Itachi – no te preocupes, yo haré que quieras gritar como nunca pero no puedas hacerlo – le susurró una vez más confiado de sí mismo.
- No seas tan egocéntrico, tú no eres capaz de hacer algo así.
- Ya veremos qué tan bien te entrenaron para no sentir nada – aclaró Itachi – estoy deseando ver cómo contienes los auténticos gritos. Conmigo no tendrás que fingir.
- Perfecto entonces. Inténtalo si puedes.
Itachi aprovechó su cercanía para morder con lujuria el cuello de Deidara al mismo tiempo que pellizcaba con suavidad sus pezones. Deidara ni siquiera hizo el amago por gemir o gritar, tan sólo su respiración se aceleró levemente y dejó escapar una sonrisa al notar aquellos sensuales labios besando su cuello.
Toda la piel de Deidara se tensó al instante, poniéndose de piel de gallina por las cosquillas que le producía aquel excitante roce. Pese a la excitación de ambos, ninguno de los dos estaba dispuesto a dejarse vencer por el otro. Deidara sabía que él jamás se enamoraría de nadie, que jamás caería en las redes de alguien diferente que no fuera Pain, él le tenía demasiado atrapado en esa familia que a veces... le obligaba a hacer cosas que no quería hacer. Ahora estaba allí, en aquella situación con el director de la prisión pensando únicamente en él, en una manera de escapar de todo, sólo necesitaba complacer una última vez a un hombre, a ese moreno que le daría su libertad si todo salía bien.
Con aquel pensamiento en la cabeza, ni siquiera se dio cuenta cuándo Itachi ya había bajado hasta su expuesto miembro lamiéndolo con suavidad mientras con sus dedos preparaba la entrada del rubio. Deidara mordió su labio con suavidad evitando así que se le pudiera escapar algún gemido. Era posible que necesitase mucho más que eso para llegar a gemir de verdad, pero no pensaba tan siquiera dejarle escuchar ni un mínimo sonido de su parte que le indicase a aquel orgulloso chico que podía gustarle lo que hacía.
Sin mayor dilación y observando el moreno la perfecta posición de aquel chico atado a cuatro patas encima de su mesa, no aguantó más las ganas y acabó terminando de quitarse la ropa que le faltaba. Sacó los dedos del interior de Deidara y se posicionó mejor obligando al chico a bajar un poco el trasero para llegar perfectamente hasta él.
Con delicadeza, empezó a introducirse en él. Le habría gustado escuchar a ese chico, pero Itachi se dio cuenta de una cosa, no iba a conseguir tan fácil que ese chico sintiera algo. Seguramente toda su vida había fingido que el sexo le gustaba, que todos podían hacerle gritar cuando en realidad... no lo disfrutaba. Para ese chico sólo era un trabajo, un sistema de mantenerse con vida, fingir que le gustaba cuando no era así sería fácil para él.
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Perro prisionero (Naruto, Itadei)
FanfictionDeidara es un muchacho de diecisiete años que trabaja para la mayor banda criminal, los Yakuza. Tras ser capturado por la policía acaba en la prisión de Tokyo. Ser el nuevo y encima tan joven, le traerá más de un problema en la prisión, pero pronto...