Tumbado en el colchón de su celda, Deidara observaba el techo con detenimiento. Había pasado sólo un mes en aquel lugar y aún le faltaban cinco meses más. Aquello era inaguantable. Sus ojos observaron a través de la reja de la ventana. Pronto caería la noche pero a él le daba igual. Por suerte o por desgracia, Sasori no se había percatado todavía de sus encuentros con el director de la prisión, pero tampoco había podido librarse por completo de las garras del pelirrojo.
Más de una vez había tenido sexo con él o con alguno de sus secuaces a quien quería recompensar por sus esfuerzos, tampoco es que le importase mucho, estaba acostumbrado al sexo. No significaba nada especial para él. Pensaba en ello cuando alguien le vino a la cabeza, Itachi Uchiha. Quizá él sí había conseguido algo que los demás nunca harían, sacar una parte juguetona y morbosa en ese chiquillo alocado y descarado.
Reconocía que tras un mes manteniendo sexo con aquel hombre y hablando de varios temas sin importancia, empezaba a vislumbrar el fondo de ese chico. No era tan malo como parecía, ni tan arrogante, ni tan meticuloso, quizá se estaba enamorando de él o puede ser... que incluso el Uchiha estuviera sintiendo algo especial con aquellos encuentros. Deidara había visto ese diminuto cambio en su comportamiento. Ya no le trataba como a un cualquiera más, a veces hasta le trataba como una persona con sentimientos, era más agradable y dulce que de costumbre.
El sonrojo se hizo presente en él al darse cuenta de aquello. Que Itachi Uchiha le pareciera dulce era un gran error. Recordaba las palabras de su jefe, de Pain, ese acuerdo de jamás enamorarse pero... no podía evitarlo. Aquellos sentimientos le desbordaban, estaba fascinado con Itachi Uchiha, le quería y estaba seguro de ello, aunque jamás pensaba admitirlo. Le daría lo que quisiera y después se marcharía muy lejos de esa ciudad, donde nadie pudiera encontrarle y hacerle daño, no podía permitirse enamorarse pese a saber que estaba cayendo en los encantos de aquel hombre de profunda mirada.
- Espabila, Dei... - se golpeó las mejillas con las palmas de las manos – él jamás se fijará en alguien como tú, él no es para ti. Cinco meses... cinco meses y desapareceré de este país, podré ser libre, tengo que centrarme en mi meta, sólo en eso – se repetía como si aquello pudiera eliminar lo que estaba empezando a sentir por Itachi.
Esa noche hizo un frío espantoso. El invierno se acercaba pero no era lo que más molestaba a Deidara, sino los leves quejidos y sollozos de su compañero de celda. Desde que Sasori le había amenazado, ese chico no había sido el mismo. Se pasaba el día solo y alejado del rubio, nadie en su sano juicio se atrevería a hacerle algo a ese rubio mientras estuviera bajo la protección del pelirrojo. Deidara, sin poder aguantarlo más, se levantó de su camastro para ir hacia su compañero.
- Ey, ¿estás bien? – le preguntó Deidara al verle temblar - ¿Quieres otra manta?.
El chico al ver a Deidara tan cerca de él, intentó alejarse todo lo que pudo hasta que su espalda chocó contra la pared. Se le veía nervioso y no era para menos. Deidara sabía que todos tenían pánico a las consecuencias que podía traer con Sasori si alguien se acercaba a él.
- Lo siento – dijo Deidara intentando alejarse un poco – no pretendía...
- Aléjate de mí – escuchaba que susurraba el otro chico muerto de miedo por si le ocurría algo más por su culpa.
- De acuerdo. Me alejo, ¿vale? Pero cógela – dijo Deidara acercándole una de las mantas – vamos.
El chico le miró sorprendido y pese al terror que tenía, acabó acercando la mano para coger la manta que aquel rubio le brindaba. La tomó entre sus manos con gran rapidez y volvió a su posición tapándose con ella, volviendo a alejarse del rubio que sonreía al haber conseguido acercarse un poco. Quizá siempre le había gustado ayudar a la gente, pero pocas veces tenía la oportunidad de hacerlo. Pain le obligaba a delinquir, a hacer el mal, a mirar por sí mismo antes que por los demás, eso le hacía sentirse como una persona horrible. A veces, cuando nadie le miraba, intentaba hacer lo correcto, pero era tan difícil ayudar a los demás cuando debías sobrevivir...
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Perro prisionero (Naruto, Itadei)
FanfictionDeidara es un muchacho de diecisiete años que trabaja para la mayor banda criminal, los Yakuza. Tras ser capturado por la policía acaba en la prisión de Tokyo. Ser el nuevo y encima tan joven, le traerá más de un problema en la prisión, pero pronto...