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Quizás Ayato nunca lo diría y Hinami jamás lo aceptaría; pero ese momento, el cual culminó con ese pequeño acercamiento entre ambos, aunque efímero como los fuegos artificiales y sorpresivo también, había iluminado de cierto modo la despiadada rutina que hasta hoy había estado jodiéndolos a ambos por igual de diversas formas y en diferentes tiempos.

No se dijeron nada al llegar al edificio, Naki y sus subordinados los interceptaron en el camino (preguntas sin sentido) y Ayato los ignoró, Hinami simplemente hizo una reverencia corta antes de seguirlo diciendo que estaba cansada y quería dormir, y antes de separarse para irse a sus habitaciones, ella lo detuvo sosteniéndolo del antebrazo.

―¿Qué? ―Hinami no dijo nada―, ¿qué te pasa?

Ella negó con la cabeza sin dejar de observar el suelo. Cuando trató de aspirar profundo para darse valor y agradecerle nuevamente de corazón por haberla llevado a presenciar los fuegos artificiales como fue su deseo, la nariz le hizo una nueva jugada en la que el aroma de Ayato le nublaba la razón y la hacía sentirse extraña (en el buen sentido). No podía definirlo, pero se sentía mareada y a la vez muy contenta cada vez que se concentraba de nuevo en ese curioso perfume con olor a decadencia y a hombre; algo en eso le hizo pensar en la niebla. Tan espesa que ocultaba las cosas.

―Nada... buenas noches ―y lo soltó sintiendo que la quemaba, para irse por su lado con la cara enrojecida oculta por su gran fleco.

Ayato arqueó una ceja confundido, pero después retomó su camino hacia su propia alcoba con una extraña paz en su interior. Acompañar a la mocosa a ese estúpido evento no fue tan malo como pensó en un principio. Verla tan feliz por las luces sobre el cielo le hizo sentir tan tranquilo como satisfecho, y no hablaba del estómago en sí, sino de algo más allá de eso.

Y sin embargo no pudo evitar pensar en Touka, en su estúpida hermana mayor...

«Más te vale seguir viva» pensó encerrándose en su habitación con un sabor agridulce en su paladar.

Y luego estaba Fueguchi.

Nunca había notado lo pequeña y delgada que era hasta que la sostuvo firmemente contra su pecho; por un momento pensó en que si la estrujaba más la partiría en dos. Es claro que Fueguchi era más resistente que eso, pero el contacto con su esbelto cuerpo le había hecho sentir lo contrario. De hecho, ahora que lo pensaba con detenimiento, Fueguchi era la primera chica (aparte de Touka) que sostenía contra él con una sola intensión:

Protección.

La sola palabra le daba escalofríos y lo peor es que no sabía si eso era bueno o todo lo contrario, pero por hoy trataría de no pensar en ello. Debía centrarse en sus deberes de mañana. El momento de paz se había acabado, desde mañana, era hora de regresar a trabajar.

𝓛𝓾𝓬𝓮𝓼 𝓭𝓮𝓵 𝓒𝓲𝓮𝓵𝓸Donde viven las historias. Descúbrelo ahora