VI. FINAL

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Hinami por otro lado, se cambiaba de ropa dejando la máscara y su atuendo en su lugar, oyendo detalladamente la radio.

-Hermoso, ¿no es así?

La chica asintió sonriendo y con el rostro colorado.

Seeep ―asintió poniéndose una blusa delgada, sacándose el brassier. Dio una vuelta de baile y continuó desvistiéndose.

Esperemos que hayan disfrutado del espectáculo y que, más que nada, lo hayan presenciado y gozado con esas personas tan especiales para ustedes. Porque jamás hay que olvidar esos momentos tan llenos de calidez y comodidad, eso es lo que hace de un día o una noche, más memorable de lo que ya es por sí solo.

Soltando una risita, Hinami contestó en un susurro cargado de emociones:

―Lo sé ―y se puso el pantalón del piyama.

Más tarde se dejó caer de espaldas contra su cama y abrazó su almohada.

―Mi persona especial, ¿eh? ―Sin poder evitarlo rememoró una y otra vez el sentimiento que la atacó cuando Ayato la sorprendió con su abrazo y reprimió un fuerte chillido contra la almohada.

Y ese semblante iluminado por las luces de colores.

Tan tranquilo, tan sereno y tan...

Admítelo, es lindo.

No es que tuviese experiencia con los chicos, pero aparte de su hermanito, Ayato era el chico más atractivo que había logrado captar su atención. Aunque era más que obvio que las sensaciones que recibía su cabeza al ver a su hermanito con el torso desnudo (porque lo había llegado a ver) y las que recibía al imaginar a Ayato del mismo modo no tenían nada que ver.

La imaginación superaba por mucho a la realidad, y si de algo Hinami podría jactarse después de haber leído día y noche casi sin descanso es que su imaginación era lo suficientemente extensa para poder visualizar sin problemas a Ayato con esa típica pose suya y con tan sólo sus pantalones puestos.

―¡Ay no! ―Se tapó la nariz rápidamente antes de que la sangre que empezaba a bajar por su nariz no manchase ni su almohada ni su piyama y se fue corriendo al baño con una sonrisa pícara.

Mejor que no se entere de eso.

Una vez que se limpió y se miró al espejo se le ocurrió algo.

―La próxima vez, iremos todos juntos ―murmuró imaginando esta vez un escenario casi idéntico al de esta noche, pero con Kaneki y Touka también.

Sería paciente, esperaría para poder encontrar de nuevo a su hermanito y poder reunirlo con Touka (verlos finalmente felices), además, Ayato también tenía mucho que decirle a su hermana y explicarle varias cosas. Porque esta noche había comprobado que en el joven Kirishima había algo más allá aparte de un deseo enfermizo por las batallas; algo más profundo y noble, algo que guardaba sin gloria en su interior. Y Hinami se dispuso a ayudarlo hasta que ambos hermanos pudiesen reencontrarse.

Así como Ayato la llevó a presenciar las hermosas luces, ella lo ayudaría a él encontrándose a sí mismo y lo guiaría a donde pertenecía: al lado de su familia. Tal y como Hinami sentía pertenecer a la familia de Kaneki y Anteiku en general.

Con esa promesa en mente, se marchó a dormir dispuesta a tolerar ese horrendo lugar el tiempo que fuese necesario con tal de alcanzar sus objetivos que nada tenían que ver con los de Aogiri.

«Te encontraré Nii-san, por Nee-chan y por todos los demás» pensó ya en su cama viendo fijamente las estrellas.

Y cuando lo encontrase, lucharía con él codo con codo por un amanecer donde no tuviese que sentirse atemorizada o intimidada. Protegiéndolo a él, a Nee-san y a Ayato junto con todos sus amigos.

Se haría fuerte por todos y cada uno de ellos.

―FIN―

𝓛𝓾𝓬𝓮𝓼 𝓭𝓮𝓵 𝓒𝓲𝓮𝓵𝓸Donde viven las historias. Descúbrelo ahora