Capítulo 2 - "La Carta"

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Los tres hermanos mayores eran simples mortales. Frenk, el mayor, se encontraba en Suecia, trabajando como un reconocido cardiólogo; Emilia, luego de cuidar de mi por cinco años, decidió no terminar sus estudios, en cambio, se casó con un arquitecto diez años mayor que ella; y por último Karl, quien prefirió convertirse en un viajero  errante y recorrer Asia a pie.

De los siete sobrantes, cuatro concurrían a una escuela llamada Hogwarts, y los otros tres vivían donde nuestra tía Floop.

En cuanto a mí, mi padre me trajo con él cumplidos los cinco. No era lo mejor del mundo, pero era un hogar. Se me prohibía salir de la habitación luego de las ocho. El silencio era esencial para la vida pacífica de los que allí vivian, solía decir mi padre. Así que, para un niño, vivía en una cárcel.

Con un padre distante que trabajaba casi en día completo y encerrado en una pieza rodeado de ancianos, no eran muchas las opciones de diversión.

¡Pst! ¡Christopher! ¿Saldrás hoy?
Mi única —o una de las pocas— opción era huir junto a Glenda, una niña de mi edad que vivía a dos piezas de la mía con su padre: Mr. Strooged, un viejo cascarrabias que la había adoptado a sus tres años.

Nuestra principal actividad, junto a Glenda, era vigilar y tomar. Llabamos así a algo tan simple como robar.

Desde pequeño, siempre he destacado dentro de la familia gracias a mis habilidades en el tema mágico. Hacer levitar objetos fue algo que descubrí que podía hacer a mis siete años, así que lo perfeccione. Empecé por objetos pequeños, aumentando su tamaño conforme las semanas pasaban. Esto me ayudo a perfeccionarme.

En nuestras salidas usábamos esa práctica. Glenda distraía a las personas y yo tomaba los objetos llevándolos hasta mi ubicación. Pero una tarde nos descubrieron.

—¡Esto es inaceptable! —dijo mi padre —Te enviare con tu tía, haber si así me evito problemas.

Apenas termino esa frase, me ví sentado en un tren, junto a una anciana que no paraba de hablar de su difunto marido, con destino directo al norte, a un pueblo casi sin nombre apenas visible en un mapa.

Mi tía Floop vivía en una casona a las afueras de Cloorktown. Los tres hermanos que vivían junto a ella eran los que yo llamaba como "marginados". Gus, el mayor de los tres, fue expulsado de Hogwart junto a Mill, nadie sabe la razón de eso, solo papá. Luego de esos dos, les sigue Fryda, quien no quiso hacer nada de su vida luego de la muerte de nuestra madre, y decidió mudarse con la tía para no oír las quejas de papá.

Esa tarde, cuando llegue a Cloorktown, el cielo estaba negro y tronaba. La melena roja y crespa de tía Floop se notaba desde el tren. Baje de este sintiendo el cambio en mi, de un Shirton a uno de los "marginados".

—¡Bienvenido, pequeño!

Recuerdo perfectamente como las personas, las pocas que había, voltearon a mirarnos debido a la chillona voz que lanzo tía Floop. Detrás de ella, Gus aguardaba con una sonrisa torcida y los brazos cruzados.

La casa de dos pisos daba la sensación de inestabilidad. De madera vieja y cubierta de polvo. En olor a humedad poblaba el aire y a medida nos acercábamos los gritos de una discusión resonaban.
—Ignóralo —sugirió Gus al ver mi cara de desconcierto —, ellas viven discutiendo.

Gus y Mill eran mellizos, ambos con ese espíritu alegre y la misma sonrisa, pero Mill era la más alta. Fryda era dos años mayor que yo, y con trece años era un saco de rebeldía andante. En cuanto al carácter de mi tía, ella era un alma pacífica, o al menos ella solía hablar de si misma de esa manera. Según me contó Gus, Mill y Fryda discutían más que a menudo, por cualquier tema.

A penas coloque un pie dentro de la propiedad, un vaso dio contra la puerta, rozando mi nariz.

—Niñas, niñas, calma.

Ninguna obedeció los pedidos de mi tía, por lo contrario, Mill lanzó una cuchara directo a la cabeza de Fryda. Una carcajada salio disparada desde mi garganta y me guarde el remordimiento bajo la mirada molesta de la menor. A mi risa se unió la de Gus y Mill, quien se acerco y choco mi hombro con su puño.

—Llegó el rebelde de la familia —dijo riendo y salió hacia la escalera —, sígueme.

Ambos nos dirigimos a las desgastadas escaleras, los rechiñidos de los escalones bajo mis pies no hacían más que dejarme los nervios de punta. Pequeñas ventanas acompañaban el recorrido hasta el segundo piso, junto con algunos cuadros de los hijos de tía Floop.

—Cuando papá me lo dijo no me lo pude creer... ¿quién iba a creerlo? —soltó regalándome una sonrisa cómplice —Aquí es. Ponte cómodo, si puedes...

Luego de que se retiró observe a mi alrededor, comprendiendo las palabras de Mill. La habitación era pequeña, un vez que me senté sobre la cama, noté lo dura que ésta era.

Abandonar las comodidades que se me ofrecían en mi antiguo "hogar" sería algo, de lo cual tenia conocimiento, difícil. Además de que el haber dejado atrás a Glenda y nuestras divertidas atrocidades, como dijo el dueño de aquella tienda, era algo que me entristecia.

El repiqueteo de algo contra el cristal de la ventana. Unos ojos amarillos causaron que cayese de la cama. Me acerque a la ventana y la abrí, en cuanto lo hice, una lechuza blanca entró a la habitación, con un sobre amarillento en su pico. El sello que éste traía lo reconocí gracias a las cartas que recibieron Skyler, Maia, Víctor y Maddie, los cuatro hermanos que estaban ahora en Hogwarts.

INHERITORE _ Harry PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora