Era viernes, llevaba a mi hermanita a la escuela y el clima era caluroso. Ella iba delante mío y tarareaba una canción que le habían enseñado sus amigas, canción que estaba de moda y no me gustaba para nada.
Al llegar su maestra la recibió. Sinceramente, la escuela a la que iba no le ayudaba en nada con sus estudios, sólo era un gasto de tiempo y los maestros no eran nada buenos. No iba a aprender nada. Pero el gobierno imponía a los padres a mandar a sus hijos a esa cárcel jerárquica, donde se les enseña nada sobre conocimiento, nada sobre la vida, solamente lo que el gobierno mismo quiere que aprendan. Me sentía en negación con el sistema educativo.
Con una falsa sonrisa, me despedí de la maestra y luego la cambié por una auténtica para saludar a mi pequeña. Quería que mi hermana aprenda de la mejor manera, y esa era querer aprender, sin embargo, se veía algo ya reacio en esa escuela. Simplemente me rendí con ello.
De vuelta a casa, mientras observaba el camino y la gente que pasaba a mi alrededor, me topé de nuevo con el chico del otro día. Tenía la cabeza gacha, con la mirada por el piso, como sí estuviera buscando algo. Por un momento paré, miré mi pecho y me di cuenta de que había olvidado el pin de la carita feliz. Es que soy estúpida, pensé. Deduje que andaba buscando el pequeño objeto y que por eso iba tan concentrado mirando al suelo, tan concentrado que se chocó contra una señora que pasaba. Pidió disculpas y siguió con su camino un poco sonrojado
¿Sera que lo devuelvo? Quizá es algo importante para él, uno nunca sabe.—Oye— llamé su atención de manera brusca. Se dio la vuelta despacio, con una cara de enfado y me miró a los ojos, logrando ponerme tensa. Lo reté con la mirada, porque a mi nadie me mira feo sin razón aparente. — ¿Estás buscando esto?— abrí la palma de mi mano donde se encontraba el objeto. Tardó unos segundos en responder.
—Si, gracias.— lo tomó de mi mano y lo miró como inspeccionando que sea el mismo. Por sorpresa me tomó cuando me lanzó el pin de nuevo, era bueno tener algunos pocos reflejos. Sonrió.— Entonces, quédatelo. Es un repelente contra lunáticos y asesinos, hay bastantes por aquí hoy en día, ¿No te parece?
—Vaya, qué gran imaginación tienes.— Sonreí complacida porque llevamos el mismo nivel de sarcasmo. Me agradaba este chico.— Sí entrara un asesino por mi ventana, no dudaría en cortarle la cabeza mi katana. Pero gracias por el pin, me ha gustado.
—Pobres asesinos. Quizá deberías dormir con él, para que no ocurra ninguna desgracia, dicen que lo que decimos lo atraemos.— respiró tranquilo.— Es por tu seguridad, nada más, o quizá estoy más preocupado por el cuello del asesino.— alzó los brazos y negó con la cabeza lentamente.— Realmente no lo sabremos.
—Okay, como tu digas. Entonces, ¿Cómo te llamas?- supongo que quiere que me mate con la punta del pin, de otra manera, ¿Por qué sería por mi seguridad? Seguridad es lo que siento cuando me doy cuenta que mi arma favorita sigue afilada; mi katana, quiero decir.
—No te lo quiero decir, así que hasta luego.— se volteó y comenzó a caminar. No veo una razón para confiar en un extraño y eso, pero me resultaba alguien divertido.
Grité alto y claro:—¡Aguafiestas!—, pero él ya no estaba. Fue lo mismo que aquella vez. Miré el pin y sonreí. Bueno, ahora que es mío, debería cuidarlo, ¿No?
Llegué a casa y me dispuse a ver unos papeles de mi escritorio, clasificarlo y esas cosas. Entre ellos, se encontraba una invitación a una fiesta de cumpleaños de una amiga extranjera ¿Debería ir? Consulté con Sonia, pero ella estaba ocupada ya que también tenía una fiesta de cumpleaños. Para mi mala suerte, al preguntar, no era la misma. Claramente no iba a ser la misma, sigo con mis estupideces. Luego de un rato me decidí por ir, ya que a esa persona la conocía desde hace dos años y no pensaba dejarla en un día tan importante para ella.
Pasaron los días, varios a decir verdad. Por mucho tiempo no había podido dormir tranquila, siempre que lo intentaba, me sentía atacada, entonces abría mis ojos. No había nunca nada. Le dije a mi madre que dejaría de ver historias de terror, incluso fui al médico, y me dijeron que pusiera un poco de lavanda bajo mi almohada, pero ni así lograba conciliar el sueño.
Llegado el día del cumpleaños, me puse un vestido liso, mis tacones chinos negros y un saco negro. Agarré mi cartera, el regalo y me fui al bendito lugar donde se suponía iba a pasarla bien. Al llegar, había mucha gente conocida, pero ninguno era algún "amigo". Llamé a Sonia para ver cómo le iba a ella, ya que no solamente yo puedo tener tanta mala suerte. Hablamos por un buen rato hasta que se tuvo que ir. Yo estaba sola, apartada del resto y, es que soy algo asocial. Cuando Sonia cortó, llamé a Emily, una amiga mía. Sólo tenía una mejor amiga, y me abastecía de otras tantas amigas, pero sabía que ninguna iba a querer responder mis llamadas a tales horas de la noche. La madre de la cumpleañera nos pidió que entraremos al salón, al entrar me entregó una rosa azul. El camino de rosas. Fue lo típico, aunque no estuve toda la noche, e interactué con alguna que otra persona, sólo hasta las cinco de la madrugada. Estuve más afuera que adentro con toda esa gente sociabilizando.
Esperé en el portón a mi Abuela a eso de las cuatro menos cuarto, porque si, mi abuela no es tan vieja como para no manejar por cuenta propia. Entre pensamientos, mi mirada se posó en un bosque cercano que había cruzando la ruta, el cual estaba bastante oscuro y daba mala impresión. Por alguna extraña razón, se me hacía familiar ese tipo de oscuridad. De pronto, me comenzó a doler la cabeza y un borroso y opaco recuerdo vino a mi mente. Era una mancha blanca, como ya dije, borrosa y venía hacia donde estaba yo. Sentí una dolorosa punzada en mi cabeza, algo así como sí te insertaran una aguja. No entendía qué demonios pasaba ahora conmigo. La bocina del auto me despertó del trance, y volví a la realidad. Camino a mi casa, mi abuela puso su disco favorito de música, así como música folclórica. Lo habitual en ella.
Al llegar, me fui a dormir, estaba cansada. Aún no sé de qué.
4:27. Escuché un ruido, me desperté y no me pude volver a dormir. Si, me asusté un poco y encendí la luz. Corrí hasta mi escritorio, por alguna sensación extraña del momento, saqué el pin del segundo cajón y lo coloqué en donde estaba mi corazón, el lado izquierdo de mi pecho. Dejé de sentir tanta tensión en el ambiente y fue un alivio. Sentí como sí el peso psicológico que el chico le dio al pin, diera resultado como una técnica de apoyo. Nuevamente me encamine a mi cama, me acosté y me dormí.
Ya por la mañana, me bañé y puse el pin, en el mismo lugar de anoche, en mi remera manga larga. Me vestí rápidamente con la sensación de querer salir rápido a respirar. Me despedí de mi familia y me largué a caminar un largo rato, mas bien, fui a ver sí encontraba a ese chico. No había desayunado, así que me dirigía a una cafetería/librería en donde podría tomar café con tostados y leer un rato. Al dar la vuelta en la esquina, me crucé con él. Bendito sea el destino que nos trae casualidades como estas. Creo que la anterior frase dicha por él, "Lo que piensas lo atraes", es bastante cierta. No lo pensé siquiera y lo saludé.
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El Trato ||Bloody Painter||
Fanfiction¿Quién diría que por escapar de un psicópata, terminaría atada a otro? Las peleas, su egoísmo, su frialdad, su alma corrompida, y las cosas que hacía por mi. El trato que juré mantener me cortaba la garganta, mientras que él sonreía con la friald...