Capítulo 9 ♥

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-No puedo entender cómo te hiciste esa lastimadura en el rostro.- Mi madre está cruzada de brazos frente a mi, su expresión enojada me hace sentir pequeña.- Es imposible que seas tan torpe, ¿Es que no podías ver al maldito clavo que sobresalía de la pared? Gracias a Dios que estaba Álvaro aquí, sino todavía tendrías el rostro sangrando.- Comienza a suspirar y se toca la frente con gran frustración. Ese gesto hace que me irrite yo, pero me contengo, demasiados líos por hoy. - Bueno, supongo que no se puede hacer nada. Tu padre se va morir de un infarto cuando te vea. Menos mal y agradezco a Dios que se fue de campamento con tu hermana.

Se da la vuelta como si hubiera recordado algo importante y la veo desaparecer en la sala. Mi madre podía ser provocada de manera inmediata, eso no me convenía. Veo mi celular sobre la mesa donde antes había sonado, me levanto con fingida tranquilidad y veo los mensajes; Llamadas de Sonia, de Álvaro, de un número desconocido y de mi padre de hace ya algún tiempo. Presiono el número desconocido y veo su información de contacto, literalmente no había nada más que el número. Decido marcarle, quizá era alguno de mis compañeros, aunque no sabría porqué me están llamando cuando claramente no había clases. 
Llamé, llamé una y otra vez, pero nadie contestaba la otra línea. Sólo escuchaba el insistente pitido. Rendida lo dejo sobre la mesa y vuelvo a lo que iba a hacer en todas mis ideas principales; Comer algo. No tenía ganas, pero hoy casi me mataban, no tenía fuerza suficiente para que ese cuchillo no me agujereara la cara, al mirarme en el espejo estaba pálida como si fuera un vampiro. Muy a mi pesar, cuando agarré la manzana de la frutera, el color rojo me lastimó los dedos y la tiré como si de verdad lo hubiera hecho. Simplemente la imagen de la sangre que rodeaba los dedos de Javier me abrumaba, no podía comer nada rojo, no podía vestir de rojo, y siempre fue mi color favorito. Dejé la manzana en el suelo y agarré otra cosa, una pera por ejemplo, luego fui hasta mi habitación y me quedé viendo el palo de escoba que mi madre dejó ahí por falta de paciencia, justo al lado de mi puerta. Casi sin pensarlo lo tomo y entro como si hubiera alguien dentro, reviso cada lugar, cada rincón que pudiera encontrar allí. Nadie, nada. Voy hasta mi cama, presiono mi cara contra las almohadas y suspiro. Mi madre me llama desde abajo, sé que tengo que bajar antes de que vea el palo de nuevo en mi posesión, pero estoy cansada, siento que no me puedo levantar, y el corte en mi mejilla arde como si tuviera fuego en ella. Escucho las botas de mi madre subir por la escalera, voy a ser regañada. Abre la puerta, y yo no me molesto en moverme, deja un suspiro contenido, se acerca, me besa la cabeza y se va cerrando la puerta despacio. Siento que baja las escaleras con cuidado por el ruido que provocaría. 
Tengo ganas de llorar, tengo ganas de que todo esto se cabe, que no tenga que ocultarle cosas a mi madre, quiero hablar con la policía pero sería para peor. Mi cabeza comienza a doler, mis ojos se cierran y ya no logro ver nada más que oscuridad. 



Me remuevo un poco en mi cama, pero siento un peso que recae justo al lado mío, su respiración pesada. Abro los ojos asustada por el último dato, junto a mi hay un chico de cabello negro, tez pálida, incluso más que la mía en estos momentos, labios rosados y finos, y con ojeras debajo de sus ojos. Lleva un piloto azul que no tardo en reconocer, pantalones café y zapatos negros lustrados. Sin embrago, antes de gritar, miro su estómago del cual gotea sangre que mancha mi acolchado. Desesperada lo muevo, no despierta y me desespero. No sé qué hacer, no sé qué decir, si se despierta y me mata mala mía, si se muere aquí y me acusan de asesinato, mala mía. Lo muevo despacio, pero fuerte, balbuceo cosas que quizás no comprendo ni yo misma, pero no puedo pensar en nada coherente. Abre sus ojos, mira como si fuera un felino, con atención, con desconfianza, con suspicacia, me analiza. Los vuelve a cerrar. Trata de levantarse, pero cae nuevamente en la cama, lo vuelve a intentar y una mueca de dolor recorre su cara. Me desespero y empujo sus hombros hacia abajo para que se quede recostado. Agarro mi celular y presiono el número de la clínica más cercana, pero él sujeta mi mano con la suya que parece hielo del frío que trasmite, y la baja hacia sí para cortar la llamada. Masculla varias cosas que no entiendo, pero luego me mira. Este no es el comportamiento de una persona que asesinaría a alguien, ni siquiera es el de un enfermo. Vuelve a hacer una mueca de dolor, y vuelvo a  ver su herida. 

Inhalo profundamente.- Déjame curarla.- Él me mira , y asiente. 

Voy al baño a buscar no sé qué cosa, pero algo que detenga eso. Abro el botiquín y me encuentro con muchas cosas; vendas, alcohol, agua oxigenada, pervinox, y unos calmantes que son para lastimaduras, claro que era algo leve, un estilo de ibuprofeno con analíticos. Vuelvo a mi habitación y me siento en la cama. Su respiración es calmada, la mía se vuelve todo un lío. Abro su piloto y me encuentro con una camisa blanca pero machada de sangre y tierra, lo primero que pensé es que fue en el bosque, y el bosque no está mu lejos de aquí. Luego,de que debería desvestirlo para curarlo. Agarro la camiseta y lentamente, lo más lento que pude, la subo hasta donde puedo, trato de que la parte de atrás siga el mismo curso que la de adelante, así es como me encuentro luego con su cara de nada a la altura de la mía, vuelvo hacia atrás para poder ver la herida y siento que voy a vomitar. La mano de Javier me ronda la cabeza, la cara de "Sonrisitas" y el cuchillo rozando mi rostro. Camino hasta tocar la pared, respirando irregularmente, llevo mi mano a mi estómago y luego a mi pecho. Comienzo a llorar al momento en que me calmé de la sensación de muerte. Limpio alrededor de la herida, y veo que es un gran corte, supongo que habrá que coserlo porque eso hacen en la tele con este tipo de lastimaduras. Veo su cara sudorosa, sus ojos cerrados y sus cejas estrujándose por el dolor que debe sentir. Me mentalizo yo también y me levanto para ir a mi armario. Estoy a punto de cometer una locura, no soy médica ni estudié primero auxilios, voy a tener que coserlo. Un escalofrío me entra a recorrer todo el cuerpo, lo dejo ser sólo porque no puedo contener ni las lágrimas. Saco el hilo negro y una aguja de mi costurero, luego le paso agua oxigenada a ambas cosas y la enebro. Mi pulso se está yendo muy a la mierda al momento de ver de nuevo la herida. Agarro un pañuelo que estaba en la punta de mi cama, con un nuevo motivo que me parecía más retorcido.

-Por favor, muerde ésto.- Le señalé el pañuelo. Él me mira con atención.- No tengo ningún tipo de morfina, tendrá que ser por las malas.- Da vuelta sus ojos y toma el pañuelo para morderlo con brusquedad. Ignoro eso y me dispongo a sentarme encima suyo por si quiere mover las piernas. Ojala que sea como en la tele y se aguante todo porque voy a llorar de nuevo en cualquier momento. 

Al primero punto, siento que tiembla abajo mío, o quizá soy yo la que está temblando del miedo. No sabría distinguirnos en este momento, siento que soy yo a la que están cosiendo y no a él. cuando termino, lo miro para ver cómo sigue, respira de manera agitada, su rostro brilla de sudor, su rostro sigue igual de pálido que antes. Limpio su herida y le pongo mucha agua oxigenada y pervinox, luego con las gasas limpio el resto y por último las vendas. Ya todo terminado, voy a tirar todo a una bolsa que inmediatamente escondí debajo de mi cama. Dejo el botiquín en el baño y vuelvo a mi cuarto. Agarro un nuevo pañuelo que tengo en mi armario y comienzo a limpiar su rostro, él escupe el que llevaba en la boca y hace una mueca de asco a la vez que se limpia los labios con la boca. Doblo de nuevo el pañuelo y termino de limpiar su rostro. Luego su cuello hasta que me topo con la camiseta y el piloto abierto. Lo miro para ver si seguía despierto, me dió la impresión que después de todo eso él no podía seguirlo. Traté de levantar sus brazos para sacarle el piloto y lo logré. Luego la camiseta, pero al momento que debía pasarla por su cabeza, él abre los ojos y pego un salto en mi lugar por el miedo que me causo eso.  Le mostré la camiseta a medio salir y levantó la cabeza con todo el esfuerzo del mundo. No cerró los ojos por mucho que le dijera que descansara, me observaba mientras limpiaba su torso hasta la altura de las vendas, sus brazos y todo lo que pudiera limpiar.  Pensé que nunca se iba a dormir, hasta que me dormí yo a la hora, al lado suyo como si nunca me hubiera dicho que me iba a asesinar.

El Trato ||Bloody Painter||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora