Al grano, sin rodeos...

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Así fue como terminó el primer día. Y aún quedaban varios por delante.

Después de semejante confesión, Sousuke no pudo estar tranquilo. No hasta que el sueño lo venció a eso de las 4am. Y es que no paraba de darle vueltas a la misma frase una y otra vez... "Quiero mi primer beso contigo..." Ah... Era como ver a una locomotora de vapor haciendo lo suyo. El moreno de pronto parecía más un tomate que un ser humano. ¿Debía sentirse avergonzado? ¿Halagado? ¿Acaso debería preocuparse? Haruka era un niño. Y si bien él no era un completo adulto, estaba próximo a serlo...

Definitivamente tenía que estar mal el hecho de realmente desear ser quien recibiera el primer beso del pequeño pelinegro.

Su teléfono, bueno, la alarma programada en el aparato empezó a sonar con cierta desesperación a las 7am en punto. Y a Sousuke no le quedó más remedio que apagar el molesto sonido con un manotazo para después salir de la cama, apenas había dormido y lo poco que lo pudo hacer, se la pasó soñando cosas nada agradables. Prometía ser uno de esos malos días donde se la pasaba gruñendo al mundo y asesinando a todo ser humano con la mirada... Pero, cuando ésta se posó en la figura dormida del pequeño a su cuidado, no pudo evitar esbozar una sonrisa. No todo podía ser tan malo...

Con energías renovadas, se esfumó a la cocina tras vestirse, para preparar el desayuno. Sabía que todo en esa casa era tradicional y que no habría la gran cosa para salirse de ello, pero algo se le podría ocurrir para hacer más ameno el encierro. Las mañanas empezaban a ser un poco más frías, el verano se había ido ya, así que mantuvo puertas y ventanas bien cerradas, preparó el kotatsu y dispuso el desayuno en él. Omuraisu en forma de caballa y té verde tibio.

Haruka lo observo todo desde un punto algo lejano. Ver a Sousuke paseándose por toda la casa sin playera resultaba sumamente interesante... Y aunque a veces le asustaban sus propios pensamientos... Tenía 12. Supuso que era normal. Sus hormonas empezaban a alborotarse con cualquier cosa... Como un hombre alto, musculoso, de cabello castaño y ojos turquesa. Fingió un bostezo mientras tallaba sus ojos para llamar la atención de su apuesto cuidador.

-Haces mucho ruido en las mañanas...- se quejó sin verdadera molestia, después de todo, era la primera vez que pasaban la noche juntos. En la misma cama.

-Disculpe, bella durmiente. Pero acostumbro levantarme temprano todos los días...- se acercó al niño y le despeinó (aún más) los cabellos, ganándose una mirada reprobatoria del menor. -Vuelve a dormir, si quieres. Dejaré el desayuno en la nevera...- y huyó a la habitación. Debía dejar de pensar en eso. Debía olvidarlo. Eran palabras de un niño, uno que estaba más dormido que despierto. Pudo haber sido un sueño o... Quizá pensaba que le estaba diciendo esas cosas a alguien más. Sousuke supo que estaba entrando en terrenos peligrosos cuando la última conclusión estrujó su corazón dolorosamente.

-¿A dónde vas?

La vocecita detrás de él le hizo pegar un brinco de sorpresa y casi tira el agua que estaba sirviendo en su botella deportiva.

-Tenía pensado ir a correr...

-¿Me vas a dejar aquí solo mientras tanto?- los ojos azules brillaban, y amenazaban con dejar caer algunas lágrimas. El más alto soltó un suspiro cansado en su imaginación y le palmeó la cabeza de forma amistosa.

-Iba a invitarte en cuanto llenara la botella...- ese niño era un experto en chantajes. Apenas estaba llenando la segunda botella cuando el pelinegro ya estaba listo, con su ropa de deporte, esperándolo en la puerta. No quería mirarlo. Definitivamente NO DEBÍA MIRARLO. Un short ajustado y corto, una playera blanca que se pegaba a su pecho... Sacudió su cabeza con fuerza, estaba deseando ver qué tan bien le ajustaba la ropa al chico entre las piernas...

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