Fin

40 2 0
                                    

“Nosotros, las personas, estamos sobrevaloradas, jugamos a ser una raza superior pero somos el único animal que está intentando extinguirse a si mismo.”

-¿Se puede ser un ángel malo?- Pregunté a Kairi que se encontraba a mi lado gracias a que había convencido a Karma después de conseguir que los dejara libres. Ella me miró extrañada.

-¿Qué has hecho Amanda?-preguntó sin rodeos. Yo dudé sobre mi respuesta sin motivo aparente, quizás dudaba porque no sabía qué era yo.

-Nada, vamos respóndeme.-contesté yo tocándole el brazo. Ella sonrió.

-¿Has oído hablar de los estereotipos? Son cosas aceptadas por la mayoría de las personas pero que no están escritas en ningún sitio, no hay normas sobre ellos, y sin embargo, la gente los da por hecho.-dijo ella. –Quiero decir, ¿dónde dice que los ángeles son buenos?, ¿en la biblia?-rió. –No, Amanda… Al igual que hay seres humanos buenos y malos también hay ángeles así.- Yo asentí levemente y continué.

-Luego… ¿puede haber demonios buenos?- Kairi abrió los ojos como platos, y repitió su pregunta anterior esta vez con un tono de voz más agudo.

-¿Qué has hecho Amanda?- Yo sonreí y me levanté del frío suelo de la celda. Kairi me siguió mientras salíamos de allí. –Amanda Pond, respóndeme ahora mismo.- Yo hice caso omiso a su orden y llegamos hasta el hall del castillo, aquel en el que yo había estado días atrás viendo como maltrataban a Christian.

-Karma.-dije yo. –He decidido, quiero que ellos entren, quiero que sean testigos de esto.-

-¡Amanda¡-gritó Kairi la cual había quedado atrapada tras dos ángeles llorosos al servicio de mi madre. Yo volví a sonreir al mirar hacia ella.

-Amanda, no hagas nada de lo que te puedas arrepentir.-dijo Kairi casi sin fuerzas antes de que la presión del agarre de los ángeles de piedra hiciera que se desmayase. Yo me giré sin más hacia la puerta de entrada.

-Cariño-dijo mi madre. -¿Estás preparada?-

-Sin duda, mamá-respondí con una suave pero firme voz.

El vestido que mi madre me había traído para la ocasión era el usado por ella misma el día anterior, el vestido con aquel color rojo sangre tan puro y bonito, tan real. Me encantaba verme con él, me encantaba sentir lo hermosa que era, sentir mis pechos como mi perfecto atributo de mujer, podría tener al hombre que quisiera, podría hacer que todos cayeran a mis pies, podría hacerlo todo…

Mi madre habríó la puerta para recibir a mis invitados, Paul y Christian, me sorprendió ver que Paul tenía un ojo morado pero no hice comentarios. Ellos se quedaron inmóviles al verme allí de pie, con mi perfecto vestido rojo, mis perfectos labios carmín, toda yo era perfección.

-Me alegra que estéis aquí.-dije sonriendo. –Veo que, estáis bastante bien.- miré hacia el ojo de Paul haciendo gala de una fina indirecta. –Paul, Christian, no podíais faltar.-

-Amanda… No, por favor… ¿Por qué has hecho esto?-dijo Christian aún sin poder salir de su asombro.

-Me prometiste que vendrías-dije yo, él intentó hablar pero se lo impedí superponiendo mis palabras a las suyas. –Pero nunca volviste.-

-Amanda, reacciona, han pasado dos días.-dijo Paul apelando a la poca cordura que debía quedarme. Les indiqué que tomaran asiento señalando unos sillones que había en la sala contigua, se mostraron reacios al principio pero luego accedieron.

-En dos días yo me he enterado de muchas cosas.- dirigí mi mirada hacia Christian el cual se quedó totalmente pálido, volví a sonreir, nunca lo había visto así, como si de repente la sangre hubiera dejado de correr por sus venas. El resto de “mi familia” por llamar de alguna manera a aquellos extraños, nos observaban desde la entrada de la sala. A un lado  los ángeles y a otro mi madre y sus esbirros. –¿No te importó toda esa gente verdad?- comencé y acto seguido hice desaparecer la sonrisa de mi rostro. Ahora era Paul el que miraba a Christian con los ojos abiertos, así que Paul también lo sabía… -No te importaron las chicas, no te importaron los chicos.-  Christian seguía inmóvil, incapaz de proferir un solo sonido, blanco como un papel. –Claro…-continué. -¿Cómo te iban a importar, si tu único propósito era saciar tu sed, tu sed literal, tu sed de sexo, tu sed de vida?- Dejaba caer las palabras sobre Christian como clavos sobre sus manos, como si de la peor tortura se tratara. No sé si quería hacerle daño, no lo sé, sólo quería decirle lo que sentía, y en ese momento me dejé llevar, dejé atrás a la niña dulce que un día fui. –Cuéntame, ¿cómo lo hacías? ¿Te los follabas y luego les quitabas la vida? ¿Esa era tu única razón para existir? ¿Era lo único que necesitabas verdad? Follar y matar…-hice una pequeña pausa en la que aproveché para mirar hacia la entrada, los ángeles estaban escandalizados, mi madre sonreía victoriosa.  –No suena mal.- Christian seguía totalmente paralizado, impasible ante mis palabras, sin embargo Paul tenía mal rostro, parecía que lo estaba poniendo enfermo con mis palabras. -Y si tú podías hacerlo… si nunca sentiste nada, si no sientes nada, ¿por qué no iba a hacerlo yo también?- Sonreí mientras de forma seductora acariciaba uno de mis pechos.

-¡Amanda por Dios! Acaba con esto.-oí decir a Kairi.

-Tiene que ser divertido…-continué. –Primero, gozas del placer del sexo con tus víctimas, y luego, luego simplemente acabas con ellas. Usar y tirar.- reí a carcajadas disfrutando de mi cinismo como si estuviera loca mientras me levantaba del sillón y me dirigía a donde estaban los demás con la intención de irme.

-!Amanda¡-gritó Christian. Yo me paré en seco y me di la vuelta. Allí estaba, de rodillas, en el suelo, llorando como un niño cuando muere su perro, el cual le ha acompañado toda la vida, un niño desconsolado, un niño que no encuentra paz, era un llanto sincero. –Amanda…-dijo a duras penas intentando luchar contra su dolor y su llanto. –Perdón.-

-Esto es lo único que necesitaba.-dije mientras corría y me acurrucaba en el suelo junto a él. No dudé un segundo en abrazar su cálida piel, acariciar su sedoso pero alborotado pelo. Lo abracé muy fuerte para sopresa de mi madre la cual estaba estupefacta en la entrada. –También hay demonios buenos… pues yo elijo ser un demonio. Yo lo elijo.- Aumenté la fuerza de mi abrazo casi sin darme cuenta. Comencé a notar que la temperatura de mi propio cuerpo estaba subiendo, este era el efecto de ser un demonio. Christian me devolvió el abrazo y cesó en su llanto, cuando separamos nuestros cuerpos lo suficiente para poder mirarnos a la cara me dijo. “Te amo” y nunca había sentido algo tan verdadero como eso. Nos fundimos en un interminable beso ardiente, todo mi cuerpo quemaba y me encantaba, ahora era uno sólo con Christian.

Comprendí que si ese era el precio a pagar para poder estar con él, no me parecía nada excesivo, si Christian había cambiado quiere decir que eres lo que elijes ser, y no lo que los demás quieren que seas.

Porque también hay demonios buenos…

Buscando Ángeles- El reino de piedraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora