El resto del viaje continuó sin mayores conversaciones, sólo se oía de vez en cuando a Kairi indicarle el camino correcto a Christian, finalmente llegamos, bajamos del coche y frente a nosotros se alzaba un enorme castillo gris, dos grandes torres coronaban la parte superior mientras por ambos lados había unas escaleras que incitaban a subir a lo más alto y contemplar desde allí la hermosa vista que debía tener. Por un instante me sentí mareada y se me nubló la vista, casi caigo al suelo pero pude quedarme de pie, me obligué a mi misma a parpadear varias veces para intentar recomponerme, y finalmente me recompuse pero en el último parpadeo algo cambió. Estaba sola, sola en aquella entrada oscura al castillo, miré hacia atrás esperando encontrar a Kairi y a Christian cerca del coche pero no fue así.
-¡No dejes de mirarlo¡- La voz ahogada de Kairi retumbó desde detrás de mí, pero ella no estaba, había sido un grito desesperado proveniente desde las sombras. Yo estaba confusa, ¿a quién no debía dejar de mirar? Oí un sonido cerca de mí, como una piedra al ser pisada por alguien, me giré hacia la derecha con toda la velocidad de la que fui capaz y hasta el último vello de mi cuerpo quedó completamente congelado cuando contemplé lo que había frente a mi persona.
Ante mí se hallaba uno de esos ángeles de piedra a los que Christian había llamado Ángeles Llorosos anteriormente, yo sabía que él no podía moverse si no dejaba de mirarlo pero la expresión de su cara era tan aterradora que podría haber muerto de un infarto allí mismo. Parpadeé y el ángel se movió en el pequeño lapso de tiempo en el que mis ojos estuvieron cerrados, ahora lo tenía a escasos centímetros de mi rostro. Supuse la palidez del mismo pues me quedé totalmente sin aliento, hubiera gritado si aún tuviera aire en los pulmones, hubiera corrido, si aún hubiera sangre en mis venas, pero no; allí estaba yo, indefensa frente a la criatura más cruel de la creación, incapaz de mover un solo músculo y a sabiendas de que en el próximo parpadeo dejaría de existir.
¿Tanto luchar para esto? Pensé mientras las lágrimas bajaban por mis mejillas, no sólo por el miedo, sino por el dolor contenido de no parpadear. Oí otro ruido a mi lado y supuse que era otro de ellos, pero no podía darme el placer de comprobarlo, simplemente esperé, esperé mi muerte allí parada frente a aquel ángel de piedra.
Alguien o algo agarró mi cuerpo y me levantó como si fuera una hoja de papel, no pude aguantar más y cerré los ojos, ya no importaba nada, seguía esperando mi muerte mientras el ser que me tenía agarrada comenzaba a correr, abrí los ojos mientras comprobaba la suave textura de su piel, piel humana. Era un chico, iba encapuchado al igual que iban los guardianes, me llevaba como quien carga un saco a través del profundo bosque en el que habíamos entrado, para alejarnos de aquella criatura.
-Reza para que sea yo más rápido que ellos.- dijo con esa voz ronca que… Esa voz que yo conocía más que mi propio nombre.
-¡¿Tú?!- dije sin poder creérmelo. -¿Qué…? ¿Qué haces tú aquí Simon?-dije sin poder creer que fuera él realmente. No me contestó, se limitó a seguir corriendo conmigo en sus brazos. Me sentía tán inútil e impotente ahí, sin poder hacer nada, Simon, un humano, había tenido que venir a salvarme a mí, que se supone tengo la fuerza de un ángel y un demonio juntos. La fuerza, pero no la valentía, pensé. Nunca has sido valiente Amanda, nunca y eso no iba a cambiar ahora.
Llegamos a un fino paraje iluminado por la incandescente luz de la luna llena, en el que Simon me depositó sobre un tronco que había en el suelo, con sumo cuidado, como si tuviera miedo de lastimarme.
-Simon… ¿Qué haces aquí?-pregunté de nuevo mientras él se quitaba la capucha y dejaba ver lo que yo ya sabía.
-Amy… no podía dejar que vinierais solos, era demasiado peligroso-respondió lentamente.

ESTÁS LEYENDO
Buscando Ángeles- El reino de piedra
Fiksi IlmiahY entonces, sin quererlo, sin pensarlo siquiera, cambié, renuncié a todo por él. Porque eres lo que eliges ser, no lo que los demás quieren que seas.- Amanda.