AVISO: Esta historia y todos sus capítulos están registrados en Safe Creative, en caso de que alguien cometa plagio de cualquier aspecto de esta historia, será denunciado y demandado de inmediato.
(Nicky Prescott en multimedia)
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Pov Nicky:
Después de explicarles a los chicos cómo acabé siendo la Vecina de Darel, me fui a mi nueva casa, con la tropa de chicos siguiéndome detrás porque según ellos:
"Una chica como yo no puede cargar tantas cajas como las que llevo"
Menudo para de capullos, pero en fin cuanto más piense en eso peor será. Ahora lo primero es meter todas mis cosas en el apartamento e inaugurarlo con una gran fiesta.
—Hogar, dulce hogar —Dije en voz alta mientras llegábamos a la puerta de mi apartamento.
—Joder, sí que era cierto que vives al lado de Darel —Se quejó Angelo mirando la puerta a mi derecha.
Y cómo el universo me quiere tanto, justo en ese momento apareció Darel con dos amigos detrás de él, uno lo conocía porque lo había visto en la ''discoteca'' a la que me obligó a ir Nataly pero el otro no lo conocía de nada.
—Ves, te dije que esa voz de mujer no podía ser de otra persona que no fuera Angelo Mackenna —Se burló el amigo de Darel que yo no conocía.
—JA, JA, dios mío no puedo parar de reír —Le contestó Angelo al desconocido que por cierto no paraba de reír.
—Hey, ¿qué pasa enana? Ya pensaba que nunca te volvería a ver —Dijo Hank, quien al parecer había estado comiendo ganchitos porque tenía la camisa llena de pequeñas manchas naranjas.
—Oh joder. Entonces era verdad que había visto a un gigante y no había sido un sueño como yo creía en un principio —Dijo Nataly alucinada mirando a Hank como si fuera algo mágico y que nunca podría existir en este mundo.
Igual los unicornios
—¡¡Nataly!! —La riñó Heather mientras fruncía el ceño en el proceso, pero mi amiga seguía mirando a Hank desde la cabeza hasta los pies.
—Es que joder, míralo Heather. A puesto a que tiene que agachar la cabeza cuando va a un pub o cuando se sube al autobús —Dijo Nataly con los ojos abiertos y una mueca de emoción en la cara mientras hablaba.
Yo rodé los ojos y bufé para después mirar de nuevo a Hank y señalar con mi mano derecha su camiseta.
—No es por nada, Hank. Pero, creo que tu camisa necesita un lavado —Dije con una mueca graciosa que le hizo reír a él y a sus amigos, excepto Darel que frunció el ceño.
Hank iba vestido con unos vaqueros negros, una camisa blanca, botas negras a juego con sus pantalones y un collar con un colgante de cristal como complemento.
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La metalera y el surfero
RomanceDiario de una gótica (Libro 3): Nicky se acaba de mudar a Milán, tiene toda su vida planeada y nada ni nadie podrá evitar que alcance sus objetivos, aunque claro, siempre habrá un piedra por el camino. Y la suya es Darel, su vecino de cabellos dorad...