Tercera vez

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La tercera vez, Erik mismo lo indujo contra si.

El hombre había elegido alargar sus estancias en la mansión, por lo que estaba con más regularidad en la escuela, pasando allí noches con la suficiente frecuencia como para justificar el tener su propia habitación.
Varias veces, Charles le había ofrecido un trabajo, pero Erik se oponía tan drástica y rápidamente después de la oferta dada que a veces hasta se iba por un par de días. Pero hasta ahora, había vuelto siempre.

Peter acababa de regresar de uno de sus viajes regulares a su casa para visitar a su madre y hermanas.
Pobre Wanda. Casi nunca salía de su habitación.

Había considerado un par de veces traerla a la escuela de Xavier, pero en la seguridad de su propia casa al menos sabía que estaba a salvo, tal vez un poco sola cuando él no estaba cerca, pero a salvo.
Su hermana menor, Lorna, no se relacionaba con ella, y a su madre tampoco le gustaba mucho acercarse a ella, —aunque bien que lo intentó— dejó que Peter la visitara para que sus habilidades sociales se desarrollaran correctamente.
Traerla aquí, y rodearla de tantas personas... tal vez no todos reaccionarían bien a lo que podía hacer...

Prefería no arriesgarse y mantenerla alejada de todo.

Peter venía con exceso de velocidad hacia la propiedad y por desgracia entró por la puerta principal al mismo tiempo en el que Erik salía.
Estaba perdido en sus pensamientos, y ni siquiera había visto al hombre cuando ambos acabaron en el suelo, con la respiración del mayor jadeante y acelerada, lo primero que hizo Peter después de recuperarse del aturdimiento fue quejarse.

—Oh, vaya —murmuró, recuperándose de forma rápida y tirando de Erik para ponerlo en pie.
Mientras le sacudía el polvo de encima los ojos del velocista estaban fijos en el hombre frente a él.
En mayor parte la idea de traer a Wanda a la escuela había surgido por la cuestión de si su hermana tenía derecho o no a conocer a su mutuo padre.

Eso, si había posibilidades de presentarlos, teniendo en cuenta que Erik ni siquiera sabía que eran sus hijos.

—Peter —gruñó Erik, frotándose la parte posterior de la cabeza—, tienes que reducir la velocidad en la casa.

El velocista arrugó la nariz ante el comentario.

—Estás bromeando, ¿verdad?

—No, no estoy bromeando —Erik le dio al muchacho una mirada que retrataba claramente lo seriamente que hablaba, pero Peter simplemente levantó una ceja hacia él—. Si fueras mi hijo, ya habría puesto fin a esto.

—El Profesor dice que se nos permite usar nuestras mutaciones en la mansión, "mientras no sean un peligro para los demás" —citó Peter con aire de suficiencia.

—Tu mutación acaba de lanzar a un hombre mayor al suelo —volvió Erik—. Diría que es un peligro para los demás. Deja de correr por la casa.

—Y al parecer ahora piensas que eres mi viejo —una sonrisa boba y divertida apareció en el rostro de Peter—. Te diré algo, papá. Dejaré de correr en la casa, si... ¡puedes alcanzarme! —y de repente Peter se había ido, pasando a toda velocidad y deliberadamente por el vestíbulo principal y haciendo que los papeles de una pobre niña volaran por todo el lugar mientras ella intentaba sujetarse la falda.
La cara de Erik se puso roja de llamar al muchacho.

—¡Peter!

En cinco ocasionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora