Quinta vez

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La quinta vez, lo había dicho por ira.

Desde la desaparición de su hermana, el velocista sólo había empeorado.
Las noches de sueño reparador se convirtieron en noches de insomnio sin propósito, así que comenzó a escabullirse cuando la mayoría de los ocupantes de la escuela estaban profundamente dormidos.
Y los hábitos cleptómanos que había abandonado cuando llegó a la escuela fueron recuperados.
Cajas de "twinkies" se alineaban en el espacio que había bajo su cama, y podía acabar con una de estas cajas de una sola sentada cuando estaba seguro de que nadie podía verlo.
Por desgracia no todos sus robos salían bien.
Cuando lo pillaban robando le esposaban y lo llevaban de regreso a la escuela donde Charles trataba de razonar con el muchacho, pero Peter, siempre acababa haciéndolo de nuevo.
Fue quizás en la sexta o séptima vez que lo pillaron cuando, en lugar de Charles o un irritado Hank, fue Erik quien abrió la puerta.

—Oficial —le  saludó el hombre con la confusión grabada en su voz. Por un segundo, Peter abrió mucho los ojos, pero en el instante siguiente sus facciones se relajaron arrogantemente—. ¿Hay algún problema?

—Sólo lo de costumbre —explicó  el oficial, levantando una ceja hacia Erik—. Un pequeño robo en el supermercado. Estaba al otro lado de la calle poniendo una multa cuando lo vi.

—Ya  veo —el veneno en la voz de Erik asustó tanto a Peter como al oficial.
Claro, el velocista sabía que el tipo había desarrollado una especial debilidad por él, pero ir tan lejos como para estar molesto por algo tan tonto como el robo de un par de cajas de pasteles de la marca Hostess, era demasiado—. Entra, Peter.

Peter no se sentía particularmente dispuesto a discutir y pasó el umbral hacia la casa. La mano del policía se posó sobre su cadera por un momento, vacilante.

—¿Quiere que le quite las esposas o...?

—Estaremos bien, gracias. Si no hay nada más...

El oficial dudó un momento, sus ojos inseguros pasaron de Erik, que parecía a punto de estallar, a Peter, que no podía ser una imagen más perfecta de la extraviada confianza adolescente.
Al final, se llevó una mano a su gorra y la inclinó ligeramente en despedida.

—Bueno, está bien, entonces...

—¡Hasta más tarde, George! —lo despidió Peter ignorando la mano que se apoyaba clavándose en su hombro.

George hizo una pausa para darle una mirada de compasión a Peter antes de volver a su coche.

—Compórtate, hijo —dijo entrando en el mismo.

Peter no tuvo oportunidad de responder, porque de repente la puerta de entrada se cerró de golpe con la fuerza suficiente como para hacerla sonar mientras que una mano en su brazo lo arrastraba por los pasillos.

—Hey, uh... ¿Erik? —Peter podía sentir su arrogancia menguar, la reacción del magnocinético era tan diferente de a la que estaba acostumbrado... La mirada feroz de Erik era terrible, sí, pero lo que realmente asustó a Peter hasta la sumisión fue la forma en que el metal alrededor de ellos parecía vibrar al pasar. Las esposas que aún colgaban de sus muñecas hacían pequeños ruidos estrepitosos mientras caminaban, chocando contra su piel, temblando bajo la simple fuerza de la ira de Erik—. ¿E-Erik? ¿A-A dónde vamos?

El hombre no respondió y Peter no pudo evitar imaginarse un par de horribles escenarios. Después de todo, Magneto una vez había sido un terrorista, y no era difícil imaginárselo volviendo a las andadas con su feroz estado actual.
Estos pensamientos dieron lugar a un ligero alivio cuando el camino familiar a la oficina del profesor al final se hizo evidente. Erik probablemente lo echaría a Charles sin contemplaciones y se alejaría, decepcionado de sí mismo, sin dignarse siquiera a dirigirle una segunda mirada.
En realidad, pensándolo bien, ser asesinado por un ex terrorista podía ser mejor...

En cinco ocasionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora