Final

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—Wanda —Peter suspiró tomando la cara de su hermana entre las manos y colocando un suave beso en su frente. Ella colocó una mano sobre el hombro de él, devolviéndolo a la realidad de una manera que no había sentido en meses. Su hermana, sólida y verdadera, estaba de pie delante de él. No pudo evitar que sus ojos se empañaran—. Cristo, Wanda... Estaba tan preocupado y...

—Está bien, Peter —le aseguró ella con una sonrisa triste—, estoy perfectamente, es que... necesitaba un tiempo fuera.

—No sabía qué hacer —dijo Peter ahogadamente—, quería salir a buscarte, pero ni siquiera sabía por dónde empezar y...

—Estoy de vuelta, ahora —le aseguró Wanda. Miró por encima del hombro a los dos hombres que observaban esta reunión antes de que su mirada se volviera hacia su hermano con una acentuación en los ojos—. El Sr. Lehnsherr fue tan amable de venir a buscarme —se inclinó hacia delante lo suficiente para ver su cara, los gemelos llevaban a cabo una especie de conversación que sólo ellos podían comprender:

—¿No se lo has dicho todavía?

—Por supuesto que no.

—Peter...

—Recientemente he estado un poco preocupado...

—Merece saberlo.

—¡Bien, bien! Se lo diré... por Dios.

—Esta noche.

—No tienes piedad, ¿lo sabías?

Peter miró por encima del hombro de su hermana para ver a Erik de pie allí, con una postura profesional y distante, pero, sus ojos daban paso a una emoción oculta debajo. Estaba feliz por ellos. El velocista pensó en eso mientras abrazaba a Wanda, enterrando la nariz en su cabello.

Charles hizo algunas adaptaciones para conseguir una habitación para Wanda, y le dio la bienvenida ofreciéndole permanecer allí el tiempo que quisiera y, después de una breve charla acerca de sus poderes, el telépata se ofreció a reunirse con ella para empezar a aprender cómo controlarlos.
Wanda se fue a la cama temprano aquella noche, pero no sin antes lanzarle una última mirada a su hermano.

Díselo.

*****

—Peter —Erik abrió la puerta con aparente confusión cuando el velocista llamó—, creí que ibas a pasar la noche con tu hermana...

—Me echó. Dijo que quería dormir —contestó encogiéndose de hombros—. Eh... ¿Tienes un minuto?

—Por supuesto —la puerta se abrió más y Peter entró, quedándose parado y mirando a su alrededor cuando Erik cerró tras ellos. La habitación estaba decorada con bastante simplicidad, sin pósteres que cubrieran las paredes o recuerdos que adornaran las estanterías, pero pese a ello desprendía una sensación hogareña—. ¿Cómo puedo ayudarte?

—Gracias —fue lo primero que dijo, las palabras salieron antes de que se percatara de que estaba hablando—, Por encontrar a Wanda. Yo no... Yo nunca habría... Jesús —probablemente era la centésima vez que se le humedecían los ojos en el mismo día.
Peter se los frotó furiosamente con una mano. Erik por su parte, puso una de sus manos en el hombro del chico y lo guió para que se sentara en la cama; después él ocupó un lugar a su lado.

—Estoy feliz de haberlo hecho —respondió el hombre—, la familia es muy importante y estoy contento de ver a la tuya junta.

Peter asintió con un breve movimiento de cabeza, las lágrimas desaparecieron, remplazadas por un sentimiento de terror ante lo que estaba a punto de hacer. Durante todo aquel tiempo, había estado manteniendo la verdadera naturaleza de su relación en secreto, con miedo a su reacción. Había accedido a hacer esto porque su hermana se lo había pedido —y tenía razón. Después de todo, Erik merecía saberlo—, pero eso no ayudó contra sus miedos que se manifestaban en forma de garras heladas que le oprimían el corazón.

En cinco ocasionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora