Con los parpados cerrados, siento todo mi cuerpo tiritar por el frio suelo en el que me encuentro. Me intento incorporar, pero un gran dolor en la espalda me lo impide, tardando así unos minutos en poder ponerme de rodillas. Abro los ojos muy despacio, esperando que estos se acostumbren a la intensa luz que desprende toda la calle en la que me encuentro. Aún desconcertada, miro hacia cada uno de los rincones de la transitada calle. Enfoco mi mirada en todas y cada una las paradas que están colocadas a banda y banda de la espaciosa calle, llenas de turistas interesados en plantas, bolsos y todo tipo de suvenires. Las personas más cercanas a mi posición, me ven arrodillada y sin poder moverme, me miran de arriba a abajo, pasando por cada una de las magulladuras de mi cuerpo. Un nuevo pinchazo hace que me contraiga y extienda mi mano derecha para palpar el lugar donde proviene el dolor, en él, noto dos cicatrices verticales, donde un tiempo atrás se habían encontrado mis hermosas alas blancas. Se me escapa una lágrima recordado lo que hacía unas pocas horas había sucedido. De proponerme ser un arcángel, a ser un ángel caído.
Noto como el dolor empieza a disminuir y la sensación de frio es cada vez más notable, tanto, que noto como traspasa la ropa para apoderarse de todo mi cuerpo. Miro mi ropa ensangrentada por la zona de rodillas y codos, estos raspados y empezando a sanar. Me levanto tan cautelosamente como puedo, pero eso no impide que haga una mueca de dolor al doblar una de las rodillas. Miro hacia lo alto de todos esos edificios que parecen tocar el cielo, un cielo que empieza a oscurecer y que nos previene la llegada de la noche. Vuelvo mi vista hacia al frente, en la lejanía veo un grupo compuesto por tres chicos, de unos dieciséis o diecisiete años, dirigirse hacia mí posición. Uno de ellos destaca sobre los demás, su pelo rubio se mueve al compás del suave viento que sopla y sus ojos de un color casi transparente no dejan de mirarme.
-¿Estás bien? – Me pregunta el chico con una voz alarmada.- Pregunta equivocada supongo, se ve claramente que no lo estás.
- Estoy bien.- Expreso. Las heridas ya han sanado, solo quedan unas pequeñas contusiones renegridas. Las heridas han provocado unas manchas escarlata sobre el negro del tejano.
Miro a mi alrededor, pese a que las paradas están repletas de personas, desde fuera puedo divisar un pequeño estante donde hay objetos, todos de diferentes tamaños, colores y formas pero con la misma palabra gravada en el centro.
-Barcelona...- Conozco esta ciudad, una de las más famosas entre los ángeles. Esta ciudad es una de las que contenía más ángeles caídos, hace poco más de treinta años se desató una guerra que provocó la muerte de casi todos ellos, solo quedó un pequeño grupo que consiguió retirarse a tiempo y no ser masacrados.
- Sí, estamos en Las Ramblas, siendo específico.- Me dice el muchacho de ojos verdes como el basalto. Le miro perpleja, sin haber advertido que había dicho el nombre de la ciudad en alto. Este estaba orgulloso con su colaboración.
- No necesito vuestra ayuda me las puedo arreglar sola.- Les miro con cara de superioridad indicando, sin ser cierto, que no necesitaba esa información.
- Ya la has oído Ethan.- Sus ojos se posan en el chico rubio, este tiene una mirada intimidante al posarla, ahora, en mi dirección. Sus ojos, son de un color negro penetrante, tanto que parece que al mirarme ya lo sepa todo de mí. Parece camuflado por la oscuridad de la noche.- Está bien, vámonos.
Ethan hace caso a sus amigos pero antes de irse con ellos se acerca a mí, tanto, que puedo escuchar perfectamente su respiración calmada y melódica.
-Espero volver a verte.- Antes de poder responder, gira y vuelve con sus amigos, me dirige una última mirada y se pierde entre la multitud.
Dejo escapar un sonoro suspiro, debido a la retención de aire en mis pulmones.
Es preciso que me dirija a una calle cercana a mi posición, un barrio bastante problemático, inundado de drogadictos y borrachos que hacen del espacio un lugar indeseable para cualquiera, el único donde sé que puedo encontrar al grupo de ángeles caídos que busco. Es un zona cercana, pero no podría ir hasta allí con esta indumentaria sin recibir miradas intrigadas.
En unos minutos llego a una plaza llena de gente. Al ir a la derecha veo las tiendas, llenas de colores refulgentes y de música bastante alta, en su interior. Entro en la primera tienda que veo, el aire caliente producido por la calefacción calienta todo mi cuerpo, clientes tocan las prendas colgadas, bastante interesadas en ellas sin prestar la mínima atención a las demás personas que recorren los pasillos. No llevo dinero para pagar ropa ni cualquier otra cosa que quiera comprar. Cojo lo primero que veo en los estantes y me dirijo al probador.
Al llegar, me miro en el espejo, mis ojos miel se encuentran apagados, como si la llama que había dentro de ellos ya no brillase con la misma intensidad, envueltos con un maquillaje que las lágrimas habían arruinado. Paso mis dedos suavemente por mis gruesos labios, secos y sin brillo. Subo mi mano hasta llegar a mi hermoso y largo cabello castaño que ahora se encuentra lleno de enredos. Comienzo a quitarme la ropa para ponerme la que he escogido. Quito todas y cada una de las etiquetas de las prendas, al acabar salgo y camino hasta llegar a la planta baja. De repente veo a una chica que me mira culpabilizándome, corro hacia la puerta de la tienda a toda velocidad al pensar que me han descubierto. Todas las personas que se encuentran admirando la ropa se alarman al verme pasar, no corriendo como un humano sino como alguien de otro mundo. Mi velocidad supera con creces la de los humanos haciéndome llegar, en unos segundos, al final de esa calle pasando entre todas las personas que cada vez me dejan más espacio. Caras de horror y asombro es lo único que veo de esas personas, que más de una ha sacado su teléfono para intentar filmar algo interesante. Entre todas ellas veo a Ethan y sus dos amigos gritándome, aunque, con todo el escándalo que hay en ese trozo de la calle, no alcanzo a escuchar lo que dicen.
De repente veo como los tres corren hacía mi dirección, al llegar me empujan intentando que saliera de allí, pero mis pies no responden solo miro dubitativa como todas esas personas se separan para dejar espacio a un coche de luces azules y rojas.
-Mierda, la policía.- Escucho decir a Ethan.- Tenemos que salir de aquí.- Me agarran del brazo y corremos hacia uno de los callejones.
Ethan saca unas llaves de su pantalón tejano y abre la puerta tan rápido como le es posible. Ya dentro del rellano, un poco estrecho, subimos más relajados pero aun así tensos, las escaleras hasta llegar delante de la puerta de la primera planta. Abre la puerta y todos entramos entre empujones. Los cuatro nos dejamos caer en el sofá amarillo que resalta entre todos los muebles negros y blancos del salón.
-¿Cómo habéis podido comprar un sofá tan horrible?.- Digo mirándolo con una mueca de asco.- Es amarillo.
- No, pensaba que era naranja.- Ironiza el chico de iris negro.- A demás, ¿te salvamos de que te lleven a comisaria y encima te burlas de nuestro sofá? Deberíais haberme hecho caso y haberla dejado allí.- Dice con una expresión dura en la mirada.
- Elías, compramos este sofá porque no teníamos dinero para otro, pero sabes muy bien que es horrible.- Dice Ethan divertido.- Ahora que ya está el asunto del sofá zanjado.- Suelta una pequeña carcajada, por la ridiculez de la conversación.- Vamos con el asunto verdaderamente importante.
- ¿Cómo te llamas?- Dice el chico de ojos verdosos, interrumpiendo a su amigo, el cual rueda los ojos y se lleva una mano al rostro.
- Lucas, no me interrumpas, este es un asunto muy importante, ¿puedes dejar al menos por un momento de intentar ligar?
- Me llamo Aeryn.- Contesto, sin prestar atención a Ethan, el cual me mira como si me conociera.
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DARK ANGEL
FantasyUna nueva raza de ángeles, la cual nadie sabe de ella, surgirá y todos querrán hacerse con su poder o acabar con él.