Catorce

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Pasaban los días y cada vez que salía del trabajo estaba ese chico en la banca de siempre, a veces llevaba rosas y otras no. De vez en cuando lo veía escribiendo, me hizo pensar que escribía poemas.

Estaba llorando y algo en mí me hizo ir y sentarme a su lado, me sentí incómoda, ¿en que momento crucé la calle? No eran mis asuntos. No debía estar ahí. Él volteo a verme y yo sonreí ¿porqué sonreí? Ay, estaba haciendo todo mal.

—Hola —dije, no sabia que decir, ah, que tonta— eh... —vamos tenía que pensar que en algo— mm...

—Hola ¿en que te puedo ayudar?

¿No era yo quien lo quería ayudar?

—Adiós.

Él no me respondió. Seguramente se quedó pensando en lo tonta que fui. Me decidí a no volverme acercar a él, moriría de vergüenza.

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Dueles [Editado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora