Veintitrés

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Así como lo había escrito hice

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Así como lo había escrito hice. Me bebí cuatro cervezas, y pensaba en ir a comprar "solo una más" al supermercado más cercano. Cuando Cathie me vio y se cruzó la calle y se sentó a mi lado.

—¿Quieres una cerveza?

—No gracias, ¿qué estás haciendo?

—Celebrando.

—¿El qué?

—Nuestros tres años.

No pude contener las lágrimas. Puso su mano sobre mi hombro me dio un apretón débil. Las gotas de lluvia empezaron de descender del cielo gris.

—No estás bien, ¿porqué no vamos a mi departamento hasta que deje de llover?  Te haré un café si quieres.

Me puse de pie como muestra de mi respuesta afirmativa. Seguía llorando en silencio.

Caminamos hasta su apartamento y entramos. Era sencillo, pero muy bonito, casi tal y como me imaginaba que eran. Ella me dijo que tomara asiento en el sofá mientras me preparaba un café.

—¿Quieres hablar de ella? —me preguntó.

—La extraño —dije asintiendo—, pero no quiero hablar del tema ahora, sólo quiero estar aquí sentado en silencio.

Ella asintió y se cuando estuvo listo el café me lo dio, le agradecí y, viendo hacia el infinito, poco a poco fui tomándolo. Los minutos transcurrieron. Ella seguía sobre un sofá frente a mí con su tasa de café ya vacía y una gatita en su regazo. No me importó el silencio, simplemente no quería ni mover la lengua. Miré por la ventana y había dejado de llover.

—Gracias por todo Cathie —me puse de pie dejando a un lado mis pensamientos negativos para más tarde llegar a casa y volver a undirme en ellos a solas—, tengo que irme. Perdona mi actitud...es que...

—Está bien, no te preocupes. Tienes mi número, sabes que puedes llamarme cuando te sientas mal. Mi casa es tu casa.

Ella esperaba que me fuera para cerrar la puerta, pero yo seguía ahí mirándola y sintiendo que veía a Adeline a través de ella.
—¿Pasa algo? —dijo confusa.

La abracé. La aferre a mí y sentí el dulce aroma de su perfume, y se me escaparon unas lágrimas. Cerré los ojos y me transporté al pasado, donde Adeline me abrazaba fuertemente y yo le decía el oído cuánto la amaba.

—Lo siento, tenía que hacerlo —le dije separándome, estaba muy sonrojada—. Nos vemos —me despedí caminando hacia los peldaños.

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Dueles [Editado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora