Parte 3

2 0 0
                                    

Respiro pesadamente cuando las puertas se cierran y lo observo. Hace todo tan prolijamente que no me sorprende que antes ya haya ideado este plan. De su pantalón, del bolsillo delantero, saca un aparato tecnológico, que seguramente él creó, y junto a el sale un cable, de una anchura igual a un dedo índice. Lo conecta al aparato, que es como un Tablet. Desliza sus dedos sobre dicha pantalla con una rapidez sorprendente, hasta que de la máquina suelta un sonido.

—Bien—sisea Eddie.

Agarra otro cable, que saca de su bolsillo trasero, y este lo conecta a la pantalla del ascensor, donde están los números de los niveles de pisos. Teclea algo en la pantalla de su Tablet, y otras cosas en el ascensor. Le toma tres minutos hacer todo eso, hasta que sonríe y me mira.

—Ya.

La pantalla frente a nosotros se enciende y aparecen las cámaras de seguridad del derredor a nosotros.

—Sorprendente—le digo, mientras observo todo, embelesada. Ni en mil años yo podría hacer algo como lo que él hizo en tres minutos. Veo como teclea unas cosas más hasta que aparece en ambas pantallas una barra de porcentajes. Inicia en uno, subiendo estrepitosamente hasta cien. Exactamente en veinte segundos.

—Listo. Las tengo todas.

Me muestra la pantalla de su Tablet, y efectivamente tiene todas las cámaras de seguridad. Un sonido igual a cuando se abre una bebida, se escucha en esta cabina. Veo el techo y una compuerta está abierta.

—Sube tú primero. Te ayudo.

Asiento. Me sube en sus hombros, igual cuando lo hacíamos en el agua dentro de una piscina. Me ayuda y logro agarrar el borde de ella. Trepo como puedo, haciendo flexionar mis brazos de una forma extremadamente cansadora. Me pongo se pié cuando estoy arriba y le doy una señal para que el suba.

—Vamos. Sube.

Observo como salta y sube sin ninguna dificultad. Agarra mi mano y con la otra revisa su Tablet.

— ¿Está todo bien? —le pregunto.

—Sí. Tenemos tres minutos antes de que se den cuenta. ¿Puedes contarlos?

—Por supuesto—contesto algo pedante.

—Bien. Sígueme, debemos subir esta escalera hasta una compuerta.

—Ya... Quedan dos y cuarenta.

Asiente, y comienza a subir. Pongo mis manos en el metal oxidado y asciendo.

—Dos minutos y medio—le aviso.

Continuamos el recorrido hasta que se detiene. Golpea con su puño una puerta y esta se abre. Es una compuerta de la ventilación.

—Sígueme—habla por sobre su hombro. Se mete en el conducto, de espacio reducido y avanzamos. Luego de treinta segundos llegamos a otra puerta. La vuelve a golpear y esta responde, abriéndose. Sonrió y me acerco.

—Te esperaré abajo—me dice, mientras veo como salta. Luego me asomo para ver la altura. Mis ojos se abren exageradamente, dejando a la vista lo asustada que estoy.

—Salta, Ade. Te atraparé—promete, alzando sus brazos.

Accedo, no muy convencida, pero me lanzo. Quedan dos minutos, y no puedo darme el lujo de desperdiciar esos segundos. Sus fuertes brazos me atrapan, abrazándome.

— ¿Estás bien? —pregunta, recorriendo mi rostro con sus hermosos ojos cafés.

—S-si.

— ¿Cuánto nos queda? —continua.

—Minuto y cincuenta—replico.

—Alcanzamos entonces—dice, pero no entiendo a que se refiere hasta que su boca se acerca a la mía y aúna nuestros labios. Tiemblo en sus brazos, mientras respondo su beso. Me prometí que no iba a ser tan tonta, no de nuevo. Que iba a ser más racional, y más estricta. Pero acabo de caer, y no me arrepiento en lo absoluto.

Disfruto del beso, como si fuera a ser el último. Envuelvo mis brazos en su cuello y lo atraigo más a mí.

—Minuto y medio—le digo, entre besos. Pierdo la noción del tiempo durante unos segundos, mientras él intensifica el beso. Mis pulmones me piden respirar, pero no me quiero alejar. No lo hago hasta que él lo hace. Ambos inspiramos aire y nos quedamos quietos, ansiando que la magia no se acabe, y nos llene la desastrosa realidad.

—Nunca dejé de amarte. Nunca te engañé, con nadie—revela, y la angustia de su voz es notable.

Desde que empecé el noviazgo con él, nunca había dudado de su amor incondicional y de su fidelidad. Sin embargo, un mes antes de que me capturaran, me llegó el rumor de que lo habían visto junto a una chica, abrazados. Cuando me enteré, el mundo se me fue abajo, y no tuve la oportunidad de desmentirlo. Estábamos en la universidad, exactamente en la sala de anuncios. Todos los alumnos escuchábamos un aviso de parte del rector, y fue cuando lo vi junto a una chica. Mil veces más hermosa que yo, alta y esbelta. Estaba decepcionada, me sentía de diferentes maneras, pero me llené de fuerza y valor, para enfrentarlo. Me había encaminado hacia él, pero un olor estupefacto me impactó. Las puertas por todos lados se cerraron, e inconscientemente lo busqué con la mirada. Recuerdo perfectamente como me desesperé, no solo al verlo tan lejos, e inalcanzable, sino también al sentir ese olor agrio que se colaba cada vez más por mis fosas nasales hasta mis pulmones. Dejé de ver claramente, me mareé, sintiendo que la cabeza me daba mil vueltas.

Solo fui consciente de que caí al suelo como todas las personas a mí alrededor.

AtrapadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora