Parte 4

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Todo lo que pasó después fue horrible.

Desperté y me encontré en la parte de atrás de un camión. Más personas me acompañaban, pero nadie me hablaba. Me sentí sola, atrapada. Intentaba hablar, pero una luz roja en mi muñeca se encendía. Tenía un brazalete. Intenté de todas formas sacármelo, pero no obtuve éxito. Me acostumbré a la comida, a los cambios de vehículo, a estar siempre encerrada, a las ropas incómodas y a la soledad. Me sentía atrapada en mi misma a pesar de tener a cien personas a mi lado. Me tomé el tiempo de contarlas, de observarlas y de analizarlas. Cada cierto tiempo recibía tres o cuatro oraciones como máximo.

«Esta es tu comida». «Es hora de dormir».

A veces ni siquiera me daban comida. Al menos no era tan terrible como el insomnio. Las largas noches sin dormir eran peores. Me pasaba martirizando por lo que pasó. Algo pude haber hecho aquel día, pero no tuve la oportunidad ni siquiera de correr. Estaba aterrada, de pie entre muchas personas, aguardando a lo que iba a pasar.

Estaba harta de ello.

Cuando me sacaron de ese lugar, donde estuve como un mes, y me trajeron a este nuevo lugar, me preocupé. El brazalete desapareció, no sé cómo, ni en qué momento me lo sacaron. Solo hizo que mi preocupación aumentara. Todo fue muy extraño. Antes solo trabajábamos en los cultivos. Ahora es diferente. Hay algo más que no sé. Por eso me resistí cuando vi a aquel insecto.

Ya no quería ser parte de todo aquello, iba a reventar. Debía escapar y todo se facilitó ahora que tengo a Eddie a mi lado. Él es mi salvación. Y yo soy la de él.

Con solo haber visto sus ojos supe que con él no fueron tan bueno. El ser hombre lo expone a otro tipo de trato, y eso solo me enfurece más. Pero ahora que estamos juntos todo va a cambiar. Eso lo sé con certeza.

—Te creo, Ed. De verdad—le susurro, besando una vez más sus labios. Ahora, después de todo lo que tuvimos que hacer para poder escapar, sé que le creo. No necesito explicaciones, solo lo necesito a él diciéndome que todo estará bien.

— ¿Cuánto queda? —pregunta, observando mi rostro con una dulzura infinita.

—Cincuenta segundos.

—Vamos. Salgamos de aquí.

Asiento una vez más y me deja en el suelo. Me estabilizo y sigo sus pasos. Abre una ventana y revisa su Tablet.

—Aún no se dan cuenta que estamos acá.

— ¿Qué hiciste?

—Activé una puerta para que se abriera a los tres minutos, y desactivé las cámaras de seguridad de ese recinto. Funcionaran como...

—Como señuelos...—completé, asintiendo con la cabeza.

—Así es.

—Brillante—le hago saber y le sonrío orgullosa.

—Gracias. Solo quiero huir de aquí. Vamos. ¿Cuánto?

—Treinta.

—Solo sígueme. ¿Sí?

—Está bien.

Se sube al borde de la ventana y trepa hasta estar al otro lado.

—Ahora pasa, ven—. Obedezco a sus órdenes y paso al otro lado. Me quedo pegada a su espalda, un poco asustada.

—No te pasará nada, estás conmigo—me recuerda.

—Sí, lo sé—le digo. Trago saliva al pronunciar esas palabras. Estoy asustada, las alturas y yo no somos buenas estando cerca. A menudo me desespero y se me desordenan los papeles. Sacudo mi cabeza e inhibo el miedo de mi cerebro. Eso es lo que Eddie siempre me decía. "El temor esta en tu cabeza, solo tú puedes manejarlo". Él siempre me ayudaba a superar mis miedos, no ha pasar de ellos. Decía que evitarlos es aun peor que cuando aprendes a sobrellevarlos. Y tenía razón. Ahora lo sé con mayor certeza.

Continuamos con el plan y bajamos las escaleras de emergencia de forma rápida y silenciosa. Toco el piso y salto a sus brazos. Estoy cómodamente ubicada en el hueco de su cuello y es todo el lugar en que quiero estar. Siempre.

—Debemos seguir.

—Sí, lo siento. Estoy algo sentimental—respondo, dejando que una lágrima caiga de mis ojos.

—Pronto estaremos solos. Te lo prometo.

—Eso espero.

Comenzamos a correr hacia las rejas que cercan este lugar. Mis pies corren lo más rápido que pueden, saltando sobre piedras y arbustos, teniendo la precaución de no tropezarme y arruinar el plan. Llegamos a nuestro obstáculo y logramos atravesarlo. Menos mal que no estaba electrificado—pienso.

—Yo desactivé la corriente—me informa Ed, cuando ve que me quedo demasiado tiempo analizando el alambrado.

—Por supuesto—sonrío, y él también lo hace.

El sol está en su punto más alto, y el viento es escaso. Por lo tanto, hace un calor infernal, literalmente. Seco el sudor de mi frente mientras sigo corriendo a todo dar. Nos quedan unos doscientos cincuenta metros para llegar a un lugar más seguro.

La estación de metro parece normal. Las personas viven como si nada, como si no me hubiesen secuestrado, como si no me hubiesen retenido contra mi voluntad, como si no me hubiese sentido atrapada. Eddie me ve y siento que tiene la misma percepción que yo. Llegamos a aquel lugar y nos envolvemos entre la gente. Ed agarra mi mano y me atrae hacia él. Lo que menos quiero es perderme.

—Conozco un lugar donde escondernos—susurra.

Camino tras suyo, ocultando mi mirada. Nuestra vestimenta nos delata, claramente. Ya hay algunas personas que se nos quedan mirando. Ingresamos en una puerta blanca que dice "solo personal autorizado". Ed se mueve rápidamente y abre unos casilleros que seguramente son de los trabajadores de aquí. Agarra ropa de uno y me la pasa.

—Cámbiate.

Él hace mismo con otro y empieza a desnudarse. Me sonrojo, pero no dejo de mirarlo. Es tan perfecto. Quita su camiseta azul y se pone otra. Hago lo mismo con la mía, con un poco de vergüenza, pero lo hago. Él me observa, y yo a él también. Ninguno habla, porque es mejor así. Salgo de mi ensimismamiento, al notar cómo me ve. Lo hace con lastima. Había olvidado lo mucho que bajé de peso y que por supuesto, él nota. Evito su mirada, azorada. Cubro mi cuerpo con torpeza y me ato el cabello. Este ha crecido demasiado desde la última vez que le tomé importancia.

—Salgamos de aquí—hablo, con voz rasposa. Él asiente y toma mi mano con cariño.

—Por aquí, vamos.

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