Limpió el cuchillo con su propia ropa y lo guardó en su mochila. Su respiración chocaba contra el pañuelo atado sobre su nariz, causando un extraño sentimiento sofocante pero también de tranquilidad. Pasó el pañuelo blanco por el rostro del cuerpo, mientras que un cosquilleo incluso doloroso pasó por su propio ser en los lugares que vio con cortes de aquel hombre.
Pero no le molestaba.
El paño se tiñó de rojo, pero no le prestó atención alguna e inconcientemente sonrió. No habían sirenas a la distancia, ni pasos, ni nada. Eran solo ella y su respiración, además de quien dejó de respirar y el gato por aquel muro. Aun así, no tenía tanto tiempo. Sacó un par de fotos rápidas al cuerpo, puso trozos de papel sobre él y entre su ropa, y acomodó dos fósforos; se aseguró a que prendieran y corrió entre los callejones espantando al gato.
Amaba la adrenalina, y correr luego de haber acabado con otro más aumentaba la sensación. Era la libertad que siempre había añorado, incluso cuando su cabello se le pegaba a la frente. Cruzó una sonrisa por sus dientes, pero se obligó a endurecer un poco más sus emociones al ver la entrada cerca.
Se suponía que no tenía que oírse de lejos, pero los gritos de jubilo lograban escapar de la puerta todas las noches. Una suerte que los policías no acostumbraran a pasar por ahí, y que Natrolite estuviera todos los días en el tejado del intento de edificio vigilando. Golpeó la puerta de metal con sus nudillos que quemaron al contacto. Esperó, pero en el fondo deseaba que nadie hubiera oido y poder usar la excusa de que tocó mil veces y nadie abrió; pero para su mala suerte, la pequeña ventanilla fue abierta y se mostraron unos ojos familiares.
—¡Lazuli! —exclamó al verla. Topaz tenía una lata en la mano, pero no su mirada decía que no se había pasado—. Entra, ten.
Ni siquiera miró el trago en su mano antes de derramarlo sobre el piso y tirar el resto a un lugar sin específico.
—Oye, ¿estás bien? —su voz sonó hasta suave, y no supo cómo pudo oírlo entre tantos gritos.
—¿A qué te refieres? Estoy bien.
—Tienes... —Se apuntó a sí mismo en el rostro.
Lapis reflejó tocando bajo su nariz. No se había dado cuenta de que tenía sangre, seguramente el fuego del momento no le había dejado sentir, era lo más probable.
—¿Te rompiste la nariz?
—No —respondió, sin estar completamente segura, aunque ya se había roto la nariz una vez y la sensación era diferente—. No duele, solo fue el golpe.
Se alejó de ahí, y sacó la primera botella de Whisky que vio al saltar la barra. Ignoró al resto de personas con las que chocaba como en un juego de Pinball.
El lugar se alejaba de la definición de tranquilo. Había música, gritos, risas, personas con voz especialmente fuerte, y una prostituta acababa de pasarle de forma coqueta una mano por su cuello de seguro creyendo que era un hombre. Cada minuto habían peleas dentro del recinto, y a juzgar por los empujones que recibió, cruzó al lado de una.
Bajó su puño contra la mesa en un sonoro estruendo, aunque no llamó la atención a las personas externas al puesto. Antes de recibir como mínimo una mirada hostil, tiró el pañuelo con sangre sobre la tabla, con su celular mostrando la foto al lado.
—Aquí está, y no quedará rastro de él.
Esperó un momento a que viera todo y digiriera la información, aquellos que también estaban en la mesa le acompañaron a ver. Lapis odiaba a los mirones. Tomó un sorbo directo de la botella mientras esperaba; era fuerte, y ni se había molestado en ver los grados que tenía. Los efectos ya comenzaban a llegar a su cabeza, lo necesitaba.
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Último Movimiento | Lapidot | Steven Universe
FanfictionCuando Lapis comienza a acostumbrarse su complicado estilo de vida, una oferta que tiene que aceptar se le cruza en frente. Entre engaños que aseguraban su supuesta facilidad no supo en lo que se metía, y ahora tiene que arreglárselas con una nerd m...