Las sombras de los árboles se ceñían sobre mi cabeza, con un silencio sepulcral, con un aire espectral, la brisa fría se coló a través de los pliegues de la ropa hasta helar los huesos, se sentía como si las calles hubiesen muerto congeladas.
Recosté mi cabeza al asiento del autobús, contemplé los edificios, las calles, las aceras, las paradas de autobús, al igual que los rostros de las personas que los abordaban, una generalizada expresión de mezquindad emocional reinaba sobre ellos, era lunes, y se veía el peso que este generaba sobre ellos, incluso se apreciaba ese sentimiento de luto por condenar al pasado un fin de semana más, con sus respectivas risas, y alegría, con sus sagrado rigor de descanso perpetuo y perfecto, es conmovedor apreciar el aire fúnebre de los lunes en honor al fin de semana...
Por un momento, observé a lo alto y vi el azul plomizo del que se había vestido el cielo, un tono formal, silente, robusto, las nubes grisáceas empezaban a perder el negro con que la noche las había cubierto, se empezaba a perfilar la salida del sol, aunque el brillo no se había manifestado, el sol acechaba, estaba justo a punto de irrumpir en nuestras vidas, de irradiar su potente fulgor cósmico sobre nuestras miradas.
sin embargo, justo antes de que eso ocurriese, solo un segundo antes de que el sol irrumpiese desde el cielo, miré hacia las copas de los árboles, estas danzaban con la fría brisa, bailaban un vals de movimientos rápidos, una danza antigua y etérea, las hojas besaban las unas a las otras, se agolpaban, se conglomeraban, formaban una cadencia silenciosa, me imaginé el ritmo, lo imaginé tan fuerte como el rayo y tan frágil como la pluma.
Noté que las copas de los arboles se besaban, y que formaban siluetas, las gotas de humedad sobre las hojas salían disparadas lejos, como si fuesen las lágrimas de una lluvia pasada, por un momento escuche a las gotas que caían, al repicar con el suelo emanaban sonidos, en un principio ininteligibles, luego los sonidos tomaron forma, eran palabras, palabras que se perdían en la inmensidad, pero luego esas palabras formaban oraciones.
Esas oraciones, eran poemas, eran frases de belleza inigualable, eran acordes de letras que fueron dichos por corazones enamorados, de esos que dejaron toda su alma en cada letra, de esos que amaron hasta desgarrarse...
De repente todo se hizo más oscuro, y el cielo ardió, y las gotas estallaron, acallando sus voces poéticas, y se iluminó la bóveda celeste con el brillo de las estrellas lejanas que empezaban a surgir, y cada vez brillaban más, cada vez su fulgor estelar golpeaba más mis ojos y lo hacían con tal fuerza que me estremecían, y vi una estrella radiante, que se posó justo sobre la luna, su brillo era particular, me atraía, de forma extraña me seducía en la lejanía del cielo, la sentía tan cercana, casi como si pudiese tocarla.
De repente oí su voz, dulce de tono, pero el sonido abarcaba todo el espacio, era fuerte, tanto que haría estremecer las montañas y acobardaría al más valiente, pero a pesar del estruendo, sonaba tan dulce, y por un instante miré hacia la luna y vi el rostro de Lorian reflejado en ella, su silueta estaba allí, en el máximo astro solar nocturno, era tan bello, y tan sublime...
De un golpe seco el autobús se estremeció fuerte al parar en la estación, me estremecí y me sentí perdido, hasta ver los letreros por la ventana, había dormido todo el trayecto, y no lo había notado siquiera.
Bajé del autobús y llegue a la universidad, durante la clase recordaba el sueño, y me preguntaba, ¿Por qué está Lorian en mis sueños?, ¿será acaso que me estoy ilusionando?
También me preguntaba de quién era la voz de la estrella, no encontraba ninguna que coincidiera, en un momento me convencí que no había voz más dulce que aquella que en mis sueños había sido proferida por una estrella de brillo adamantino.
Decidí nombrarla Any, ya que me parecía una contracción bella de Anita, que me parecía el nombre más tierno para una chica, pero si se trataba de una estrella debía ser aún más tierno, así que decidí reducirlo a su mínima expresión.
Al pasar por un corredor, viré la vista y aprecié el bosque del campus, era verdaderamente majestuoso, muy hermoso, a pesar de no poseer un orden específico, era hermoso, y decidí respirar su aire.
Caminé hacia el bosque y aspiré el suave aroma que emanaban las flores de los vetustos árboles, había grupos de estudiantes reunidos en múltiples lugares, reunidos en agitadas charlas de carácter superfluo y profundo al tiempo, sin embargo algo atrajo mi vista poderosamente.
Era Lorian, que se sentó en una mesa apartada del bosque y extendiendo los brazos se entregó al llanto sobre el frío granito de la meza, debajo de un anciano árbol que parecía compadecerse de la afligida mujer, que de seguro no era la primera que acudía a sus ancianas raíces para buscar consuelo.
Post-Data: Agradezco a todos aquellos que han leyeron mi anterior capitulo, me siento muy orgulloso de este proyecto, quiero que sepan que son muy importantes para mi y que les envió un abrazo enorme, a todos aquellos que estas palabras les sean agradables, agradezco que dejen todas sus dudas, inquietudes, preguntas, en los comentarios, esto me ayudaría a mejorar cada vez más los capítulos, me siento muy contento con lo que hemos podido lograr hasta ahora y espero seguir ofreciendo una obra que les guste por mucho más tiempo, agradezco a AnyNova por la imagen que acompaña a este capitulo.
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El Problema
Novela JuvenilEl problema es una historia que narra las disyuntivas de un estudiante universitario, en lo que quizás sea la etapa más estimulante al intelecto, en esta obra el protagonista va a poner en tela de juicio todas sus concepciones del mundo, un historia...