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                  Los rayos del sol chocaron contra mi rostro, gruñí, deseando que sea sábado, pero no. Hoy a primera hora me tocaba con la vieja gruñona de química, y claro, nunca me fue bien en química. Quizá esa es la razón de por qué me odiaba tanto y siempre me elegía para dar una respuesta a algo que escribió en la pizarra, que para mi, siempre serían jeroglíficos; lo hace con el único propósito de dejarme en ridículo frente a la clase.

                Levanté mi brazo izquierdo hasta ver cómo el rayo de sol se posaba en mi mano, la giré, dejando ver mi muñeca, pero en ésta había algo extraño. Me senté en la cama, un poco sorprendida, pensando en que ésta sería un efecto secundario de la resaca. Pestañeé varias veces. Rasqué mi muñeca, pero no hubo caso.

                 —¿Desde cuándo que tengo un reloj bajo la piel?— en un rápido movimiento, deposité mi mano en mi garganta, mi voz había salido demasiado grave—. Esto claramente no es la resaca.

                  Busqué mi celular por encima de la mesita de noche, al encontrarlo, vi la hora, me había despertado una hora antes de que las clases empezaran y mi voz decía que me había enfermado.

                  Al bloquear el celular, descarté la última opción. 

                   — Esto debe ser un sueño— miré mi reflejo en la pantalla y misteriosamente, era.. Joder, no recuerdo haber bebido tanto, era un chico.— Esto no es cierto.

                   Levanté las sábanas y dios, no sé cuándo ni cómo, pero, tenía un nuevo amiguito.

                   Me apresuré a levantarme, corrí hacia el espejo del baño. Tenía el pelo obviamente, corto. Mi mirada era más intensa con aquellos nuevos ojos azules. Y extrañamente algo había cambiado en mi conducta. Era cómo sí... hubiera olvidado cómo se sentía ser mujer.

                 Volví a mirar mi muñeca y descartando que este era un sueño o una simple broma. Vi el reloj por segunda vez, éste marcaba un tiempo que iba disminuyendo. Oh no, ¡¿Éste era el tiempo que me quedaba de vida!? 3 horas exactas.

                  

                 Conduje mi mirada hacia el mesón, que se encontraba en frente del espejo del baño. Había un papel, flotando, parpadeé unas cuantas veces, lo tomé y a medida que leía, las palabras se comenzaban a borrar.

                —  No olvides de dónde perteneces— y el papel desapareció, quedé con la mano extendida por un momento. Cerré la boca, la cuál permanecía abierta ante lo que acababa de suceder.

              Sacudí la cabeza. Empezó a sonar el celular, esperé un momento, al dejar de emitir aquel ringtone en menos de 2 segundos, deduje que era un mensaje.  Me dirigí hacia el dormitorio, intentando esquivar las múltiples cajas que se encontraban en el pasillo,  ya que mi hermano se había mudado hace poco para vivir conmigo, sin embargo, no tengo idea de dónde está. Cogí el celular, era un mensaje de Tracie, avisándome de que Mike, un chico al que yo le atraía, estuvo discutiendo otra vez, por mi. Sabía que Tracie necesitaba que llegase rápido al instituto, para poder detener a Mike; le respondí con un "ok".

         Busqué en una de las cajas algo para ponerme, opté por un conjunto oscuro. Me dirigí hacia el baño, confirme la hora en mi nuevo "reloj", me quedaban 2 horas y media, ¿para qué? ni idea. 

           Coloqué la ropa encima del mesón, para luego pararme en frente de la ducha y suspirar.

       —Esto será incómodo—comencé por desvestirme. 

        ***

             El instituto no se encontraba tan lejos, por lo que solía ir caminando. Noté algunas miradas de chicas posadas en mi, intenté ignorarlas. 

            Pasé todo el trayecto pensando. Recordando aquel "papel", y preguntándome cada cinco minutos: ¿soy hombre? sí, lo era, ahora quería investigar el por qué.         

           Cuando llegué al instituto vi a unas cuántas personas fuera de éste, algunas fumando, otras sólo conversando, entre medio de ellos, estaba Tracie. Empecé a trotar mientras agitaba el mano por sobre mi cabeza y gritaba constantemente su nombre.

            Levantó la vista cuando ya me encontraba a unos 3 metros de distancia, me miró con sospecha:— ¿Y tú eres?

            Paré en seco.

           — Yo, soy... — por un momento olvidé hasta mi propio nombre—. Sharon.

           —Hay un chico castaño, bastante apuesto y de unos ojos azules piscina que dice ser Sharon, mi mejor amiga—encarnó una ceja y colocó los brazos en jarra mientras miraba constantemente hacia los lados—. Debe ser una broma.

             Negué con la cabeza. 

            —Larga historia— me limité a decir.

             Levantó las cejas, esperando a que dijera algo más, y antes de que pudiera hablar, el timbre sonó, indicando que las clases habían empezado. 

             —¡Hey!—exclamó cuando le agarré del brazo y llevé conmigo a la sala de química— ¡ayuda! ¡un chico el cual no sé el nombre pero es bastante atractivo me está secuestrando!

         Le miré de reojo con una ceja levantada.

           Si tan solo supiera que soy yo.

          Llegamos al frente de la sala, y antes de que abriera la puerta del infierno, hablé:

          —Luke—suspiré—. Me llamo Luke—inventé un nombre al azar—Luke Derrick

           Abrí la puerta recibiendo todas las miradas. Incluyendo a la vieja gruñona.

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Hola, lector/a fantasma.

Bai.

-nxm.y

Wyntell © | PAUSADA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora