Parpadeé varias veces para intentar identificar el lugar en el que estaba. No conseguía recordar nada de lo que pasó la noche anterior. Miré a mí alrededor y aquella habitación desordenada estaba vacía. Al menos parecía que no había ocurrido nada de lo que me tuviera que arrepentir. Me fui levantando poco a poco y con cuidado. A penas tenía fuerza en el cuerpo. Salí de aquella habitación desconocida y bajé. La casa estaba solitaria y yo no paraba de preguntarme cómo había sido capaz de ir a parar allí. No había indicios de que me hubiera acostado con algún chico de aquella fiesta. Acto seguido de abandonas la casa comprobé mi móvil. Tenía mensajes de una chica pesada de mi instituto. En ese momento maldecí el haber tenido que darle mi teléfono para poder quedar para hacer ese trabajo escolar, desde entonces no para de enviarme mensajes para quedar. No soy capaz de aguantarla. Cada vez que la veo intento sacar lo mejor de mí pero al final acabo huyendo de ella para no hacer algo de lo que realmente me arrepintiese después. Muchas personas en mi instituto me conocían. Sabían que era una chica poco conveniente. Voy a mi rollo y más de una vez he intentado dejar el instituto. ¿Por qué tengo que hacer caso y tener que estudiar Bachiller? Sencillo: mis padres me obligan. Mi vida en el fondo no está tan mal para la mayoría de las personas, el problema soy yo. No quiero una vida basada en el dinero ni mierdas superficiales. Quiero divertirme y explotar mi vida al máximo. Salir de fiesta y pasármelo bien. Desde que probé las drogas todo eso había cambiado. Sólo quiero más y más, me fui acostumbrando. Llevaba rato caminando por una calle solitaria cuando me percaté de que no sabía cómo volver a mi casa. Una de las ventajas de tener una familia como la mía es que tenía dinero y las cosas en ciertos momentos eran fáciles gracias a ello. Cogí de nuevo mi teléfono, ignoré todas las notificaciones nuevas que tenía y marqué un teléfono que me sabía de memoria. -¿Ann? ¿Eres tú? -Sí, soy yo. ¿Qué quieres? Su voz de dormida me informó de que la había despertado. Nunca podré llegar a entender cómo es capaz de dormir tanto. -¿Te importaría venir a buscarme? Estoy perdida. -¿Otra vez? Joder, siempre igual. Estoy empezando a cansarme de ti. Pásame el nombre de la calle por un mensaje y ahora voy a por ti. Que te quede claro que es la última vez que me levantas de la cama. -Sí… Perdón.- colgué. En verdad no podía echarle la culpa de nada. Hasta yo misma estaba harta de mi vida. Quería un cambio y lo quería pronto pero, ¿quién va a ayudar a una adolescente de 17 años que se droga sin razón alguna? Era una jodida mierda. Nunca tuve motivos para hacer lo que hago. ¿Quizás debería pedir ayuda? ¿Debería decírselo a mis padres y que me metan en un manicomio? Quizás sería lo mejor. O simplemente desaparecer. Posiblemente nadie se diera cuenta. No. No quiero desaparecer del mapa. Sólo quiero tener una vida normal. El viento me empezaba a molestar. Cogí la goma que llevaba puesta en la muñeca y me hice una coleta lateral. ¿Cuánto podía tardas Ann en venir? No sé lo alejada que estoy pero espero que no tarde mucho, lo único que quería era llegar a mi casa, subir a mi habitación y desconectar de todo. Pasada una media hora vi acercase un coche conocido. Sonreí. Al fin había llegado mi salvación. Me acerqué hacia el coche y abrí la puerta. -Gracias por venir a buscarme. No sé qué haría sin ti.- dije sintiéndome culpable. Ya habíamos estado en esta situación muchas veces y siempre por mi culpa. No sé cómo todavía no se ha hartado de mí. -Ari, sabes que te quiero mucho y agradezco todo lo que has hecho por mí pero como ya te he dicho antes me estoy cansando de tus juegos, de tu forma de vida. No te digo que cambies pero si vas a seguir así no quiero saber nada más de ti. ¿Entiendes? -Ann, sabes que quiero cambiar. Sabes que llevo meses intentando dejar las drogas. -¿Y por qué no se lo dices a tus padres? Sabes que ellos tienen dinero y te podrían intentar ayudar. -Sabes que si se enteran me matan. -Deja de decir eso porque no lo sabes. Tus padres siempre te han intentado ayudar pero siempre los has alejado de ti. Sabes que nunca te he juzgado y sé que eres una gran persona pero te tienes que alejar de todos esos chicos con los que te has empezado a juntar este año. Desde que los conociste cambiaste un montón. Empezaste a pelear y a querer dejar el instituto. ¿No ves que te están arruinando la vida? Me quedé en silencio. No sabía que decir. Ann tenía razón pero no creía que tuviera el valor necesario para poder dejar las drogas. Además, por otro lado, tenía miedo de que si dejaba de comprar mercancía a la gente que se la compraba vinieran a por mí. Más de una vez he visto cómo iban a por la gente que les dejaban de comprar. Yo no quería ser uno de ellos. ¿Qué podía hacer? ¿Por qué decidí meterme en esta mierda? En 40 minutos habíamos llegado a mi casa, agradecí una vez más a Ann todo lo que había hecho por mí y me metí dentro. La casa estaba vacía: mis padres estaban trabajando y mi hermano se había ido a dormir a casa de un amigo. Fui al baño para intentar quitarme el dolor de cabeza que llevaba encima. Cogí la caja de aspirinas y me tomé dos con la esperanza de que ejercieran un milagro en mí. Después de haberme tomado las pastillas milagrosas fui a la cocina en busca de algo de comer. En la encimera había una nota. ‘’Cariño, hoy tengo que doblar el turno así que hasta esta noche no habrá nadie en casa, ya sabes que tu padre llega tarde. A las 17:00 hay que ir a por tu hermano a casa de su amigo, así que si no te importa ve tú a por él. Hay comida preparada en la nevera. Te quiero. ‘’
Genial, encima de que me sentía como una mierda tenía que ir a por mi hermano. ¿Qué hora era? Miré el reloj de la cocina, 15:27. Me daba tiempo a comer un poco antes de ir a por él. Abrí la nevera y rebusqué un poco. Me encontré con un poco de pasta congelada, la saqué y la metí al microondas. Esperé unos minutos hasta que un pitido me anunció que la comida estaba lista.
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