Capítulo 4

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El camino se me hizo eterno. Miraba a través de los cristales mientras me evadía del resto con mis cascos puestos y con la música a tope. Cuando llegué una valla me anunciaba cuál era el edificio. Aquello parecía una verdadera cárcel, no exageraba. Saqué mis maletas del maletero y con un gran suspiro entré dentro. Nada más entrar había una pequeña recepción donde me acerqué a preguntar cuál sería mi habitación.

-Disculpe, ¿me puede indicar cuál es mi habitación?

-¿Cómo se llama?

-Ariana Lightwood.- dije muy seria. Esta situación no me la hubiera imaginado ni es mi peores pesadillas. Mientras que la chica de mediana edad tecleaba concentrada en el ordenador, yo aproveché para mirar las salas cercanas. Justo a la derecha pude ver una sala con muchas sillas. Enfrente de esas sillas había como un pequeño escalón con una pizarra colgada en la pared. Al lado del marco de la puerta divisé un pequeño cartel de oro donde se podía leer ‘’Sala de charlas’’. Quise seguir investigando pero la recepcionista volvió a captar toda mi atención.

-Perdone, ya he localizado su habitación. Los cuartos se encuentran en la planta de arriba. Nada más subir, el segundo pasillo a la derecha. Habitación 96. Actualmente tiene un compañero de habitación pero le van a dar el alta esta tarde así que mañana se le asignará otro.

Asentí y me dirigí hacia las escaleras. Quería deshacerme de mis maletas antes de empezar a investigar. Aquello no parecía tan malo. Antes de llegar a las escaleras había una sala común donde había varios ordenadores, muchos libros colocados en varias estanterías clásicas junto con unos sillones aparentemente cómodos. En la parte izquierda de la sala, se encontraba una gran televisión donde ahora se encontraban varios jóvenes de más o menos mi edad jugando a la play. ¿Este sería mi sitio? Subí las escaleras y conseguí localizar mi habitación. Abrí la puerta y nada más entrar me encontré con un chico rubio a punto de salir.

-Perdón.- dije avergonzándome. Casi le llego a dar con la puerta en la cara.

-No te preocupes, esta tarde me iré de este lugar. Elige la cama que quieras y suerte en este infierno. Hasta nunca.

Aquel chico me desconcertó y no solo por su gran atractivo. Era un chico alto, fuerte, rubio y tenía los ojos más profundos que vi en mi vida, eran de color azul y con solo mirarlos conseguían hipnotizarte. Me quedé en el sitio cuando abandonó la habitación. ¿Él era el chico que esta tarde abandonaba la clínica? Suspiré. Eché un vistazo rápido a la habitación y me deprimí al instante. Sabía que necesitaba ayuda, pero aquello tenía el aspecto entre un hospital y una cárcel. Las paredes eran blancas, las habitaciones tenían lo necesario para poder sobrevivir: unas camas, un armario y un baño. Sin pensármelo mucho, me senté en una de las dos camas y empecé a pensar en cómo mi vida había podido cambiar tanto en tan poco tiempo. Estaba empezando a dormirme cuando un ruido llamó mi atención, alguien había abierto la puerta. No quería saber nada del mundo así que me quedé con la cabeza apoyada en la pared y los ojos cerrados.

-Perdón, me olvidé mi cazadora.

Al escuchar de nuevo su voz me sobresalté. Abrí los ojos y le vi acercarse.

-No te preocupes.

Estuvo delante de mí esperando. ¿Qué le pasaba? Nos mirábamos fijamente y nadie decía nada.

-¿No te habías olvidado la cazadora?

-Sí.- dijo cortante.

-Pues cógela.

-No puedo.- poco a poco se le fue creando una sonrisa.

-¿Por qué no?

Estaba empezando a confundirme. Me estaba empezando a poner nerviosa. Necesitaba volver a estar sola e intentar tranquilizarme.

-Porque alguien tiene su culo encima de ella.

Noté que al segundo siguiente de escuchar eso mis mejillas empezaron a coger color. Rápidamente, pegué un bote y le di su cazadora. ¿Había estado allí cuando llegué? Juraría que no, pero estaba tan aturdida que no me fijé bien en las cosas.

-Gracias. – cogió la cazadora y se la puso en el hombro y, después, salió de la habitación.

Me senté y solté todo el aire que había acumulado. Noté algo en la cama y salí corriendo de allí. Si tenía suerte todavía tenía oportunidades de pillar a aquel chico guapo, sino, me quedaría con su móvil y tendría que venir a buscarle. De repente, me paré en seco. ¿Y si vuelve? Si en ese momento tuviera que tener algo claro sería que le quería volver a ver. Sonreí y me di media vuelta. Entré en la habitación y dejé el teléfono encima de la pequeña mesa que había entre las dos camas. Me volví a sentar y cerré los ojos esperando a que aquel chico de los ojos azules volviera a pasar por la puerta.

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