Capítulo 9

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Estacioné el auto en el primer espacio que encontré. Al parecer el timbre había justo acabado de tocar ya que todos los niños salieron corriendo en busca de sus padres.

Bajé del coche pasados cinco minutos en los cuales Abby no aparecía. Fui a la oficina y pregunté por cual era su salón. Lo busqué según los registros y las listas que habían afuera de cada uno hasta que encontré el de ella. Me asomé y la observé hablar con la maestra seriamente.

Su pequeño rostro miraba al suelo entristecido. La maestra parecía un poco alterada y le pedía reclamos, reclamos que Abigail no era capaz de darle. Me vi en la obligación de irrumpir en su salón sin su permiso. Ambas solo me miraron y Abby vino corriendo a donde mi y me abrazó.

Agarré su mochila con seriedad y miré a su maestra, bastante joven por cierto. Tendría unos veintitantos años. Era castaña y tenía algo en su cara que la hacía linda pero no hermosa. Se veía exageradamente operada pero muy tímida a la vez.

Su repentina furia desapareció al instante de ver quien yo era. Salimos de la estructura escolar y Abby no me quiso hablar en todo el rato. La llevé por un helado pero aún así no me habló.

Al llegar a casa lo primero que hizo fue tomar un baño en vez de ir, correr y abrazar a su madre como hacía a diario siempre luego de llegar de sus clases.

- ¿Qué le pasa a Abby? - preguntó Jess cuando llegué a la habitación y me quité la camiseta

- No lo sé, Nunca había llegado así. Al parecer tuvo un problema con su maestra. Fue la última en salir de su salón y las dos estaban serias. Cuando llegué ella le estaba reclamando algo -

- ¿Abby? -

- Su maestra -

Jess asintió y extendió sus manos en mi dirección para que la ayudara a levantar. Caminó hasta la puerta con algo de dificultad pero mucho mejor que antes.

Me enorgullecí. Mi chica estaba mejorando, lentamente pero lo estaba haciendo. Pero si no hubiera sido por mi culpa ella jamás estaría en estas condiciones. Todo por una maldita negligencia mía.

- ¡Justin! ¡Ayuda! - gritó y me miró horrorizada

Me volteé y la miré buscando una respuesta. Estaba apoyada al marco de la puerta en el suelo. Gritaba incoherencias y llamaba a Justin sin parar.

Daba golpes al suelo, demasiado fuertes para ser una mujer y pensé que se fracturaría una muñeca.

Me asusté y le agarré las muñecas para evitar que se siguiera haciendo daño. Pensé en que me lo iba a prohibir, pero sólo se tranquilizó un poco.

Abby salió de su habitación y nos miró asombrada, pero realmente no sabía descifrar su gesto. Parecía atemorizada y sus pequeños ojitos, iguales a los de su madre se llenaron de lágrimas.

- Abigail a tu habitación - le ordené intentando parecer serio pero me sentía mal en lo más profundo - Es una orden - dije y mi voz se quebró

La niña no tuvo más remedio que obedecerme y corrió a su habitación y se encerró.

Ahora éramos Jess y yo.

Jess me miró a los ojos como si intentara descifrar algo. Su mirada se había vuelto fría y calculadora.

- No me volverás hacer daño Luke - dijo eso y me sorprendí

¿A que se refería? Tenía que aceptar que me dolió un poco. ¿Se refería al accidente? ¿Me quería echar la culpa por ello? Aunque si la tenía.

Reunió todas sus fuerzas y me empujó aunque no sirvió de mucho. Comencé a llorar como ella anteriormente. Si quería que me fuera, lo haría.

No podría cambiarla de opinión. No después de todo lo que le he hecho pasar y aunque era la decisión más dura que tomaré jamás, era lo que tenía que hacer.

- Está bien - me levanté del suelo y solté sus brazos - Quieres que me vaya, lo haré entonces. Me alejaré de ti pero no de Abby. Es momento de arreglar las cosas -

Jess parecía una niña pequeña. Me miró incomprendida.

- ¿De qué hablas? - dijo

- Ya me cansé de esto Jess -

Mentira.

- No puedo soportar más tus episodios Jess. Yo te amo, pero no puedo más -

Mentira.

- Haz lo que quieras, no me importa. No se como pude vivir contigo durante tanto tiempo. Con alguien que lo que hace es odiarme de veces y amarme de otras - dijo la Jess que no reconocía, la que insistía en llamarse por su apellido

Me hice el fuerte pero me dolieron sus palabras. Me hicieron un hueco muy profundo en mi corazón. No sabía si lo decía de verdad o lo decía por decirlo, justo como yo.

Aparte de que todo lo que yo había dicho también eran mentiras. Jamás me cansaría de ella y estaba dispuesto a llegar a las últimas por verla curada.

Jess se sentó sobre la cama y pareció pensar en lo que había dicho. O eso era lo que yo quería creer que estaba haciendo.

Cogí una maleta de las que ambos teníamos debajo de la cama y saqué toda mi ropa y la metí dentro.

¿Iba abandonar a mi familia así? ¿Por lo mismo que he estado aguantando por meses? Era lo mejor. Al menos hasta que me recuperara.

Guardé dentro todas mis pertenencias. Ropa, prendas, dinero, todo.

- ¿A dónde vas? - preguntó mucho después de yo haber terminado

Sus palabras salieron con duda, como si se hubiera pensando mucho en que decir.

- Por ahí. Me conseguiré un hotel y hablaré con papá para que me renueve el contrato. Seguiré buscando a Abby como a diario, la llevaré a la escuela y no sé que vaya hacer con mi vida - hablé con desgana y probablemente le di un poco más de dramatismo a mis palabras

Recogí mi maleta del piso y guardé mi celular dentro del bolsillo. Abrí la puerta para salir pero su voz me detuvo.

- ¿Nos vas abandonar? -

Sonó más a una afirmación que a una pregunta. No sabía si negarme o simplemente seguir mi camino.

El claxon de un auto se escuchó y pocos segundos después la puerta principal se abrió bruscamente. Abby salió de su habitación y los tres nos asomamos.

Justin asomó su cabeza y me miró serio. Eso hizo que me hirviera la sangre. Un color rojizo de seguro se me subió a las mejillas por el coraje.

Miré a Abby furioso y vi como quería esconderse. Ella lo había llamado debido a nuestros gritos. Claro, ¿a quién más llamaría si su madre gritaba su nombre?

- ¿Qué haces aquí? -

Fui a bajar las escaleras y al dar el primer paso mis ojos se cerraron involuntariamente.

Tres gritos distintos de personas distintas fueron lo último que escuché antes de sentir golpe tras golpe y quedar inconsciente.

Todo CambióDonde viven las historias. Descúbrelo ahora