¿Interesante?

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Ann Coleman se caracteriza por ser introvertida, no confía en las personas que suelen ser lo contrario a ella, las sonrisas matutinas y la positividad. Incluso podría llegar a decir que es una total mentirosa, cuando cualquiera podría pensar que en su cabeza hay pajaritos, lo cierto es que en realidad está soportando con todas sus fuerzas no golpear tu cara por observarla con tanta insistencia o sólo por el hecho de que hayas existido, no exageremos, sólo le molesta que hayas tenido la decencia de cruzarte en su vida.

¡Vaya! Pues sí que odiaba mi vida. Una tonta sonrisa se trazó en mi boca cuando releí lo que acababa de escribir sobre mí misma. En realidad, cuando me aburría siempre me dedicaba a escribir o dibujar lo primero que se pasaba por mi mente y, aunque no era del todo buena, realmente hacía a mi corazón relajarse cuando había algo que me molestase o que no parase de dar vueltas en mi cabeza. En este caso, y como todos estaréis pensando, es que la respuesta del señor Jeon me había dejado sin palabras. Había sido denominada de muchas formas, desde bicho raro hasta empollona y pasando por ratón de biblioteca –lugar donde en realidad me encontraba en ese instante –pero nunca "interesante". Había echado un vistazo por internet qué podía entenderse por ser una chica interesante, porque estaba completamente segura de que debía de tener alguna acepción que desconocía y Wonwoo se había referido a esa específicamente. En una tonta página web había encontrado ciertos hábitos que te hacían ver interesante.

1. Leer. Bueno, es cierto que solía pasear por los pasillos con alguno de mis libros favoritos bajo el brazo, pero no es como si el señor Jeon hubiese tenido muchas oportunidades de verme, pues siempre que él aparecía en el aula yo ya me encontraba más que preparada para comenzar con su clase.

2. Cuidar la alimentación. No. Definitivamente no era eso.

3. Hacer ejercicio. ¿Esto era una broma?

4. Escuchar música. Sí, siempre llevaba los auriculares puestos, pero como he aclarado hace unos instantes, mi profesor no tenía forma de saberlo.

5. Vestir de rojo. Odiaba ese color en la ropa pues suficientemente rojo era mi rostro durante prácticamente todo el día como para llevar un conjunto a juego con mi piel.

Suspiré hondo, dejando escapar mi agotamiento en el acto. La chica que se sentaba delante de mí me miró frunciendo el ceño antes de volver a meter la cabeza entre sus libros. Creo que era momento de distraerme y dejar de darle vueltas al asunto, posiblemente lo hubiese dicho para que me sintiese mejor y no es como si realmente lo pensara realmente, no sabía si por el hecho de que él era realmente guapo y era imposible que alguien como yo fuese interesante para él o– sorprendentemente me decantaba más por esta opción–porque era mi profesor y esa no era forma de hablarle a su alumna.

Me puse de pie, intentando arrastrar mi silla lo menos posible –aunque aún así la castaña había vuelto a mirar de malas formas –para buscar un nuevo libro que leer. Después de toda aquella investigación, algo de misterio y aventuras realmente me parecía la mejor idea ahora que estaba dentro del papel de detective. Ya que la ciudad en la que vivía no era muy habitada, y mucho menos la biblioteca transitada por demasiada gente, la cantidad de libros era algo pobre, pero aún así siempre intentaba renovarse con nuevo material.

Las estanterías dividían la gran sala en dos, dejando pequeños pasillos para llegar a las mesas y algunos sillones donde normalmente la gente mayor se sentaba para leer el periódico diariamente. Mientras que mis dedos se deslizaban por la madera y aspiraba el delicioso aroma a libro, observaba los títulos a la espera de que alguno captase mi atención.

Lamia se hizo destacar entre los demás y, a la vista estaba de que era un cómic, cosa que también era buena pues se haría más fácil de leer en un momento donde mi mente lo único que quería era calmarse. Colocando el índice en la parte superior del libro terminé por sacarlo, cuando unos ojos oscuros y afilados quedaron justo delante de los míos al otro lado del mueble.

¿Dónde los había visto anteriormente?

A pesar de no poder descifrar de quién se había tratado –aunque tampoco es que me hubiese parado a observar con mucha insistencia –volví a recorrer el mismo camino por el largo pasillo hasta llegar a mi mesa.

No fue mucho después, quizás un minuto, cuando la silla que estaba a mi lado fue desplazada para que el autor de aquél acto se sentase. Con mi cabello era imposible verlo, pero el olor a su colonia fue lo suficientemente atractivo como para que llenase mis pulmones del oxígeno acompañado de aquella fragancia tan embriagante.

-Lamia, ¿eh? He escuchado que trata sobre la reivindicación de la mujer de los 40 entre otros temas... Supongo que no me equivoqué en cuanto a la imagen que tenía de ti. –Susurró el profesor Jeon con aquella voz ronca demasiado cerca de mi oído, aunque no lo suficiente bajo como para evitar que la castaña de enfrente cerrase sus libros con fuerza y se marchase a la mesa más lejana.

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