Capítulo 2: La razón

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Podía pasarse horas mirando el cielo oscuro que solamente lo iluminaba las estrellas, era de ensueño, incluso su familiar estaba tranquilo y hecho una bola en su regazo. Se había adelantado en quedarse en la fuente del cuartel con la excusa que tenía que bañar a fondo a su Valuret, el que intentó huir a la mínima que supo reconocer sus intenciones y en vano, era sostenido a conciencia en sus brazos enrollado en una toalla. Recordaba sus ojos llenos de pánico en cuanto se acercaron al agua y cuando se sentó en el bordillo dejándolo libre parecía buscar una explicación por ese cambio brusco de opinión. Si supiera que era una vil excusa para encontrarse con el elfo después de dejarle un papel dentro de un pergamino que necesitaba y así supiera donde lo esperaría. No era tan complicado si desde niños habían aprendido a comunicarse a espalda de los adultos, siempre le recordaban que las criaturas como él debían ser admirados de lejos y en caso de necesitarlos, hablarlos con un gran respeto.

Comprendía por eso la separación que tuvo desde pequeña con ellos, sin embargo, Ezarel desde que era un crío resultaba ser burlón y escurridizo al punto de encontrárselo por cualquier lado menos en sus obligaciones y nunca solo. Era irónico que la dama de su hogar resultara ser igual que él, y como no, tenía que ir detrás para que no se metieran en ningún lío a pesar de que era la pequeña de los tres.

Aún recordaba la vez aquella que Annyarël decidió retarlos a entrar al bosque sin ningún adulto, y a pesar que el elfo azul se negó en un principio, acabó empujándola para que fuera la primera. Hasta ahí bien sino fuera que se cayeron en una madriguera de un Plumobec. Desde ese día supo que esos familiares no parecían tan pacíficos como aparentaban y los picotazos que daban eran dolorosos. Aunque más el castigo que recayó para los tres, en especial, ella. Básicamente siendo acusada de ser el mal ejemplo y la cabecilla opinaron que era hora de separarlos, fue así como aprendieron a pasarse papeles disimuladamente en las manos o con sus familiares. Ni que seguían viéndose a sus espaldas y cometiendo alguna tontería que más de una vez les costó esconder las heridas, aunque cuando comenzaron a dominar la alquimia, no había ningún rastro de sus aventuras.

-Eh, Sana.-En seguida reconoció la voz teniendo que alzar la cabeza pero confusa por ese nombre, y en un momento, su familiar se despertó bastante contento batiendo las alas.- ¿Quieres comida?

-¿Le has puesto nombre a mi familiar sin mi permiso? -Murmuró levemente molesta, tanto con el elfo como su adorado valuret por responder tan feliz, aunque tenía la sospecha que era por la comida más que por el apodo momentáneo.

-¿Tenía que pedírtelo? -Ahí estaba ese tono de sorpresa fingida mientras ocupaba un puesto a su lado y saca unos caramelos de amora poniéndolos delante del animal.- No veo ningún reclamo de su parte... Eso significa que lo aprueba.-Sonrió de lado con un aire divertido dándole la comida en cuanto escuchó un reclamo.

-Porque estás dándole ración de más, no es tonta, así acepta cualquiera.

-Ven, Sana.-Reconocía ese brillo de maldad en sus ojos azules temiendo por el bienestar de su familiar abrazándolo protectoramente pero escapó y fue al regazo del contrario con tranquilidad sosteniendo en su boca el caramelo a medio comer. Se sintió traicionada, sobre todo al ver que se acostaba con tranquilidad, por no hablar el aire de victoria y la sonrisa más ensanchada que tenía Ezarel en el rostro.- Ohhhh... alguien ha perdido.

-Ella es una vendida y tú un ladrón.-Refunfuñó con los brazos cruzados escuchando la risa del contrario.

-Vaya, vaya, te enfadaste.-En cuanto acercó su mano al rostro de la castaña se ganó un ligero manotazo causando que riera más fuerte.- ¡Duele igual que una picadura de mosquito! -Estaba por regañarlo hasta recordar quien era el jefe en la guardia y se calló, en cuanto Ezarel se dio cuenta de esto aprovechó en cambiar su tono a uno más serio.- ¿Por qué estás aquí?

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