Me llora el cielo

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YA LLEGÓ SU LODO, PUERCAS! jajajaja ok no, disfruten xD

Caí en cuenta de que estábamos hablando en un baño, yo tenía que regresar a mi trabajo y él volver a su asunto, por supuesto que quería saber pero ante todo estaban nuestras responsabilidades.

-Daichi...tenemos que regresar- me separé de él dispuesto a salir pero me tomó de la muñeca.
-Ya te perdí una vez... no pienso volver a hacerlo- me dijo con ese rostro serio que conocía a la perfección.
-Mira, tengo que volver al trabajo y ...- baje la mirada –tampoco quiero dejarte ir pero entiende que debo volver y tú también. Por favor- lo miré casi suplicándole, en el pasado él no podía decirme que no si hacía esa cara.
-De acuerdo- y soltó el agarre –pero dame tu número de celular- exigió.
-¿Perdón? ...-suspiré- ¿De verdad no confías en mí?- ladee la cabeza y crucé los brazos.
-Es que de verdad no quiero que vuelvas a esconderte...- tenía razón, todo este tiempo había estado huyendo, perdí el contacto con todos los que podían acercarme a Daichi, no quería que me encontrara, siempre estuve huyendo de los sentimientos y de nuestro recuerdo de cuando éramos jóvenes.

Le di el número, me marcó para cerciorarse de que era el correcto y que no lo estaba timando. Yo estaba algo inseguro con esto, no quería averiguar lo que de verdad quería decirme, no debía hacerme muchas ilusiones pero tampoco anticipar las cosas. Tomó mi mano, me miró como si su alma tuviera tranquilidad, una presión se hizo presente en mi pecho pero esta vez era diferente, como emoción.

Salimos de aquel lugar y volvimos a nuestro piso, Todoko se sorprendió cuando nos vio llegar juntos y aparentemente muy tranquilos después de todo el teatrito que montamos.
La tarde se pasó rápido, cuando me di cuenta ya era la hora de salida y estaba buscando cualquier cosa para tardar en salir. No quería verlo, tenía miedo.No dejaba de dar vueltas por todo el piso buscando que hacer, la mayoría de mis compañeros ya se habían ido. Fui al baño a lavarme la cara, estaba realmente nervioso, impaciente, miedoso y de pronto sonó mi celular, era él.

Sentí que mis órganos se hacían chiquititos, sentí un escalofrío por todo el cuerpo y tomé la llamada -¿dónde estás? ¿No habrás huido, verdad?- preguntó, incluso podía imaginar su expresión.

-Pa...Para nada! Es sólo que estaba terminando unos pendientes, ya casi termino y bajo en un momento ¿de acuerdo?- dije mientras regresaba a mi cubículo.

- Esta bien, no tardes- y colgó. 

Debía confrontarlo, estuve esperando tanto tiempo para que pasara un milagro de este tipo y ahora sólo me estaba haciendo tonto. Aunque fuera muy tarde él iba a esperar ahí porque habíamos acordado en eso, no me gustaba faltar a mi palabra pero estaba aterrado ahora más que nunca antes.
Tomé el ascensor, debía ser valiente.

Siempre recree en mi mente toda clase de escenarios en caso de que Daichi y yo nos volviéramos a encontrar, todas y cada una de las situaciones habidas y por haber fueron vividas. Excepto algo como esto.

Yo amaba a Daichi Sawamura, no sabía en que magnitud, pero lo amaba y lo seguía amando a pesar de todos estos años. Algunos pensarían que estaba obsesionado con él, con nuestro paso por la preparatoria, que incluso estaba confundiendo aprecio con amor y no era así.

El ascensor parecía más rápido de lo usual pero sólo eran mis incontrolables nervios, una vez más me repetía que las esperanzas salían sobrando, la realidad debería golpearme de una buena vez. Al salir del edificio lo miré desde arriba de las escaleras, estaba recargado sobre una barda mientras husmeaba un poco en su celular, bajé despacio, tragué saliva y esperé lo peor.

-Po...- mi voz estaba más baja de lo normal así que volví a intentarlo –podemos irnos!- cuando dije aquello volteó a verme muy sorprendido.
-Lo siento! No te vi bajar- guardó su móvil y se paró correctamente.
-Descuida- aparté la mirada y miré alrededor –¿Y entonces a donde iremos?- me adelanté un poco.
-Hay un lugar aquí cerca que tiene café artesanal, podemos ir a cenar algo- tardó un poco en seguirme pero lo hizo.
-Perfecto! Muero de hambre- eran casi las siete de la noche, no estaba mintiendo y él sabía lo glotón que podría llegar a ser.

El lugar estaba a unas calles de la oficina, supuse entonces que habría estado por la zona muchas veces como para recordar aquel lugar, tal vez por negocios, por accidente o por alguna que otra cita que hubiera tenido. Eso no me ayudó porque me enoje de nada, era cada vez más patético. El sitio era pequeño, tenía un agradable aroma a café por todos lados, los muros estaban decorados con pinturas a mano de muchas formas y colores tenues, la música ambiental era perfecta pero también al fondo había un pequeño escenario con un piano que sugería música en vivo. En la entrada pude ver un letrero que decía "Media Luna" y también una pequeña terraza como área de fumadores.

Maldita TimidezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora