Capítulo 10: Presentaciones.
Me incorporo en la cama. Mis parpados se han abierto del todo, el sueño se ha evaporado.
–¿Te has tatuado mi nombre? –El chillido sale agudo y nervioso de mi boca. No es para menos ¡Se ha tatuado mi nombre!
El colchón se mueve y en cuestión de segundos puedo ver el rostro de Ryan, iluminado por la tenue luz de la lámpara de la mesilla de noche, que ha encendido.
–Eso he hecho– Su mirada me estudia con cautela.
No se muy bien como tengo que reaccionar ante esto. Este hombre que me mira esperando una respuesta, es tan solo un loco desconocido del cual estoy enamorada… Todavía se me hace difícil asimilar este último hecho y ahora me encuentro con que se ha tatuado mi nombre.
–¿Por qué lo has hecho? – Mi voz desciende unas décimas. De repente me siento culpable al ver su expresión.
–Por que te quiero.
Coge mi mano y la lleva hasta su costado. Mis dedos trazan las líneas de las letras que forman mi nombre. El tacto es áspero debido a la caspa, pero su piel es suave y cálida.
–¿No te gusta? – Pregunta con sus ojos puestos en mi rostro.
Suspiro. ¿Qué si me gusta?... A quien voy a mentirle, me encanta que este hombre, al que tan siquiera recuerdo, con el que tuve una historia que ha sido borrada de mi memoria y que me hace sentir cosas indescriptibles, se haya tatuado mi nombre. Es como si él mismo se hubiera autoproclamado de mi posesión, lo cual es una estupidez, por que no me pertenece ¿O si? Y en ese caso ¿Le pertenezco yo a él?
Mejor aparto esa pregunta de mi cabeza.
–Me encanta– Busco sus labios y con adoración enredo mi lengua en la suya.
Si pudiera pedir un deseo, desearía que esta noche fuera eterna.
Nos separamos jadeantes. Ryan me dedica una sonrisa amplia llena de felicidad y yo se la devuelvo. Me hace feliz, me hace sentir como si yo fuera la única en el mundo, como si yo fuera su mundo… Y probablemente debería salir corriendo, esto es demasiado bueno para ser verdad o para que dure eternamente, pero no puedo. Lo quiero, y él me quiere.
Nos tumbamos de nuevo, lo hacemos de costado, sin tocarnos, solo mirándonos a los ojos. El azul intenso me mira con veneración. No hace falta que me exprese sus sentimientos con palabras, por que su mirada habla por si sola.
–Eres preciosa– Me coloca un mechón de pelo tras la oreja y acaricia mi mejilla con el dorso de la mana. Cierro los ojos disfrutando de su tacto. – Doy gracias todos los días por que te cruzaste en mi camino aquella noche en la playa, por volver a aparecer en aquella clase y por que esta noche has vuelto a mis brazos. Eres lo mejor que me ha pasado en la vida Vicky. – Agarra mi cadera y me acerca hasta su pecho. Inhalo su fragancia, es adictiva– Te quiero marmotita. Te quiero para siempre.
–¿No crees que esa es un promesa que no se debe decir a la liguera?
Se separa y levanto la cabeza para mirarlo. Le han dolido mis palabras. ¡Mierda! Le debería pedir que me esté besando todo el rato para que no pueda estropearlo más, aunque ese no sería el principal motivo para pedirle que no aparte su boca de la mía.
–Vicky no lo digo a ligera. Te quiero, y sí, no se lo que va a ocurrir mañana ni dentro de veinte años, pero si se que te quiero, y lo que venga quiero pasarlo contigo.
–Lo siento. No pretendía…– No me da tiempo a terminar. Me aprieta entre sus brazos y sus labios me devoran. Suspiro contra su boca sintiéndome liviana, tanto que podría flotar.